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Crónica de viaje (6): los 56 años Gorzy, el espíritu positivo y la llegada a la cumbre con el bombo




Intercambio de banderines en el aeropuerto de Carrasco. Garrido le entrega a Gorzy su entrada de la final de Italia'90 y Sergio devuelve el pergamino como participante periodístico de los Juegos Olimpicos 2012.


16 junio, 2014
Pelota al medio

Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González (enviado especial)

El sábado pasado Sergio Gorzy cumplió 56 años. Algún compañero descubrió la noticia en el Centro de Prensa de Fortaleza, organizando al instante un coro con el clásico “¡Que los cumpla feliz! Todo era alegría. Sergio junto con Sonsol derrochaban optimismo por la pantalla de canal 10, realizando en vivo desde allí el programa “Cortita y al pié”, frase que hizo famosa Pedro Cea, tricampeón del mundo con la celeste en 1924, 1928 y 1930. El “Vasco” definía de esa forma el estilo del juego que desarrollaban los celestes en aquel tiempo, dónde él fue un referente inevitable. Fue titular en todos los partidos de esos torneos, con la particularidad que cuando las cosas se complicaban y Uruguay quedaba en desventaja en el tanteador, el querido “Vasco” de la sonrisa que parecía eterna en sus labios, convertía el gol del empate transitorio para, luego, ganar dando vuelta el resultado. ¡Cómo en la víspera lo hizo Costa Rica,  sumiendo a todos los uruguayos en una tristeza y amargura profunda! Sin recordar que durante el transcurso del mundial cumplía años, traje para él un regalo que le entregué en el aeropuerto de Carrasco, antes de la partida, sabiendo que lo llenaría de alegría y muchos recuerdos inundarían su mente. Era la parte de la entrada de periodista a nombre de Sergio Gorzyczanski, de la final de la Copa del Mundo de Italia’90, que queda en poder del asistente una vez que el portero corta la otra mitad. ¡Vaya uno a saber el motivo por el cuál ese documento, que hoy es un pedazo de nostalgia atesorada, quedó en mí poder! A su vez –y también sin que yo lo supiera- Sergio traía en la maleta, el diploma que entregó el COI a los periodistas acreditados en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Fue una especie de intercambio de banderines, que el “Gallego” González eternizó con su click e ilustra esta nota.

Intercambio de banderines en el aeropuerto de Carrasco. Garrido le entrega a Gorzy su entrada de la final de  Italia'90 y Sergio devuelve el pergamino como participante periodístico de los Juegos Olimpicos 2012.

Intercambio de banderines en el aeropuerto de Carrasco. Garrido le entrega a Gorzy su entrada de la final de Italia’90 y Sergio devuelve el pergamino como participante periodístico de los Juegos Olimpicos 2012.

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La entrada de Sergio con la que ingreso a la final de la Copa del Mundo de Italia'90 como enviado de "Ultimas Noticias".

La entrada de Sergio con la que ingreso a la final de la Copa del Mundo de Italia’90 como enviado de “Ultimas Noticias”.

