Home   »   Habla la historia  »  Pelota al medio

La vida de Tito Gonçalvez (nota final)




El momento final de la trayectoria de Néstor Gonçalvez en el fútbol. En la noche del sábado 28 de noviembre de 1970, a los 44′ del partido que Peñarol perdía ante Cerro 1:0 por la segunda fase de la Copa Uruguaya, el Tito levantó sus manos al cielo, clavó los ojos en el césped, e inició caminando la partida hasta el túnel de la Colombes. Lo suplantó Edinson Amoroso, también apodado Tito. Así, sin partido especial de despedida; sin homenajes de ningún tipo y en el transcurso de un encuentro oficial, se clausuró la gloriosa trayectoria de Gonçalvez en Peñarol, única camiseta que defendió durante 12 años en primera división. Había debutado con ella en el pecho, el 28 de abril de 1957, en el mismo escenario en el que ahora se despedía. Detrás aparece Alberto Spencer aplaudiendo, al igual que los jugadores de Cerro, que hicieron un círculo en torno a él en ese momento. Treinta mil personas fueron testigos del adiós.


13 enero, 2017
Habla la historia Pelota al medio

El momento final de la trayectoria de Néstor Gonçalvez en el fútbol. En la noche del sábado 28 de noviembre de 1970, a los 44′ del partido que Peñarol perdía ante Cerro 1:0 por la segunda fase de la Copa Uruguaya, el Tito levantó sus manos al cielo, clavó los ojos en el césped, e inició caminando la partida hasta el túnel de la Colombes. Lo suplantó Edinson Amoroso, también apodado Tito. Así, sin partido especial de despedida; sin homenajes de ningún tipo y en el transcurso de un encuentro oficial, se clausuró la gloriosa trayectoria de Gonçalvez en Peñarol, única camiseta que defendió durante 12 años en primera división. Había debutado con ella en el pecho, el 28 de abril de 1957, en el mismo escenario en el que ahora se despedía. Detrás aparece Alberto Spencer aplaudiendo, al igual que los jugadores de Cerro, que hicieron un círculo en torno a él en ese momento. Treinta mil personas fueron testigos del adiós.

El momento final de la trayectoria de Néstor Gonçalvez en el fútbol. En la noche del sábado 28 de noviembre de 1970, a los 44′ del partido que Peñarol perdía ante Cerro 1:0 por la segunda fase de la Copa Uruguaya, el Tito levantó sus manos al cielo, clavó los ojos en el césped, e inició caminando la partida hasta el túnel de la Colombes. Lo suplantó Edinson Amoroso, también apodado Tito. Así, sin partido especial de despedida; sin homenajes de ningún tipo y en el transcurso de un encuentro oficial, se clausuró la gloriosa trayectoria de Gonçalvez en Peñarol, única camiseta que defendió durante 12 años en primera división. Había debutado con ella en el pecho, el 28 de abril de 1957, en el mismo escenario en el que ahora se despedía. Detrás aparece Alberto Spencer aplaudiendo, al igual que los jugadores de Cerro, que hicieron un círculo en torno a él en ese momento. Treinta mil personas fueron testigos del adiós.

Por Atilio Garrido

En la nota anterior (n.º 15) recordé el retorno de Roque Máspoli a la conducción técnica de Peñarol, luego que los aurinegros demoraron las gestiones para contratar a Washington Etchamendi, permitiendo que fructificaran positivamente las gestiones iniciadas en México por el dirigente de Nacional, Nassim Ache Etchart ante el propio entrenador.

La primera decisión de Máspoli habilitó la vuelta al equipo de Néstor Gonçalvez y Alberto Spencer, en tanto Héctor Silva se reincorporó al plantel, en el proceso final de su recuperación luego de la fractura de una pierna en Asunción, defendiendo la camiseta celeste ante Paraguay por el trofeo Copa Artigas.

El 19 de julio de 1970, por la segunda fecha de la Copa Uruguaya, con triunfo 5:0 ante Sud América, el Tito Gonçalvez recuperó la titularidad con la tradicional camiseta n.º 5, que en aquel tiempo de numeración normal del 1 al 11 de los integrantes del conjunto, identificaba al típico centre half, según el nombre inglés. El centrojás, para el idioma de la tribuna. Una lesión en el partido ante River Plate –el 16 de agosto-  a los 59’ obligó al cambio, ingresando Alfredo Lamas.

