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Carta abierta a Julio Sánchez Padilla que hoy cumple 82 años




Julio Sánchez Padilla dedica el libro de "Estadio Uno" a Atilio Garrido autor de esta carta abierta.


5 junio, 2014
Columnistas Pelota al medio

¡Qué rápido corren estos tiempos del siglo XXI! Internet, facebook, twitter y las redes sociales son la “exitoína” del momento. Despertaron  en los seres humanos la necesidad de vivir esos “cinco minutos de fama” y protagonismo a cualquier precio. Poco a poco el mundo etiqueta los episodios con el penoso “use y tire”. El pasado no tiene valor. Las trayectorias se archivan, rápidamente se olvidan, pocos son los que apelan a la calma reflexiva mirando hacia atrás para extraer conclusiones. El hoy es hijo del ayer, lamentablemente olvidado por la memoria colectiva. Este tecnológico y descarnado mundo actual, existe porque hubo pioneros, soñadores, luchadores esforzados que desarrollaron y colocaron con los medios rudimentarios de su época, las piedras fundacionales del presente. En todos los niveles en que se expresa una sociedad.

Julio Sánchez Padilla dedica el libro de "Estadio Uno" a Atilio Garrido autor de esta carta abierta.

El querido y ya olvidado “Lalo” Fernández perteneció a esa clase de arquetipos. En el segundo lustro de los años sesenta dio vida a uno de aquellos programas de televisión que se desarrollaban totalmente en los estudios del canal, en blanco y negro, con limitados recursos. Lo llamó “Prisma de los Deportes”. Fue el pionero en agregar al buque insignia del fútbol, los entonces denominados “deportes menores”. El aviso que aparecía en la prensa con la promoción, expresaba: “Lalo y su equipo de periodistas deportivos ofreciendo el más completo panorama del deporte de toda la semana con noticias, reportajes y comentarios de actualidad. Canal 5 SODRE domingos 20.00 a 21.30 horas. Presenta: Publicidad Caudal”. El texto se completaba con el dibujo de las caras de algunos de los periodistas y luego la nómina escrita de los mismos en el orden siguiente: “Lalo Fernández, César L. Gallardo, Julio Sánchez Padilla, Luis Pietranera, Jorge Martínez Viaña, Luis Modesto Soler, Aurelio Molina, Luis A. Montagno (sic). Coordinación José Luis Borges”.

Esta imagen muestra un trozo del aviso vertical del programa "Prisma de los Deportes" que aparecía en la prensa con promoción del mismo. Pertenece a octubre de 1968. Aquellos avisos eran dibujados y allí se ve en primer plano la cara de "Lalo" Fernández, luego del Dr. César L. Gallardo y en tercer lugar la de Julio Sánchez Padilla. Entre ellos el nombre del programa un tanto estilizado. De aquí nació "Estadio Uno".

Esta imagen muestra un trozo del aviso vertical del programa “Prisma de los Deportes” que aparecía en la prensa con promoción del mismo. Pertenece a octubre de 1968. Aquellos avisos eran dibujados y allí se ve en primer plano la cara de “Lalo” Fernández, luego del Dr. César L. Gallardo y en tercer lugar la de Julio Sánchez Padilla. Entre ellos el nombre del programa un tanto estilizado. De aquí nació “Estadio Uno”.

Aquel “Lalo” Fernández era una de las grandes figuras del relato del fútbol de entonces. Con muy buena pinta, bancario, gran jugador de básquetbol de Tabaré y con rostro adusto, apuntaba como la hoy tan en boga “renovación” entre los narradores, peleando desde CX 18 Radio Sport contra el liderazgo de Carlos Solé y Hebert Pinto. Perfeccionista como era, inconstante en sus esfuerzos, se parecía al mar que construye una ola y la rompe al instante buscando crear otra mejor. En 1960 era titular indiscutido de Tabaré junto con Poyet, Márquez, Gómez y Svirsky, donde también alternaban Piñeiro y Otero. En una reacción intempestiva se fue, abandonó el equipo, perdiéndose la gloria de ser parte del famoso tri-campeonato. La misma actitud exhibió en “Prisma de los Deportes”. Resolvió concluir el ciclo que poco a poco se ganó un “nicho” en las noches domingueras de aquella televisión donde no se difundían por la pantalla las mejores escenas de los partidos de fútbol. ¡No se “pasaban” porque no existían en el Uruguay elementos técnicos de filmación para tales fines!

