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¿De qué jugaba el 14?





8 enero, 2013
Sin Categoría

A Gustavo Ravera

Cruyff volando.

En estos días, tras su último encuentro al frente de la Selección de Cataluña, Johan Cruyff anunció su retiro de la dirección técnica.

Algunos dicen que exageran quienes afirman que a él se debe la hazaña del actual Barcelona. Santi Giménez, en As.com, sostiene que “a Cruyff se deben las bases del magnífico edificio que completaron otros como Rijkaard o Guardiola en el Barça o incluso Luis Aragonés o Vicente del Bosque con España”.

El holandés explicó su experiencia durante estos tres años invicto al frente de la ‘selecció’: “Lo he hecho con mucho gusto y me he encontrado con jugadores que querían estar aquí, ha sido un orgullo dirigir a Cataluña”. Sobre su posible sucesor afirmó que “Pep Guardiola sería el seleccionador ideal pero todavía es muy joven para esto, ahora parece que va a entrenar en Inglaterra y si es así no tendría tiempo en estas fechas (ya que en la Liga Premier no hay receso de invierno) para dirigir a Cataluña”. Guardiola fue jugador emblemático de Cruyff en el Barza y lo continuó en la Dirección Técnica del club, en esta perdurable hegemonía futbolística de un estilo, que inició el holandés cuando nos asombró a todos, tras sorprendernos con el número de su camiseta: el 14.

Era el primer partido de Uruguay en el Mundial de Alemania 74. Nos tocó ante la Selección Holandesa (luego afamada Naranja Mecánica de Rinus Michels, su entrenador). Cuando una cámara de la televisión fue mostrando a los jugadores naranjas que, alineados, cantaban el himno y fuimos viendo los números en sus pantalones, Gustavo preguntó: “¿de qué juega el 14?”

Porque en aquella época los números de los futbolistas tenían estricta relación con los puestos que ocupaban en la cancha y el juego era posicional. El 1 el golero, 2 y 3 los zagueros centrales, 4 y 6 los laterales, 5 el volante central 8 y 10 los volantes por derecha e izquierda, 9 el centrodelantero y 7 y 11 los punteros derecho e izquierdo respectivamente. El 14 era número de suplente, pero ¿en qué puesto suplía?

Sólo por alguna causa muy especial, algún futbolista jugaba con el número cambiado. Incluso en Europa. Por ejemplo, el “Tornillo” Milton Viera era 5, pero cierta vez Ferenc Puskas, que era su Director Técnico en el Olimpiakos de Grecia, le pidió que marcara al 10 del Standart de Lieja sin dejarlo mover. Era dificilísimo. “El tipo salía por los dos perfiles, le pegaba con las dos, giraba, pasaba. Me distraje un instante y de media vuelta, de zurda, la clavó en un ángulo. Puskas se me iba a enojar. Entonces lo empecé a agarrar, a patear… hice lo que pude –confiesa el Torni–. ¿Viste que uruguayos hay en todo el mundo? En Liega también. Para la revancha, me estaban esperando en el aeropuerto y me mostraron los diarios. Todos los diarios de Bélgica titularon: “Hoy llega el 5 del Olimpiakos, el asesino Viera“. Entonces esa noche, en el vestuario, le pedí a Puskas que me dejara jugar con la camiseta número 6. No sabés las cosas que le tiraron al que se puso la 5, Teodoridis, un muchacho muy amigo mío que vive en Atenas pero es de Constantinopla. Cada vez que nos acordamos, se acuerda de mi vieja. Nunca vi tantas latas de cerveza juntas y Teodoridis sin saber por qué. Para peor, él iba de lateral contra el alambrado. A mí, siempre por el medio, esa noche me tocó jugar tranquilo”.

Que el 5 jugara contra el alambrado era una provocación, pero ¿el 14? ¡¿de qué podía jugar el 14?!

Gustavo no encontró respuesta ni siquiera cuando terminó –nos ganaron dos a cero– el partido en que Chiquito Mazurkiewiczs evitó que nos hicieran diez y fue el único futbolista uruguayo que le vio al 14 el número en el pantalón, porque los otros diez se pasaron mirándole la espalda. ¿De qué jugaba Cruyff (ya estábamos hartos de oír ese nombre mil veces durante noventa minutos), de qué jugaba el 14?

No jugaba en ningún puesto en particular. Jugaba en todos. Aparecía de centrodelantero o volanteando por cualquier lado, o caía por las puntas o marcaba en su propia área y la sacaba jugando, dribleando, tirando paredes, a una velocidad vertiginosa, jugaba a la mancha con las liebres y a la pelota como los dioses, jugaba de revolucionario, de fútbol total, a otro mundo.

En Uruguay teníamos un antecedente de esa revolución al fútbol total, pero todavía no nos habíamos fijado en él: José Ricardo De León. Rinus Michels sí, en 1972 envió emisarios a Montevideo a ver entrenar a Defensor.

Después nos fuimos enterando que el apellido Cruyff no se pronunciaba como lo escribíamos y era, para nosotros, impronunciable correctamente, que había nacido en el Ayax de Amsterdan y lo habían vendido al Real Madrid el año anterior al mundial, pero él se rebeló (era el John Lennon de aquellos beatles naranjas) y fichó por el Barcelona.

Supimos, también, después, que en 1974 inscribió con el nombre de Jordi a un hijo suyo y tuvo problemas con el franquismo, que prohibía los nombres en catalán, que en el 78 no vino a jugar el Mundial de Argentina por la dictadura, que siguió rompiéndola hasta ser distinguido como el mejor jugador europeo de todos los tiempos, que sería el Director Técnico que marcaría una supremacía histórica del Barcelona en el fútbol español y Presidente Honorario del Club, donde siempre incidió en el liderazgo dirigente.

Ayer le dieron el mayor premio posible, le entregaron a Lío Messi su cuarto balón de oro, uno más que los que tiene Cruyff, a Messi, de quien llegó a escribir Vázquez Montalbán, “¿de qué juega Messi? Juega de Cruyff”.