Al culminar la tarea en la Sala de Prensa, después de “colgar” todos los materiales en el sitio y la subida de las fotos a “la nube” por parte del “Gallego” González y, luego que Sergio enviara los videos para su “Cámara Celeste”, los tres fuimos a cenar para homenajearlo. En el elegido restaurante en la rambla de la ciudad de Fortaleza, a orillas de mar, Federico Buysan y Diego Jocas, hicieron el aguante con la mesa. Minutos después se sumaron Martín Charquero y Alejandro Figueredo. El lugar estaba repleto con una fauna variopinta típica de las Copas del Mundo. Unos veinte mexicanos con sus camisetas verdes cantaban burlándose de Uruguay. Entraron tres hinchas de Costa Rica con la camiseta oficial roja, sumándose a las cargadas, ahora entonadas a coro, en prueba de solidaridad centroamericana. De pronto, desde el fondo del restaurante, atravesando las mesas donde estaban los aztecas y ticos, cruzaron en busca de la salida un grupo de uruguayos. Calientes como unos chivos por lo ocurrido en la tarde y con las cargadas que recibían, empezaron a gritar “Uruguay nomá / Uruguayo nomá”, apretando los puños, mirando serios y a la cara a los mexicanos que se fueron al maso. Mientras se desarrollaba esta escena, me fijé en la cara de Sergio que observaba de frente lo que ocurría. Creo que sus ojos miraban, sin mirar, imaginándose otra escenografía diferente. Seguro que él se veía en esa escena, disfrutando de una victoria de la celeste, con su camarita en la mano generando un carnaval para disfrute de los televidentes del programa. Hijo de sus actos, arquitecto de su propio destino, cada ser humano transita por la vida acumulando momentos, que se construyen en ondas que van alternándose entre la alegría y la tristeza, hasta conformar un todo, con la seguridad de que nadie es inmensamente feliz, siempre, o desgraciado, también, siempre. Advertí que Sergio comprendía, que esta derrota de Uruguay colocaba a la celeste al borde del precipicio, muy cerca del punto final de una extensa etapa de éxitos sorprendentes. Tan extensa como milagrosa e imposible de explicar a los ojos del mundo. Fueron siete años, los últimos, que de la mano de los triunfos del Uruguay futbolístico, Gorzy llegó a la cima de la popularidad y adhesión en el periodismo deportivo de nuestro país.

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Lo importante y llamativo y a mi juicio innovador, es que lo que logró Sergio Gorzy enancado en los éxitos de la celeste, lo obtuvo por una vía que antes -escasamente- se recorrió en el periodismo deportivo. Desde los comienzos de la crónica futbolística en nuestro país, sus antecesores en el Olimpo, subieron la escalera basados en una crítica dura y áspera de nuestro fútbol. Recorrer las páginas previas a la conquista del título del mundo en 1924, es encontrarse con vaticinios de derrota y de que no se podía competir con las selecciones europeas en Colombes. Lo mismo sucedió en la Copa del Mundo de 1930, en Montevideo. “Los héroes están cansados, no son los mismos, están agotados, no vamos a llegar a nada”, vaticinaban. El comentario del Dr. César L. Gallardo por Radio Sport en el primer tiempo del “Maracanazo” es imperdible en materia de negatividad. Carlos Solé construyó su éxito en base a sus condiciones, pero con una actitud excesivamente crítica para con los jugadores, técnicos y dirigentes. Cuando a Solé le salió la competencia de Heber Pinto, primero en Sport y después, como líder, en Oriental, hizo trastabillar la hegemonía de Don Carlos, con una actitud positiva y muy porteña. Fue el innovador transmitiendo desde los vestuarios -en copia de lo que José María Muñóz realizada en Radio Rivadavia de Argentina- y creyendo en el fútbol uruguayo. La muerte de Solé en 1975, los errores cometidos por Hebert abandonando Oriental para irse a Radio Ariel, permitieron el ascenso de Víctor Hugo Morales. Hasta su emigración a la Argentina, volvió a tocar esa cuerda de resaltar la negatividad, apabullando a Heber Pinto que se recluyó en el “Sea Vd. juez por un minuto”, el precursor del actual éxito del “¿Vd. que opina de Gorzy?”.  Todas estas actitudes eran –y en muchos casos siguen siendo en la actualidad-, consecuencia directa de nuestra “uruguayez”, de un estado espiritual donde la negatividad inclina el plato de la balanza transformándola en una razón de ser y existir. En materia de televisión, el primero que desafió ese pesimismo, fue Julio Sánchez Padilla, cuando continuó con el programa “Prisma de los Deportes” creado por Lalo Fernández donde él participaba, cambiándole el nombre. Así nació “Estadio Uno”, que fue la segunda expresión, después de Hebert Pinto, de seguir el camino por la positiva, resaltando los valores del fútbol uruguayo. Un amigo definía gráficamente esta situación de priorizar el pesimismo, que en el fútbol y en todas las expresiones sociales domina a los uruguayos. Ocupando lugares de conducción en un diario, cuando los periodistas venían a elevarle inquietudes, los recibía con una advertencia muy clara: “Hábleme después del pero…” Otro estimado cofrade aporta, siempre, una feliz definición que pinta como somos. “En el Uruguay cuando alguien tiene una iniciativa, en cualquier actividad, inmediatamente los demás forman el Comité de Obstáculos”.