AQUEL SANCHEZ PADILLA DE ENTONCES

El episodio narrado parió la creación de “Estadio Uno” y el pasaje al primer plano del periodismo deportivo de Julio César Sánchez Padilla. Se encontraba en el umbral de los 40 años. Arrastraba una exposición pública como árbitro en los partidos del básquetbol montevideano, donde exhibió desde el primer momento, un modelo de acción congénita muy personal. Sobresalía su dinámica y constante extraversión. Prontamente se convirtió en el número uno. No exagero si afirmo que en muchas ocasiones, el público asistía a aquellas canchas abiertas de piso de bitumen donde se desarrollaban los partidos del Campeonato Federal, casi exclusivamente para verlo arbitrar. Favorecido por el cambio de las reglas que obligó a los jueces a explicar con ademanes claramente definitivos por la FIBA, las sanciones que se cobraban, Julio se convirtió en un “showman”. Con sus actuaciones y la teatralización de las penas que marcaba acompañadas de un muy fuerte y estridente silbatazo, se colocaba por encima de las estrellas basquetbolísticas de la época. ¡Que no eran otras que Oscar Moglia, “Macoco” Acosta y Lara, Wáshington Poyet, Manolo Godea, Lovera, Evers Mera, Scaron y tantos otros, hoy lamentablemente olvidados! Figuras que han sido dejadas de lado por las autoridades municipales que bien pudieron destinar –aunque más no fuera- el nombre de una calle de nuestra ciudad, para aquellos ídolos de nuestra juventud, glorias de un deporte que conquistó en ese tiempo, dos medallas de bronce en los Juegos Olímpicos de 1952 y 1956 detrás de Estados Unidos y la Unión Soviética…

A esa etapa pertenece un episodio que pinta a Julio de cuerpo entero. Dejaré constancia aquí del mismo, a través del testimonio que en su momento me contara el querido y desaparecido amigo, José Víctor García, periodista notorio, protagonista del incidente como integrante del plantel de Aguada.

-“Íbamos a jugar un partido en nuestra cancha que era abierta, claro. En los vestuarios, cuando nos estábamos cambiando, ‘Tabaco’ Zubillaga me dice: ‘hoy es mi último partido’. Lo miré y le dije que estaba loco. Era una de las grandes figuras de aquel entonces, aunque ya veterano, era un referente. Comienza el partido y Julio (Sánchez Padilla), hacía de las suyas. Cobraba algo y movía las manos como un actor de cine indicando lo que cobraba. Aparatosamente. Y el gesto lo acompañaba con movimientos de la cara y el cuerpo que lo ponía rígido. Con ‘Tabaco’ tenían una pica particular que venía desde lejos. Zubillaga no lo bancaba. Le tenía bronca. Yo estaba en el banco de suplentes con el técnico. En una jugada, cerca de nosotros y la mesa de control, Julio le marca una infracción a ‘Tabaco’ y le hace los gestos de caminar, casi al lado de la cara. Para señalar esa infracción se movían las dos manos con los puños cerrados en círculo. En el acto ‘Tabaco’ le pegó una tremenda trompada. Los lentes de Julio saltaron al diablo y su humanidad quedó planchada contra el bitumen debajo de la mesa de control. Todos pensamos que se suspendía el partido, que sancionarían a Aguada duramente porque se armó una batahola grande, que detuvo la policía, mientras ‘Tabaco’ se iba al vestuario. Julio se levantó, se sacudió el polvo del uniforme blanco que usaban los jueces, buscó los lentes, se los puso, pitó bien fuerte y gritó: ‘Zubillaga expulsado, que siga el juego’. Y siguió. No hubo denuncia contra Aguada, aunque si contra ‘Tabaco’ que no jugó más. Julio era así…”

