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100 años de la CONMEBOL (Nota 13)





1 enero, 2017
Habla la historia Pelota al medio

1916 Copa del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina (2)

Por Atilio Garrido / Investigador. Autor de “100 años de la CONMEBOL / Un continente de fútbol”, libro oficial de la Confederación Sudamericana con la historia de su centenario.

Durante el transcurso del año 1914 el conflicto en el fútbol argentino disminuyó la dureza de los enfrentamientos. Comenzó a vislumbrarse una solución previéndose que al final de la temporada se pondría fin al conflicto.

Héctor R. Gómez observando este panorama desde Montevideo y disponiendo de información de primera mano –en aquel mundo desconectado- por sus múltiples contactos en Buenos Aires, aceptó retornar al fútbol a través de la presidencia del Montevideo Wanderers FC. En un acto realizado en el café y bar Jauja, uno de los más famosos y tradicionales de aquella época, ubicado en la calle Bartolomé Mitre 1367, entre Sarandí y Rincón, donde concurrían los más importantes elementos masculinos de la alta sociedad uruguaya, los intelectuales, políticos y artistas, se realizó la reunión en la cual Gómez aceptó conducir a la institución albinegra a partir de 1915. En una reunión donde el gin fizz –el trago típico del lugar- circuló a discreción, con una alocución típica de aquella época se cerró el acto.

Como se preveía, al culminar la temporada futbolística de 1914, en diciembre se puso fin a la división del fútbol argentino. Los clubes disidentes se incorporaron a la entidad oficial, la que mantuvo su nuevo nombre castellanizado cuando se originó el cisma: Asociación Argentina de Football. Los presidentes Wilson y Aldao relegaron posiciones, asumiendo la conducción unificada de la AAF el Dr. Adolfo F. Orma.

Al asumir en 1915 la conducción de Montevideo Wanderers FC, Héctor R. Gómez se integró como delegado de la institución a la “convención” de la Asociación Uruguaya de Football, participando activamente en las reuniones ordinarias todos los martes, conducidas por el nuevo presidente electo en marzo de este año: Dr. Juan Blengio Roca.

Calmadas las aguas del fútbol argentino, Gómez entendió que era el momento oportuno para ampliar, definir y publicitar su idea de la Confederación lanzada en 1912, la que modificando durante sus años de alejamiento del fútbol, ampliando la óptica para soñar con todo el continente bajo una misma bandera confederada, con el fútbol de los países adaptándose a los nuevos tiempos que imponía la masificación, popularización y a su vez, mayores ingresos de dinero.

Político y periodista de elevada categoría, Gómez eligió para exponer su pensamiento una de las palestras más importantes y respetadas en la prensa rioplatense: la revista semanal El Hogar, la de mayor venta, leída por los integrantes de las clases media y alta, dedicada a mostrar en sus páginas fiestas, casamientos, viajes, vestimentas, lugares de veraneo de las familias tradicionales, así como su asistencia “a los sports”, lo que le permitía incluir el football y el turf.

Titulado Confederación Sudamericana de Football, su necesidad”, el texto expresaba: “Quiero corresponder a la deferente atención que se ha tenido al solicitarme una colaboración para ‘El Hogar’, recordando a la consideración de sus numerosos lectores y en modo especial a los dirigentes del football, una iniciativa con respecto a la cual, tal vez por ser propia, me siento encariñado, y a la que parece ocurrirle lo que a los vinos de la Bourgogne, que adquieren más cuerpo y mejor sabor, a medida que la acción del tiempo se va fijando en su entraña cálida y oscura.

Los que hemos dedicado actividades y entusiasmos al desarrollo del football del Río de la Plata en los últimos años y hemos tenido en consecuencia, oportunidad de ser testigos algunas veces y actores otras, en todas las incidencias producidas durante este periodo de rápido crecimiento, hemos podido compenetrarnos también de algunas necesidades, que con carácter imperioso exigen atención para la mejor marcha de este hermoso y noble deporte que, en gran parte del continente, tiene ya tal carácter nacional, que no sólo atrae y solidariza en su acción a los jóvenes de todas las categorías sociales que están en aptitud física de practicarlo, sino que también despierta adormecidos entusiasmos en hombres que, como el Dr. Adolfo Orma allá, y el Dr. Blengio Roca acá, según la feliz expresión del primero, se insinúan ya en la segunda juventud.