HOMENAJE AL TITO EN BELLA UNIÓN POR SU TRAYECTORIA

En aquel tiempo de nuestro fútbol, existía una comunión fraterna entre la AUF y la Organización del Fútbol del Interior, al extremo que cada 25 de agosto, fecha Patria de nuestro país que conmemoraba la declaratoria de la independencia y por lo tanto feriado –no como ocurre en la actualidad-, se conmemoraba el día del fútbol del interior. Esto generaba una gran actividad en diversas ciudades del país, debido a que los clubes profesionales de la capital viajaban a disputar encuentros amistosos. En la referida fecha patria de 1970, Peñarol armó dos equipos. Uno se presentó en Treinta y Tres, frente a la selección local, y el otro actuó en Bella Unión ante el club Uruguay de esa ciudad, que inauguraba su cancha. El cotejo fue una excusa para que los habitantes del departamento de Artigas, realizaran un homenaje a “su coterráneo”, tal como fue promocionado por la prensa local el reconocimiento. Peñarol ganó 7:2 integrando el equipo con Sergio Blanco, Rodolfo Sandoval y Jorge Peralta; Nelson Moraes, Néstor Gonçalvez y Alberto Martínez; Luis Soria, Alfredo Lamas, Luis Esperanza, Luis Lamberck y Sergio Acuña. Es interesante, para mostrarle a las nuevas generaciones el poderío de aquel fútbol uruguayo, recordar los otros jugadores de Peñarol que, en el mismo momento, jugaban en el estadio Municipal de Treinta y Tres el partido a beneficio del hogar de ancianos local. Actuaron Walter Corbo (después Morressi), el chileno Figueroa y Matosas (suplantado por Abreu); Mario González (luego Granoche), Ricardo Soria (Milton Viera) y Caetano (Fonseca); Nilo Acuña, Cortes, Bertochi (Onega), Spencer y Losada. ¡Qué diferencia con los años actuales!

LA HORA DEL RETIRO: 28 DE NOVIEMBRE DE 1970

A pesar que jugó todo el partido en Bella Unión, el Tito no fue considerado para jugar ante Liverpool, Nacional –el clásico de esa primera rueda del torneo en curso, ya citado en el artículo n.º 14 de esta serie-, y Huracán Buceo. Oficialmente reapareció en la actividad el 3 de setiembre ante Cerro en el último partido de la primera rueda del campeonato uruguayo. Integró la delegación que viajó a la ciudad de Posadas, en Misiones (Argentina), jugando el 3 de octubre ante el club Bartolomé Mitre local, en partido organizado para inaugurar la red lumínica del estadio de su propiedad. ¡Otra vez la lesión lo radió de la actividad durante todo el mes de octubre de 1970!

En la puerta del segundo partido ante Nacional y la necesidad de volver a ganar ese partido revancha para poder pelear el título de campeón, aceleró el retorno de Gonçalvez. Lo probaron el 6 de noviembre, en un partido que disputó el equipo principal de Peñarol ante Peñarol de Young que cumplía el cincuentenario de vida. Se llevó a cabo en esa ciudad del departamento de Río Negro. Los aurinegros ganaron 13:0 confirmándose la presencia del Tito en el clásico, cinco días después. La derrota –también comentada en la nota anterior- sumó nueva bronca en el espíritu del gran capitán.

El reglamento del campeonato uruguayo de 1970 culminaba con un hexagonal que disputaban los seis primeros equipos clasificados por la tabla de posiciones que acumulaba los partidos de la primera y segunda rueda. Los puntos se sumaban a los ya obtenidos. Previo a su comienzo fijado para el 28 de noviembre, tres días antes en el estadio Centenario, los brasileños de San Pablo vencieron 2:0 a Peñarol. El partido se llevó a cabo como parte del pago del pase de Pedro Rocha, quién junto a Pablo Forlán, actuó en su nueva institución. Al día siguiente, públicamente, Néstor Gonçalvez anunció que en el partido frente Cerro, que iniciaba el hexagonal final, se retiraba del fútbol.