LA POSTA QUE DEJA “LALO” LA TOMA JULIO

“Prisma de los Deportes” tenía la particularidad de atender con noticias y comentarios todos los deportes. Primordialmente el fútbol con la participación de “Lalo” y la veteranía del Dr. Gallardo. Comentaban los partidos sin exhibir imágenes. En ocasiones asistía en vivo algún jugador o director técnico. Luego, en los 90 minutos del programa se introducían segmentos de automovilismo, ciclismo, fútbol de OFI y otras actividades. El básquetbol lo encaraban Jorge Martíñez Viaña, comentarista de Radio Sport, y el debutante periodista Sánchez Padilla. El programa competía con “Glorias Deportivas” que se difundía con Teledoce. Nacido de la visión y el empuje de Enrique Oscar Musse –otro de los tantos olvidados-, reunía a los mejores periodistas del momento para referirse exclusivamente al fútbol. Allí estaban Carlos Solé, Luis Víctor Semino, Luis Esteva Ríos y en un tiempo dictó cátedra el argentino Pepe Peña (José Gabriel González Peña era su nombre), que por entonces vivía en Montevideo, donde nació su hijo en la casa de Carrasco, luego famoso como Fernando Peña. Las imágenes de los partidos de fútbol no existían. En ese programa dibujaba los goles Edgardo Sabaté, para que la teleaudiencia “miraba” las incidencias que, al día siguiente, se publicaban en el vespertino “El Plata”.

Atrás quedó su etapa de juez de básquetbol cuya fama trascendió fronteras. En ancas de su personalidad, cuando llegó al plano internacional también dejó su marca de “showman”. Llevó el escudo de Uruguay conduciendo partidos en los Juegos Olímpicos de Roma 1960 y de Tokio 1964. En el Campeonato Mundial de 1963, en “Maracanazinho”, el escenario construido al lado del teatro del “Maracanazo” celeste de 1950, Julio hizo de las suyas y nada menos que en un partido de Brasil. Protagonizó un episodio de alto impacto cuando expulsó de la cancha al técnico de aquellos brasileños que comandaban Ubiratan y Amaury, dos torres gigantesca del equipo que se consagró campeón.

Nacido en los suburbios de la ciudad de Canelones el 5 de junio de 1932, en un barrio muy humilde, hijo de un policía de aquellos tiempos lindos donde el “agente” era una especie de padre protector de todos los vecinos de la Seccional, cuando se dormía con la puerta de la casa sin llave, su infancia la pasó en Santa Lucía. Orgullosamente su padre había llegado a Comisario y hacia allí se trasladó toda la familia. De joven mostró esas particularidades personales que aún hoy exhibe. Se vino a Montevideo en busca de su lugar bajo el sol. Se casó, tuvo hijos y poco a poco –cuando colgó el “pito” de juez- se inició como empresario de la importación de filtros. Sus sueños nunca fueron pequeños. La varilla del saltómetro de la vida, para él, siempre estuvo alta… ¡y buscó superarla!

La inconstancia natural de “Lalo” le dejó el plato servido para sus afanes de “showman”. Adherente desde siempre al Partido Colorado, siguiendo los pasos de su padre, movió los hilos para darle continuidad a “Prisma de los Deportes”. Nacía el empresario televisivo recogiendo la posta que “Lalo” dejó latente. Se apoyó en un exitoso programa italiano de Show llamado “Estudio Estadio”, al que transformó en “Estadio Uno” con la utilización de una de las primeras fotos en gigantografías que aparecieron en la tele. La Tribuna Olímpica del Estadio Centenario con la imponente Torre de los Homenajes que creó el Arqto. Scasso, culminada con proa de barco y alas de avión, le sirvió durante década como escenografía inolvidable.

UNA ESCUELA DE PERIODISTAS

Convertido en empresario televisivo, paralelamente crecía su negocio de importación de filtros con el que sustentaba el desarrollo del programa donde popularizaba su imagen de “showman” excéntrico. Tuvo la enorme virtud de aquellos que persiguen un objetivo concreto con pleno conocimiento de sus limitaciones, pero también de sus fortalezas anímicas y su espíritu de lucha para llegar a la cima. En lugar de cerrarse egoístamente en sus convicciones, tuvo la capacidad para abrir la cancha para sumar inteligencias.