El football ha tenido la virtud de conseguir lo que no obtuvieron los sermones moralistas del hogar o del aula; ha vencido la corriente moderna que rodea el vicio de todas las seducciones atractivas, y lo ha vencido, puesto que substrae al ambiente demoledor del bar o la taberna, o la voracidad del juego por dinero, a millares de individuos que palpitan de sana pasión y de viril entusiasmo, al aire libre y al sol, rodeando las palestras en que se lucha noblemente por alcanzar una victoria que no deja amargos despechos en el vencido y fomenta una honrada emulación por perseguirla, con esfuerzos futuros, en encuentros posteriores.

En otro orden de circunstancias, deben aún atribuirse al football ventajas de verdadera trascendencia futura, puesto que él ha conseguido también vencer la indiferencia de los poderes públicos, que si bien es cierto no han prestado todavía toda la atención y el apoyo que deben a un desenvolvimiento como factor de higiene y de cultura social, han dado ya algunas muestras de haberse apercibido de su importancia, prestigiando la realización de torneos internacionales y cooperando, aunque tímidamente, a su desarrollo local.

Pero estos hechos y otros de fácil comprobación, que son notorios y que no pueden siquiera señalarse dentro de la medida estrecha de un artículo periodístico, nos llevan fácilmente a la conclusión de ser ya absolutamente necesaria una acción colectiva más intensa y el establecimiento de nuevas normas que, al intensificar la vitalidad del football, regulen las relaciones y vínculos de solidaridad internacional que existen y se acrecientan cada vez más con este deporte, que ya no se detiene en los límites de cada país, sino que trasciende a los vecinos reflejando en ellos las agitaciones locales y cualquier suceso importante que se producen en los organismos de allende fronteras.

Algo se ha hecho en ese sentido, en verdad, pero urge avanzar mucho más.

Los convenios parciales o de naturaleza restringida deben tomar un carácter más amplio. Debemos llegar al desiderátum de transformar todos los países de América del Sur en que el football ha adquirido vida propia, y esto sin mengua de la autonomía de que deben disfrutar las autoridades de cada uno de ellos; en un solo territorio sportivo, en el que imperen las mismas leyes, y en el cual, dentro de las reglas generales de la Federación Internacional, se regulen las relaciones de país a país y pueda regirse la acción de un núcleo de instituciones, más pequeño, sí, pero tan provechoso como el de la propia Federación Internacional, en lo que más directamente nos interesa a todos. La autoridad común, en la que estarían representadas todas las demás, fijaría los programas de los partidos internacionales, dirigiría el gran campeonato americano, legislaría sobre pases de jugadores de país a país, decidiría en último término los conflicto internos, impidiendo todo cisma pernicioso, castigaría con disposiciones generales el profesionalismo, imposibilitando su arraigo en cualquier parte en tanto nuestro football fuerte practicado por amateurs; estudiaría las cuestiones de interés común que deben llevarse a los congresos de la Federación Internacional, y en sus reuniones periódicas iría perfeccionando el código sportivo que a todos nos vinculará por igual.

La vida económica de la nueva entidad, valga decir, de la Confederación Sudamericana, estaría reasegurada por la cooperación proporcional de cada país, que contribuiría al fondo internacional común con un porcentaje determinado de sus entradas, de modo que no pudiera resultar particularmente gravoso para ninguna asociación ni la realización del gran campeonato de América ni la visita de los teams europeos, que beneficiarían a todos en proporción a los recursos disponibles.

Si en los primeros tiempos la Confederación sólo podría reunir bajo su estandarte a las entidades de pocos países, en razón de que en otros la difusión del football no ha alcanzado carácter ostensible, la propaganda y el ejemplo nos conduciría de seguro a abarcar todo el continente, haciendo hasta en la vida del deporte, solidaria y fuerte, la acción de conjunto que en otro género de actividades debemos también realizar unidos.