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Gorzy ha traducido su actitud positiva, logrando vencer en nuestro país a los eternos agoreros de la derrota. Como continuador de Heber Pinto y de Sánchez Padilla, adornado por una simpatía personal que supera el excesivo acartonamiento de ambos, metiendo su sonrisa de boludo por delante, logró lo que ni Heber, ni Julio pudieron. De pronto Julio alcanzó el reconocimiento ya entrada su vejez. Y Sergio lo ha hecho resaltando los triunfos de la celeste, Nacional y Peñarol en todas las épocas, que convierten a Uruguay en una nación de hazañas que no tienen explicación. Son milagrosas. Para una nación como la nuestra, con una superficie interesante comparada con varios países europeos, pero con apenas tres millones de habitantes, el collar de conquistas logrados desde 1910 a la fecha, no tiene justificación. ¡Ahí está el mérito de Gorzy! Convertirse en abanderado y heraldo de las gloriosas gestas del fútbol oriental. Repetirlas. Convencer a los descreídos a través de una actitud positiva, convocando a la reflexión con argumentos claros y contundentes, oponiéndose a esa ola de pesimismo tan uruguaya.

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Sergio Gorzy y el bombo de "La nueva milonga" que le regaló Tito Pastrana.

Sergio Gorzy y el bombo de “La nueva milonga” que le regaló Tito Pastrana.

Lo que valora más el actual momento por el que atraviesa Gorzy, es que su positivismo que hoy se identifica con los éxitos de la selección de Tabárez y su famoso desafío concretado en la frase que quedó para el recuerdo después de clasificar para Sudáfrica 2010 (“¡estamos a siete partidos de ganar la Copa del Mundo!”), no es el fruto de una viveza criolla para subirse al carro del éxito, en el momento justo. No es un oportunista. Su forma de ser, su conocimiento de la historia de nuestro fútbol que lo llevó a darse cuenta que los éxitos alcanzados en el pasado cada día se agigantaban en su magnitud ante los avances del mundo, condice con su postura ante la vida, desde su juventud, cuando comenzó sus pasos en esta profesión que es, fue y será su pasión. Lo conocí en la Copa del Mundo de 1982 –lo que será motivo de otra nota para recorrer su trayectoria-, el día antes de cumplir 24 años. ¡Y ya exhibía ese espíritu que los brasileños llaman “pra frente”! Fue en ese momento que le presenté “al Dalton”, como todos llamaban a Rosas Riolfo, ese maestro de la vida, quién con Carlos Penino y yo –que completaba mi actividad en “El Diario”-, fuimos enviados por Radio Carve. Finalizado el mundial, al retornar a Montevideo, Sergio se incorporó a “Rumbo al Deporte”, programa que se emitía por CX24 Radio El Tiempo, todos los días de 20.00 a 21.00 horas. Los también veteranos Guido Baztarrica y Mungay eran compañeros de Dalton y Penino, sumando Sergio, de esta manera, su juventud a la de Enrique Yanuzzi. Justamente allí, en aquellas polémicas inolvidables del programa donde se hablaba de fútbol y de la sustancia del mismo, Sergio desde su juventud comenzó a defender al fútbol uruguayo. Yanuzzi, manteniéndose fiel al pensamiento tradicional, comenzó a graficar la posición de Gorzy identificándola con “el bombo”, que aquel momento pusieron de moda “El Tula” y “Manolo”, para identificar su apoyo, respectivamente, a las selecciones de Argentina y España. Pero Sergio no tenía bombo. Nunca fue adepto del ambiente murguero del carnaval. Un día, aquel visionario con enorme sentido del espectáculo y la promoción –cuando la palabra “marketing” no existía- que fue “el Dalton” le dijo a Sergio que “el bombo tiene que existir”. Y una tarde lo llevó a la casa de Rómulo Pirri, el famoso “Tito” Pastrana director de la Nueva Milonga, para recibir de sus manos como regalo imperecedero, el bombo de la murga con el que aquel botija comenzó a caminar hacia la cumbre. Salute.

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