Primero, supo rodearse de gente que conocía aquella televisión en pañales y avizoraban el futuro de los incipientes avances tecnológicos. Esteban Rodríguez fue un muchacho que un día tiró la idea de importar unos equipos Akai, que habían aparecido no se dónde, para grabar los partidos de fútbol y pasarlos en la noche en diferido. Parecía una locura. Algo de Julio Verne. A su lado Julio Sonino, un eterno buscador de futuros, agregó sus conocimientos adquiridos en su tránsito por algunos canales y su amistad con César Reyes. Así, desde 1975, comenzaron a grabarse los partidos de Nacional y Peñarol los sábados y domingos, con el relato del siempre recordado y bondadoso Carlos Prieto, y mis comentarios.

En segundo lugar, Julio no fue mezquino en el culto de su ego personal. Abrió las porteras a los jóvenes periodistas que soñaban futuros y, también, supo captar a aquellos con algunos años más, que iban logrando su lugar entre las figuras consolidadas. Con poco dinero en inversión salarial, ofrecía la posibilidad de “jugar en primera”, de salir en la tele, para que cada uno dependiera de su propia capacidad. De esta forma “Estadio Uno” se transformó en una verdadera escuela de periodistas por donde pasaron absolutamente todos los jóvenes que –con sus valijas llenas de ilusiones e ideas- tuvieron la oportunidad de mostrarse. El destino y la rosa de los vientos, luego hizo su obra en cada uno de ellos…

MI INCORPORACIÓN AL PROGRAMA

Tenía la experiencia de la “madre del periodismo” que era, es y seguirá siendo, el trabajo en la redacción de un diario. Es allí, escribiendo, donde nace el periodista. En 1968 ingresé en la redacción de “El Debate”. En octubre de ese año, merced a la relación de Carlos Solé con el matutino herrerista, me sumé al equipo deportivo de CX 8 Radio Sarandí donde permanecí hasta pocos meses después de la muerte de Don Carlos, acaecida el 9 de mayo de 1975.  Desde comienzos de ese año me incorporé a “Estadio Uno”. Fui a visitar a Julio y le dije que quería “hacer televisión”. Como hizo siempre, con todos los que golpearon su puerta, me dijo que sí. Y empezamos a transitar juntos un largo trecho… Receptivo a mis ideas locas de periodismo de avanzada y apoyado en su ahora fortalecido poder económico, marqué por allí mi paso. Algún día se hará justicia con Julio. Con él editamos los tres primeros VHS (video home) de la historia audiovisual del Uruguay. El inicial fue “Peñarol 1966”. En 1985 el colega y amigo Luis Montañés me pasó el dato de que su hermano, radicado en Colonia, descubrió en un cine que demolían, una “torta” con filmaciones de película con escenas de fútbol. Contenían parte de las tres finales de los aurinegros ante River Plate por la Copa Libertadores y el triunfo en la Copa Intercontinental ante el Real Madrid en el estadio de Chamartín. Julio puso la plata. Pero… había que convertirlas a VHS y en el Uruguay, ningún canal de TV disponía de ese quipo. Sólo existía uno en todo el país y su propiedad pertenecía a la División Prensa de la Presidencia de la República que ejercía el Dr. Julio María Sanguinetti. En ese entonces, yo compartía con Marta de Fuentes la Secretaría de Luis Alberto Lacalle en el Senado. Ella hizo los contactos y en el Edificio Libertad se transformaron los rollos. Después, los siempre leales Gabriel Fuentes y Horacio Terzaghi, trabajando en forma mancomunada con mi guión y mi voz, dieron vida a la obra pionera del VHS en Uruguay.

Aquello fue un éxito de venta. Seguimos con la vida de Dogomar Martínez donde al notable boxeador uruguayo y mejor persona, lo convertimos en actor de cine para construir “El gran campeón”. Finalmente, el tercero de la serie, resultó ser “Nacional Triple Campeón de la Copa Libertadores” en 1988. Ya por entonces, Julio desarrollaba el programa en la “cucharresquera” de su casa (hoy denominadas y americanizadas como “barbacoas”). Ambientada en forma excelente con elementos antiguos, después de cada programa surgían enriquecedoras charlas con dirigentes, jugadores y entrenadores.

