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Forlán: “Godín es de los mejores defensas del mundo”




Diego Forlán y Diego Godín, compañeros en la selección uruguaya en los mundiales 2010 y 2014.


18 febrero, 2015
Selección

Diego Forlán, en su columna semanal de opinión en el periódico The National, llenó de elogios a Diego Godín, actual capitán de la selección uruguaya, ex compañero suyo en la selección, Villarreal y Atlético Madrid de España.

Diego Forlán y Diego Godín, compañeros en la selección uruguaya en los mundiales 2010 y 2014.

Diego Forlán y Diego Godín, compañeros en la selección uruguaya en los mundiales 2010 y 2014.

Diego Forlán: posiblemente Godín no reciba todo el reconocimiento que se merece pero podría jugar en cualquier equipo del mundo

Mi compatriota Diego Godín es uno de los mejores defensas centrales del mundo, con calidad suficiente para jugar en cualquier equipo de cualquier liga.

En 2014 hizo mejor temporada que cualquier otro defensa.

Anotó el tanto contra el Barça en el Camp Nou que dio al Atlético de Madrid el título de liga en la última jornada.

Marcó en la final de la Champions League y estuvo a punto de ganar la Copa de Europa.

En el partido contra Italia en el Mundial marcó un gol de cuello para Uruguay que nos clasificó para la fase de grupos. Además, la temporada pasada formó, junto al brasileño Miranda, la mejor pareja de defensas centrales del fútbol.

Pero, a pesar de todo, no fue nominado para formar parte del mejor equipo del año Fifa FIFPPro World XI. En realidad, no me sorprendió. Al fin y al cabo, Godín es uruguayo. Procede de un país diminuto, cuya población apenas alcanza la mitad de la población de Escocia. Somos pocos y aún menos futbolistas para que podamos votarnos.

Ni un solo futbolista uruguayo ha sido nominado para el mejor once del año desde que se inició este premio. En 2010 fui uno de los máximos goleadores de la Copa Mundial y nombrado además mejor jugador del Mundial de Sudáfrica.

Yo también marqué dos goles en la final de la Europa League, que me valió ser elegido mejor jugador del encuentro. Marqué en la semifinal disputada en Anfield, un estadio en el que me gusta meter goles.

También jugué las semifinales de la Copa Mundial con la selección de mi pequeño país y con el Atlético cuando vencimos al campeón del mundo, el Inter Milan, por 2-0 en la Supercopa. Quedé quinto en el Balón de Oro superado únicamente por Lionel Messi como delantero, pero no estuve nominado para el mejor equipo XI. No importa, es mejor conseguir trofeos en el terreno de juego que un voto subjetivo.

Pero esta columna es sobre mi amigo Godín, no sobre mí. Si nos hubierais visto intentar organizar una barbacoa en Madrid en 2010, hubierais pensado que no estábamos lo suficientemente preparados para hacer nada y mucho menos para jugar bien en un equipo de fútbol.

Después del entrenamiento fuimos a mi casa. Godín acababa de dejar el Villarreal, mi antiguo club, para fichar para el Atlético de Madrid. Yo había estado insistiendo al club rojiblanco para que le fichara porque era lo que necesitaba el equipo – un jugador agresivo y rápido con un excelente sentido para anticipar los movimientos de los delanteros rivales. Podía incluso meter goles, especialmente a balón parado. El Atlético le fichó y yo estaba encantado.

Era agosto de 2010. Habíamos vuelto del Mundial y estábamos contentos. Presenté a Diego a todos los del Atlético, jugadores que siguen siendo parte del éxito del Atlético (debería mencionar también a José Giménez, otro defensa central uruguayo del conjunto rojiblanco, de tan solo 20 años).

Era uno de esos días calurosos de verano en Madrid con un cielo totalmente despejado. Decidimos que hacía el tiempo ideal para una barbacoa al estilo sudamericano así que fuimos en coche hasta el supermercado para comprar comida y bebida. Todo marchaba según lo previsto.

De repente divisé una nube, luego otra. Cuando llegamos a mi casa llovía a cántaros. Madrid no es como Sudamérica, no es normal que se ponga a llover sin avisar pero ese día sucedió así. Godín me acusó a mí y yo, a él. Me dijo que estaba maldito. Yo lo negué. No sentamos a comer en casa mientras la lluvia se estrellaba contra el suelo.

«Entonces, ¿cuándo te vas?», me preguntó.

«¿De mi casa? No me voy a ninguna parte. Yo vivo aquí.»

«No, del club.»

«¿A qué te refieres?»

«Bueno, llegué al Villarreal y tú me dijiste que era un club fenomenal. Viajé a España solo. No llevaba allí más de una semana cuando te marchaste e intentaste alquilarme tu casa. Ahora estoy aquí en el Atlético.»

Jugamos juntos un año antes de que me marchara e intentara alquilarle mi casa.

Le llamábamos «guacho», que significa huérfano. No tengo ni la menor idea del porqué, no es huérfano ni nada pero se quedó con este apodo.

Le conocí en 2005 cuando entró en la selección uruguaya para jugar de lateral izquierdo. Entonces era un jugador del Cerro, un modesto equipo de Montevideo que suele jugar en primera división. Vio que me quedaba después del entrenamiento. Él también lo hizo y trabajamos su pie izquierdo.

Se convirtió en pareja asidua de Diego Lugano, nuestro capitán. El año pasado en Brasil, Lugano estaba lesionado y no pudo jugar contra Colombia. Yo era el segundo capitán de la selección.

Hablé con el entrenador y le dije: «Ya sé que se supone que hoy debo ser el capitán pero creo que sería buena idea que fuera Godín, que ahora tiene 28 años. Él es joven y le quedan muchos más años en la selección que a mí.»

El entrenador accedió. Godín merece tener suerte con la selección uruguaya en la competición porque cuando ganamos la Copa América en 2011, él estaba enfermo y lesionado. Pero en un año o dos habrá jugado 100 veces para Uruguay y será recordado como uno de los mejores de nuestro país.

Por su forma de jugar, también será recordado como uno de los grandes futbolistas del mundo aunque nadie le dará su voto.


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