Esta, mi idea de la Confederación Sudamericana de Football, no ha sido viable por haber sido lanzada en época de lucha apasionada. Hoy que las circunstancias han evolucionado favorablemente, debe materializarse, y queda entregada al estudio de los espíritus selectos y bien inspirados que dirigen al football en el Río de la Plata. Someto esta aspiración a su meditación estudiosa e inteligente, y si es apropiada y simpática, que fructifique”.

El momento en que apareció el artículo –octubre de 1915- también resultó elegido meticulosamente por Gómez. ¿Tal vez premeditado? Imposible saberlo a cien años de distancia.

En ese mes, el presidente argentino Victorino de la Plaza, encomendaba preparar los festejos del centenario de la independencia del país, previstos para el mes de julio del año siguiente. Entre ellos, figuraba el objetivo de repetir el gran suceso que en la conmemoración de mayo de 1910 generó el torneo de fútbol. El gobierno encargó a la AAF la organización. Sus autoridades, definitivamente la denominaron Campeonato Sudamericano, y cursaron las invitaciones formales a Uruguay, Chile, Paraguay y Brasil. Ordenaron la compra una gran Copa, también de plata, que se adjudicaría el triunfador en la competencia. De gran tamaño, se grabó en una cara de la misma el motivo concreto al cual correspondía su confección: “Asociación Argentina de Football. 1816 – 9 de julio – 1916. República Argentina”.

Uruguay respondió inmediatamente confirmando su participación. En Brasil, Chile y Paraguay el fútbol vivía la misma crisis de la división que Argentina había superado.

Las dos asociaciones trasandinas llegaron a un acuerdo enviando un combinado con jugadores de Valparaíso, Santiago, Talcahuano y Coquimbo. Los guaraníes no encontraron el camino de la solución quedando al margen. Idéntica situación se repetía en Brasil, a tal punto que la AAF solicitó por nota del 23 de mayo de 1916, la intervención de la Asociación Uruguaya de Football (AUF) –así denominada desde 1915- ante los brasileños. La respuesta fue negativa. Los hechos parecían encaminar la disputa de un nuevo triangular como en 1910, ya que el torneo se fijó para que comenzara el 29 de junio y finalizara el 9 de julio, día de la conmemoración del centenario. La intervención directa y a último momento, del ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, José Luis Murature, ante el canciller brasileño, solucionó el tema. El ministro Lauro Müller, en una reunión que mantuvo el 21 de junio con representantes de las cinco asociaciones de Río de Janeiro y San Pablo que estaban en pugna, ordenó el envío del mejor seleccionado que se pudiera formar y, también, dispuso que entre ellos, se pusieran de acuerdo para la creación de una entidad superior que las aglutinara. Armar un equipo y viajar casi una semana para llegar a Buenos Aires obligó a cambiar el calendario.

La AAF comunicó por telegrama del 23 de junio a Chile y Uruguay que inaugurarían el torneo el domingo 2 de julio. La AUF nombró seleccionador a Héctor R. Gómez junto con Ángel Colombo y el infaltable León Peyrou, que también actuaría como árbitro en el torneo. En la reunión Gómez solicitó que se consultara a la AAF si los jugadores tenían que ser exclusivamente “nativos del país” o sí, como en 1910, podían actuar extranjeros. La respuesta confirmando el primer requisito –a diferencia del anterior llevado a cabo seis años antes- oficializó al torneo con el carácter de verdadero campeonato entre selecciones de países.

De esta forma, en apenas un año, desde la presidencia del Montevideo Wanderers FC, Gómez retomaba nuevamente el gran protagonismo que exhibió durante su mandato al frente de la LUF entre setiembre de 1907 y febrero de 1913. El nuevo viaje a Buenos Aires encabezando la delegación de Uruguay al torneo organizado para conmemorar el centenario de la independencia argentina, le tenía reservadas grandes sorpresas a través de episodios que él mismo construirá, rindiendo culto a lo que era su personalidad: un hombre de acción.