JULIO, YO Y LOS DERECHOS DE TV

Los años fueron corriendo. El mundo avanzaba a pasos de gigante. Mis tareas de periodista en alza y –tal vez-, mi curiosidad permanente por tratar de mirar más allá del horizonte, sumadas a mi trabajo en CAFO donde ingresé en 1968 gracias a mi padre que era delegado por la Intendencia de Montevideo en el organismo, me permitieron relacionarme con el exterior. Aquel era otro mundo. Totalmente desconectado. Con escasa información de lo que ocurría fuera de fronteras. Conocí a los precursores del fútbol de la TV en Buenos Aires. Uno era Carlos Gallego, también dedicado al teatro de revistas, que adquiría derechos de los clubes en la Copa Libertadores. El otro, Alberto Pisani que sustentó publicitariamente en la pantalla y con los carteles de estática, el intento pionero de Carlos Avila en canal 7. En Brasil trabé amistad con Marcos Lázaro y José Háwilla. Un mundo nuevo se venía en materias de derechos de televisación del fútbol. Los satélites “agrandaban” los estadios de fútbol y los convertían en globales. Lo charlé muchas veces con Julio. Le plantee que el tiempo de grabar los goles sin pagar, pasarlos por la TV y desarrollar el negocio en beneficio propio sin participación de los actores que generaban ese espectáculo, se terminaba. Lo instigué para que cerrara con los dirigentes de la AUF y los clubes un contrato. Para Julio eso no resultaría nada difícil. Afable, excéntrico, bondadoso y afecto a las reuniones con asado mediante, en su casa disfrutaban momentos muy gratos todos aquellos que podían firmar un contrato sin problemas, en notorio beneficio para los clubes. Además, Julio agregaba su constante prédica periodística positiva en defensa del fútbol uruguayo, de sus jugadores y dirigentes, en tiempos difíciles, donde los triunfos escaseaban y la gran mayoría de los periodistas eran duros críticos. En aquella etapa Julio asumía la postura y se embanderaba con la defensa de la celeste y las glorias de los clubes “grandes”, en actitud similar a la que hoy desarrolla Sergio Gorzy.

Mi argumento era claro, aunque él nunca lo comprendió. O tal vez no se animó a dar la pelea…

“Julio, con los derechos de los goles y la filmación de los partidos en tus manos, en el futuro vas a ir dónde tú quieras. Los canales privados no te van a poder negar la pantalla y, si lo hacen, siempre vas a tener canal 5 como recurso para rentar el negocio”.

Por otra parte, ellos no tenían interés en el fútbol. No competían. Mantenían la tesis de que se trataba de un espectáculo público por cuya difusión en las pantallas del 4, 10 y 12, no se encontraban obligados a pagar… Para peor estaban unidos, sin competencia, a través de una empresa que se llamaba “Coloso” y disponían de la Red de canales del interior. El surgimiento de la TV para abonados ni se conocía. Es más, aún no existía en ningún país del mundo.

Ante la constante negativa de Julio para dar ese paso, un día le expliqué el tema a Francisco Casal. Corría enero de 1985 y el grupo I de la Copa Libertadores lo integraban Fluminense y Vasco da Gama de Brasil con Argentinos Jrs. y Ferrocarril Oeste de Argentina. Los derechos de esos modestos clubes de Buenos Aires en Río “valían oro”. “Paco” ya era una figura en notorio ascenso dentro del fútbol argentino. Lo demás es conocido…

MI ALEJAMIENTO Y EL DESPUES…

Con “Estadio Uno” en las pantallas de canal 4, en uno de los aniversarios de Julio, con Gabriel y Horacio le preparamos una sorpresa. Redacté el guión de su biografía, le agregué mi narrativa y ellos montaron las imágenes que fuimos a grabar. Recuerdo que encontramos la humilde y pequeña casa donde la partera trajo al mundo a Julio en las orillas de Canelones a pocos metros de la ruta 5. Son imborrables en mi mente sus lágrimas de aquella noche. Algún día, seguramente, volverá a difundir ese trabajo.