Ese sábado, con el arbitraje de Alberto Boullosa, Peñarol formó con Walter Corbo, Figueroa y Matosas; Nelson Moraes, Néstor Gonçalvez y Alberto Martínez; Bertocchi, Cortes, Spencer, viera y Nilo Acuña. El rival, Cerro, lo hizo con Ever Almeida, Manicera y Galloso; Ruben Techera (10’ Duarte), Juan Carlos Paz y Suárez; Arzola, Jorge Santos, Ruben García, Marenco y Eugui. El anticipado anuncio del retiro llevó más gente de lo esperado, debido a la campaña irregular del equipo. Algo más de 25.000 personas asistieron al encuentro. A los 17’ un gol de Héctor Eugui puso en ventaja Cerro. A los 43’ de esa etapa inicial Matosas despojó de la pelota a un rival, se sacó de encima a otro, con certero movimiento de cintura, y cuando todos esperaban un pase, tiró la pelota afuera. Acto seguido llegó el momento que muchos hinchas de Peñarol no podían concebir. El Tito levantó sus dos brazos, comenzaron a aplaudirlo los jugadores de los dos equipos que estaban cerca y caminando abandonó la cancha por la línea que marca su mitad, sobre la platea América, encaminándose hacia el túnel de la tribuna Colombes, luego del previo abrazo con Edinson Amoroso, quién ingresó a sustituirlo.

Así, sin estridencias, sin actos protocolares, sin homenajes, sin monumentos, el propio Tito corrió el telón de su trayectoria futbolística con 33 años de edad.

-“Yo dejo el fútbol; el fútbol no me deja a mí –declaró a la prensa-. Me va resultar difícil no ir a practicar, no estar con los compañeros, no oír el pique de la pelota, no recibir la camiseta para el entrenamiento, no vivir la tensión previa a los partidos, no recorrer los pasillos del estadio, no escuchar el ruido de los tapones, no sentir el olor al linimento. No fue una decisión repentina, ni apresurada, sino producto de una larga maduración”.

Esa noche, “cuando colgó los zapatos” –como se decía en aquel tiempo lindo de crónicas floridas y emocionantes en los diarios-, se llevó en el bolsillo le enorme cantidad de nueve campeonatos uruguayos conquistados, tres títulos de campeón de América de clubes y dos del mundo, uno de la supercopa de campeones mundiales y varios otros logrados en torneos internacionales cortos o en partidos con trofeos en disputa. Cuando dejó de jugar, le ocurrió lo mismo que pasó con su vida antes de vestir la camiseta de Peñarol. No pudo descolgar del espíritu los colores amarillo y negro. Se aferró, entonces, a un anillo que portaba en el dedo anular de la mano izquierda, como una forma de sentirse atado a aquel pasado glorioso que clausuró con su alejamiento de las canchas.

EL 8 DE FEBRERO DE 1971 EL ADIOS A LA CELESTE

“Todo pasa y todo queda” escribió el poeta español Antonio Machado. Cuando la figura de Néstor Gonçalvez comenzaba a ser recuerdo, la Asociación Uruguaya de Fútbol, presidida por Américo Gil, resolvió homenajearlo. El Tito volvió a vestir la camiseta celeste y a lucir la cinta de capitán. Salió al frente del equipo y detrás los diez restantes jugadores portaban la bandera del rival de turno, la selección de Alemania Oriental. Aquel 8 de febrero de 1971, la selección uruguaya formó con Walter Corbo, Sandoval  y Nestor Gonçalvez; Jorge Vázquez, Julio Montero Castillo y Aparicio; Pierino Lattuada, Luis Mantegazza, Villalba, Maneiro y Ruben Romeo Corbo.

Comenzó el partido, el capitán tocó alguna pelota y a los cuatro minutos de juego, lo sustituyó Roberto Matosas. Esa noche la concurrencia en las tribunas era menor a la del retiro del fútbol con la camiseta aurinegra. José Pizzo y Mario Oyenard, integrantes del cuerpo de neutrales de la AUF, le hicieron entrega en la mitad de la cancha de una escultura y un banderín.

