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Diario de viaje: ¿cuanto vale un dólar?




Montaña de nuevos billetes de bolívares, la moneda de Venezuela. Todo esto que el lector observa en la imagen representa muy pocos dólares. Según a cuanto consiga la cotización en el cambio negro. Un dólar puede valer 15.000, 25.000 o 28.000 bolívares.


4 octubre, 2017
Sin Categoría

Montaña de nuevos billetes de bolívares, la moneda de Venezuela. Todo esto que el lector observa en la imagen representa muy pocos dólares. Según a cuanto consiga la cotización en el cambio negro. Un dólar puede valer 15.000, 25.000 o 28.000 bolívares.

Escribe Atilio Garrido / Fotografía Fernando González (enviados especiales)

Atrás quedó la ciudad de Panamá; los dos canales de conexión interoceánicas que le dejan al país, diariamente, miles de millones de dólares; el aeropuerto el Tocumen, centro de recepción y distribución de la mayoría de los vuelos de América Central. En una palabra, el primer mundo. Dos horas después el avión de Copa carreteaba por la pista del aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, Caracas. La primera observación que surgió a través de la ventanilla contrastaba con la realidad que quedó detrás. No se ven movimientos de aviones llegando o partiendo. Apenas una decena estacionados en las mangas pertenecientes a compañías locales, la mayoría de Conviasa y Aeropostal. Al descender del aparato, camino al recinto de migraciones, recibimos el abrazo de una soledad impactante. Poca gente. Ausencia del bullicio de los pasajeros que van y vienen, anhelantes, ansiosos. Sólo una muy larga cola que avanzaba hacia la zona donde se realiza el trámite migratorio. Cumplido el mismo y después de responder al funcionario varias preguntas –algunas de ellas fuera de lugar-, llegó el turno de recoger los equipajes.

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Entre ambos lugares no existen tiendas de venta de diferentes productos por los cuales –en otros aeropuertos del mundo- hay que pasar obligatoriamente. Sí o sí. Apenas un solo local de free shop sin ningún lujo en su presentación, sin pantallas de led anunciando sus ofertas, sin hermosas funcionarias atentas y seductoras con sus vestimentas escasas. Sin pasajeros que se arrimaran para adquirir productos. Desierto. Y… con muy pocas mercaderías atractivas. ¿Un ejemplo? Las bebidas alcohólicas que se ofrecen son de marcas desconocidas, todas ellas de ron. Pregunté si tenían whisky para expender.

-“Sí. Una marca sola, Chivas Regal, y de 25 años. Nada más”.

Los precios de los escasos artículos colocados a la venta no guardan relación con los de otros free shop del mundo. Consulté por el de una valija normal, de las de tamaño grande.

-“Cuesta diez millones seiscientos mil bolívares”, me respondió una empleada que lucía vestimenta poco prolija.

-¿A cuánto se calcula el dólar?, repregunté.

-“Esteeee… bueno, depende. Algo así como a diez mil. Pero aquí tiene que pagar en bolívares”.

Un rápido cálculo mental me arrojó que tenía que cambiar algo más de 1.000 dólares para comprar el artículo. Un poco caro, ¿verdad? En cualquier ciudad normal con algo menos de 200 dólares se adquiere una de ellas de buena calidad.

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Las paredes interiores del recinto donde se retiran las valijas arrojan consignas a los viajeros que llegan. “Ahora Venezuela es de todos”, se leía en gruesos caracteres en un cartel. Advertí que los mismos mensajes patrióticos -¿o patrioteros?- son utilizados para la publicidad comercial. “Aeropostal te lleva a Cumaná, impulsando el socialismo del transporte aéreo venezolano”, gritaba un enorme anuncio de una de las líneas locales promocionando sus vuelos a Cumaná, una importante ciudad del oriente venezolano, capital y sede de los poderes públicos del estado de Sucre. Está ubicada en la entrada del golfo de Cariaco, junto a la desembocadura del río Manzanares. Largas filas de pasajeros con sus maletas aguardaban pasar las mismas por los controles que lleva adelante la SATS, sigla del Sistema Aduanero y Tributario Socialista.

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Cumplido el trámite, a las 12 horas el equipo que envió tenfield.com y VTV integrado por ocho personas, debía aguardar cuatro más para trasladarse a un aeropuerto privado a fin de tomar la avioneta rumbo a Santo Domingo del Táchira.

-“Vamos a comer acá porque en el otro aeropuerto no hay ningún servicio”, informó Leonardo Correa desde su siempre serena disposición para guiar al grupo, contemplando la nada fácil corriente de las más diversas iniciativas y opiniones de los uruguayos que surgen a cada instante frente a cualquier propuesta.

-“Vamos”, dijo la mayoría.

“¿Y con qué pagamos?”, preguntó alguien no identificado.

-“Con dólares”, respondió otro.

“¿Y a cuánto te los toman?”, consultó otra voz.

El diálogo puso en escena otra realidad chocante. No sólo porque no hay casas de cambio en el aeropuerto ni en ningún otro lugar del país, sino también porque una nube de maleteros vestidos de pantalón negro y camisas celestes de manga cortas, se nos abalanzó ofreciéndonos comprar nuestros dólares. Se escucharon todo tipo de propuestas que arrancaron en 5.000 bolívares por un dólar y que terminaron en 15.000 como precio final. A partir de entonces las escenas se asemejaban a las descritas por Dante en el infierno porque -para que tenga el lector una idea-, por tan sólo diez dólares tenían que darnos 150.000 bolívares que representan “fajos” enormes de billetes que empezaron a salir de las medias de los maleteros donde los tenían guardados. Y había que contarlos, porque ni lerdos ni perezosos, cuando cambiamos 20 dólares y nos dieron 300.000 bolívares, luego de revisar todo el fajo… faltaban 60.000.

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Con los bolívares a cuestas uno de los maleteros llevó al grupo hasta una zona de restaurantes del aeropuerto. Seguro que a cambio de una “comisión” que le pagó su propietario. Ocho compañeros comieron. Yo solo tome un refresco mientras escribía la crónica de viaje que “colgamos” en la víspera en la web. A la hora de pagar la cuenta de lo que almorzaron cada uno garpó el equivalente a… ¡cuatro dólares! Es decir 60.000 bolívares. Este mediodía nuestro compañero y amigo Sergio Gorzy llegó desde Caracas. Luego de los saludos y la charla para ponernos al día de las peripecias que se atraviesan en esta sociedad sometida a este régimen monetario donde el dólar no tiene precio, nos reveló que él logró cambiar a 25.000 bolívares por dólar. Conclusión: ¡los maleteros nos agarraron de pinta! Como se decía antiguamente, con nosotros se hicieron el agosto en julio. Salute.


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