En 1990, sorpresivamente, a Julio le cerraron la pantalla de canal 4. Sus directores habían tirado “Estadio Uno” para las doce de la noche. Un buen día, lo sustituyeron por un enlatado que venía de Buenos Aires que se llamaba “Show Match” conducido por un tal… Tinelli. Yo lo conocía desde 1977 cuando me desempeñaba como corresponsal en Uruguay del “gordo” Muñoz, el relator de Radio Rivadavia de Argentina. En ese tiempo Marcelo comenzó como “notero” pasando información de los partidos de la Segunda División Argentina, cuyo relato principal lo desarrollaba el “Negro” Bullrich. A raíz de esa decisión de canal 4 el programa de “Estadio Uno” se quedó sin pantalla. Los otros dos canales privados le cerraron la puerta y en el SODRE no tenía los votos para que le abrieran la ventana de la emisora oficial. Fueron tiempos duros para Julio. Él y yo conocemos la historia de su retorno después de ocho meses sin estar en “el aire”…

Tres años después, a raíz de los enfrentamientos entre los “repatriados”, Francisco Casal y Luis Cubilla, adopté la decisión de abandonar el programa “en cámara”, sin que nadie conociera previamente mi actitud. Nunca antes y tampoco después, se produjo un episodio como ese en la televisión uruguaya. Como ocurrió siempre, la emisión se grabó. Julio pudo cortar mi salida y no emitirla. Sin embargo, en actitud que reconoceré siempre, no censuró ese trozo del programa donde se registró mi salida.

El tiempo se nos ha ido –a él y a mí- como agua entre los dedos. Con varios puntos de contacto en nuestras personalidades, con ese apasionamiento por defender las ideas que consideramos verdades absolutas, en ese trillo de la vida lo hemos entregado todo. Hemos sido, también y en cierto modo, estetas a nuestro modo. Autodidactas, que como los viejos rabdomantes hemos ido tanteando el terreno en busca de construir nuestro tránsito humano de acuerdo a nuestro gusto y paladar. Para Julio, el medio de expresión de su personalidad de “showman” fue, primero el arbitraje en el básquetbol y, luego, hasta nuestros días, el periodismo deportivo. Pero, para vivir, no renegó de su razón de vivir. ¿Qué tuvo limitaciones? ¿Errores? ¿Qué hemos discrepado con él? Sí, fácil sería enumerarlas. Fácil solazarse en ellas. Fácil esgrimir la lupa o el catalejo. Muchos y en ocasiones, profundos, han sido nuestros desacuerdos. Si Julio no hubiera sido como es, si no hubiera concitado la atracción de esos “ocho infaltables televidentes”, si no hubiera convocado –también- un coro de discrepantes, no hubiera sido lo que es. Un hombre cabal, rebosante de ardor y tenacidad, dado al combate político en la Cámara de Diputados y en su intento de llegar a Intendente de Canelones, exitoso en todas las áreas y afanoso constructor de mañanas. Sólo él y quienes hemos sido sus amigos y hasta confidentes, sabemos de su lucha solitaria cuando “le vendieron un tranvía” en aquella negociación en la que terminó como dueño de CITA. Escaló la montaña y al llegar a la cima le pusieron en sus manos la bomba que ocasionaría el desbarranco que lo depositaría otra vez en el llano. La peleó, como en cada acto de su vida. Años de lucha. Y la sacó a flote con ese coraje que sólo adorna a los elegidos en la hora de la desesperanza, cuando todo parece convertirse en noche permanente.

Ahora, cuando al cumplir los 82 años, con el sol de la vida en la espalda de ambos que lava y purifica, dejo constancia de mi agradecimiento hacia ti por permitirme la posibilidad de llegar a la tele. Estas en lugar destacado junto a mis maestros del periodismo: Trifón Ilich, Diego Lucero y Carlos Solé. Por este motivo, hoy que, seguramente pocos lo recordarán, surgió esta madrugada en mi mente, teclear esta líneas que, inevitablemente, deben finalizar en un lugar común: ¡Julio, que los cumplas muy feliz junto a tu señora de siempre (María Teresita, la inefable “Gogocha”), tus hijos de siempre (las tres nenas, Claudia –igualita a ti-, Mónica, Verónica, y el varón Julio Ricardo a quién le pido disculpas por lo algo que él y yo sabemos) y tus nietos de siempre! Un abrazo.


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