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“El Hugo”, el Fair-Play y la falta de picardía de la Sub-20




El siempre recordado Hugo Bagnulo, aquí acompañado por el Prof. José Guillermo Palese con quien hizo dupla, y junto a ellos Alberto Silvio Montaño, gran periodista de "El País".


11 febrero, 2015
Columnistas Pelota al medio

El siempre recordado Hugo Bagnulo, aquí acompañado por el Prof. José Guillermo Palese con quien hizo dupla, y junto a ellos Alberto Silvio Montaño, gran periodista de "El País", padre de nuestro compañero Pablo Montaño.

El siempre recordado Hugo Bagnulo, aquí acompañado por el Prof. José Guillermo Palese con quien hizo dupla, y junto a ellos Alberto Silvio Montaño, gran periodista de “El País”, padre de nuestro compañero Pablo Montaño.

Los comentarios que colgaron en la web los cibernautas Eduardo Romaniello y Jorge Catarozzi relacionados con la última nota que escribí, originada por la derrota histórica de Uruguay ante Argentina el sábado, me llevan de la mano a algunos episodios que hoy son anécdota, pero que tiene valor documental, porque marcan claramente la diferencia entre el fútbol uruguayo del pasado y el presente.

En las horas previas a partidos como el del sábado, donde estaba en juego nada menos que el título de campeón, los viejos directores técnicos, cargaban a sus jugadores –mediante el diálogo- la responsabilidad de no defraudar a la historia. Lo hacían de varias formas.

El Prof. Gesto en una imágen actual, lejos de aquel muchacho engominado que logró tantos éxitos formando dupla con Raúl Bentancor.

El Prof. Gesto en una imágen actual, lejos de aquel muchacho engominado que logró tantos éxitos formando dupla con Raúl Bentancor.

El Prof. Esteban Gesto era un enfermo. Cuidaba todos los detalles para impedir que el jugador no pensara en otra cosa que en los 90 minutos decisivos que se le venían encima. Les metía en la mente la obligación de ganar, concentrándolos para que pensaran sólo en el partido. Llegaba el ómnibus al escenario del donde se disputaría el encuentro y los encerraba en el vestuario, para que en medio del silencio, juntos todos los futbolistas, fueran tomando consciencia de lo que se venía.

Pegó en el clavo Romaniello con su apreciación de la llegada del plantel de Uruguay el sábado al Estadio Centenario. Los jugadores lo hicieron en clima de fiesta, de alegría… Se sentaron en la Platea América, firmaron autógrafos, accedieron a todas las fotografías y selfis que les solicitaron. Luego de un extenso lapso, cuando se dirigieron a los recintos de vestir recibieron un gran apoyo de los hinchas. En los demás partidos el plantel desarrolló el mismo comportamiento. Es cierto. Así fue. Los botijas mostraron siempre una gran respuesta ante cualquier solicitud de los hinchas. Pero… la del sábado era una final y la necesidad de tener la mente para pensar sólo en ella, ameritaba el cambio de postura y actitud en las horas previas.

Otro tema que hoy surge en los comentarios, es algo que no pasó inadvertido para muchos. Uruguay y Paraguay se adjudicaron el premio al Fair-Play. Sin duda que es algo muy estimulante recibir esta distinción. Pero… ¿a costa de tolerar que los argentinos hayan golpeado duramente en el segundo tiempo, cortando el juego y contando con la complicidad del árbitro brasileño a quién se observó muy proclive a favorecer a los albicelestes? ¡No, así no es deseable ganar el premio Fair-Play! Era preferible, que ante cada golpe desleal de los adversarios, los muchachos orientales hubieran reaccionado a la “antigua”: corrida grupal hacia el juez para presionarlo, rodearlo y decirle con gruesa voz de vino, que estaba en el Estadio Centenario y que a Uruguay no lo podía perjudicar deliberadamente.

Los que tenemos años, inclusive transitando por la historia del fútbol, ¡vaya si hemos visto aquellas apretadas de los jugadores uruguayos a los jueces! Y daban resultado, sin duda alguna. Como habría sido efectiva la receta el sábado, si ante la primera jugada malintencionado de los argentinos, se hubiera procedido de esa forma.

Voy a finalizar con una anécdota del siempre recordado Hugo Bagnulo. Peñarol se jugaba una chance decisiva para llegar a la final de la Copa Libertadores. “El Hugo” era un enfermo de hablarles a los jugadores sobre dos o tres puntos clave que debían anularse del rival. En esa ocasión el adversario era Independiente y el No. 10 que armaba el equipo era Ricardo Bochini, jugador excelso, de habilidad suprema. En la charla técnica “El Hugo” insistía ante el grupo de jugadores…

-“Muchachos, Bochini no puede entrar al área, hay que marcarlo y sacarle la pelota antes. No puede pasar. Hay que escalonarlo…”

“El Hugo” seguía hablando de otro detalle y volvía sobre el mismo…

-“Muchachos, hay que marcar a Bochini, no la puede tocar. No puede pasar. No puede pasar…”, insistía.

Así ocurrió un par de veces más, hasta que el “Loco” Garisto, zaguero izquierdo de Peñarol muy locuaz y cómico, en tiempos donde entre los jugadores y los entrenadores no existía la distancia actual, resolvió interrumpirlo con una pregunta simple:

-“Hugo…¿Y si Bochini pasa?”

“El Hugo” lo miró fijo, tiró hacia atrás sus dos brazos y la respuesta generó la risa de todos…

-“Pero ‘Loco’ ¿cómo me vas a preguntar eso? Como en el tango, ‘Loco’: sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando…

¿A qué viene esta anécdota de aquel fútbol que no perdía una final ante Argentina en el Estadio Centenario?

Al botija Cotugno se le hizo realidad aquello de que la experiencia es la suma de los errores cometidos. Seguramente, en el futuro, no le va a dejar tirar ningún centro a un puntero cuando la jugada se da mano a mano.

Al botija Cotugno se le hizo realidad aquello de que la experiencia es la suma de los errores cometidos. Seguramente, en el futuro, no le va a dejar tirar ningún centro a un puntero cuando la jugada se da mano a mano.

Muy simple. Después del gol uruguayo los argentinos se fueron al ataque, dejando de lado la postura de salir desde el comienzo a amarrar el empate. Se advirtió que por la punta izquierda se movía un endiablado puntero como Correa que, además de velocidad, dominaba muy bien la pelota. Y en una primera incidencia se le fue a Cotugno quién lo corrió, pero no pudo impedir que tirara el centro. En la segunda ocasión que repitió la jugada con papel de calco, otra vez Cotugno lo corrió, lo acompañó, lo dejó ir, tiró otro centro y vino el gol.

En el tiempo de “El Hugo”, con marcadores de punta como Mario “El bombón” González, el “Peta” Ubiña, “Piolín” Cincunegui, el “negro” Diogo, la primera vez Correa pasaba. Pero si intentaba la segunda, terminaba colgado del alambrado. Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando… En aquel tiempo, salir campeón del Fair Play no era el “objetivo”.