En ese verano, también se organizó un partido en el parque Dickinson de Salto, ocasión en la cual Gonçalvez volvió a vestir la enseña de la selección. La misma que casi tres lustros atrás, le abrió las puertas del futuro al enfrentar a la selección uruguaya que se preparaba para el campeonato sudamericano de 1957.

EL CAPITAN DESPUES DE LA GLORIA

Desde ese momento, el hombre esclavo de su fama debió enfrentar la vida sin el fútbol. Un año y pocos meses después del adiós (1972), intentó encaminar sus pasos futuros a través de la dirección técnica en dupla con Juan Ricardo Faccio, dirigiendo el primer equipo de Peñarol. Resultó un acto fallido. La guitarra, que tocaba con habilidad desde la juventud y el canto gauchesco  acompañando la música con su apropiada para su voz de trueno, fueron sus compañeros solitarios durante un tiempo. Poco a poco, quedaron por el camino las pertenencias del pasado, adquiridas con el fruto de su esfuerzo en las canchas de fútbol. En plena época de esplendor, en un reportaje aparecido en vespertino Hechos el 24 de noviembre de 1965, el Tito dejó una frase que, a mi juicio, es reflejo de lo que siempre, desde la década del diez del siglo XX, ha ocurrido en este deporte. “El fútbol da de todo si uno lo sabe aprovechar”. Agregaría de mi parte lo siguiente: “a través del muy buen dinero recibido en cada época”. Y el Tito lo aprovechó…

El establecimiento agropecuario con tambo incluido, de 280 hectáreas –una parte arrendada- en el quilómetro 113 de la ruta 7, tres al norte Casupá. El Ford Fairlane de color negro, modelo 57, cambios y botonera automática cuyo costo era de 300.000 pesos, fue su primer auto de lujo, al que siguieron luego dos modelos de Mercedes Benz. Después, los emprendimientos en estaciones de servicios. La lujosa vivienda en Carrasco…

Luego, al gran capitán, al ídolo de multitudes, al férreo centrojás de Peñarol y la selección uruguaya, le llegó –como a todos- el relativo olvido que inevitablemente trajeron los años. Varias cosas, entre ellas el excelente bienestar obtenido con la fuerza de sus piernas, se fueron perdiendo a medida que pasó el tiempo. En ese instante, la mano tendida del club cuya única camiseta defendió en toda su vida, construyó el camino para que el Tito, desempeñando un cargo en Las Acacias, continuara junto a su pasión. Mantuvo intacta su personalidad. Siempre erguido. Firme. Seguro de sus convicciones. Duro de boca. Pocos supieron que cuando la vida y el destino le fueron achicando la cancha, obligándolo a reducirse en un apartamento del Parque Posadas, su vivienda se transformó en un pequeño museo que el Tito atesoró para sí. Como un avaro. Sin exhibirlo a casi nadie de los extraños que llegaban, cada tanto, para revivir su pasado. Guardaba las cosas del ayer, aquellas con las que se crió y luego vivió.

Su tránsito humano por el mundo se clausuró el 29 de diciembre de 2016, a los 80 años. En ese instante una de las lágrimas más gordas y profundas chicoteó el álbum del glorioso Peñarol, sin que nadie manoteara el pañuelo para secarla, porque era un hilo de savia que manaba del robusto tronco del histórico club de las once estrellas. El notable periodista uruguayo Ricardo Lorenzo -popularmente conocido por el seudónimo de Borocotó-, amplio triunfador en la prensa argentina, pintó en una de sus crónicas de forma magistral ese momento tremendo, cuando un ídolo glorioso del fútbol se retira definitivamente de la cancha de la vida. “Cuando el sol se pone es cuando más se agranda”, escribió.

Así ocurrió con Néstor Gonçalvez. Aquella lágrima que cayó sobre su último hálito de vida tiene el mismo destino. ¡Lástima, pena enorme que duele, que en la hora del adiós, allí no estuvieran los jugadores actuales del plantel profesional de Peñarol y, principalmente, los jóvenes que militan en todas las divisiones juveniles, formando guardia de honor para quién tanto hizo por el club al que amó y defendió durante toda su vida! Que descanse en paz.