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Los Matosas padre e hijo




Gustavo Matosas en diálogo con www.tenfield.com con el aeropuerto de Carrasco.


5 octubre, 2017
Sin Categoría

Gustavo Matosas en diálogo con www.tenfield.com con el aeropuerto de Carrasco.

Escribe Atilio Garrido / Fotografía Fernando González (enviados especiales)

El padre

Los Matosas, padre e hijo, tienen una característica en común. Son tímidos. La trayectoria del padre –Roberto- la estudié detenidamente cuando grabé la entrevista con su autobiografía. Llegó a Peñarol procedente de su Mercedes natal en enero de 1960, el mismo día en que Pedro Rocha realizó el viaje desde Salto con idéntico destino. Esa noche, vestidos con traje, camisa de vestir blanca y corbata, posaron juntos en la vieja sede de Peñarol ubicada en la calle Maldonado, en el corazón del barrio Palermo. Enfrente estaba la pensión, en una casa antigua de balcones hacia la calle, donde se alojaron ambos en los primeros tiempos de su estancia en Montevideo.

Roberto Matosas nació el 11 de mayo de 1940. Un año y siete meses mayor que Pedro (3 de diciembre de 1942), esa diferencia de edad le permitió al mercedario su inmediata confirmación en el plantel titular del equipo que aún no tenía director técnico designado. Al llegar Roberto Scarone colocó a Matosas como titular para debutar en un partido clásico que se llevó a cabo en la ciudad argentina de La Plata el 13 de febrero de ese año 1960. Ganaron los tricolores 4 a 0 y lo que pudo ser catastrófico para el debutante, en realidad le permitió demostrar condiciones que lo mantuvieron a flote.

Muy pocos recuerdan e incluso antiguos libros con la historia de la Copa Libertadores de América lo omiten, que Roberto Matosas jugó la primera final de la historia del torneo. Efectivamente, el 12 de junio –siempre del año sesenta- ocupó el puesto de centre half en lugar de Néstor Gonçalvez quien no pudo participar por encontrarse lesionado. Con esta presencia y con apenas cinco meses y monedas de haber llegado a Peñarol, con su tartamudez a cuestas, su carácter de tranquilidad inalterable y su calvicie prematura, Roberto Matosas ingresó por la puerta grande la gloria: dos veces campeón de América (1960 y 1961 donde jugó como titular en las dos finales ante Palmeiras), una del mundo (1961) y de la supercopa de campeones mundiales (1969). Agregó tres títulos de campeón uruguayo (196 0, 1961 y 1962).

En la noche del 7 de febrero de 1964 se despidió de Peñarol con una goleada por cinco goles ante el Santos de Pelé en noche memorable. Por favor, alguien que corrija Wikipedia que dice que Matosas jugó en Peñarol en 1964 y 1965, logrando los títulos uruguayos de esos años. No es así. En esa época y hasta 1968 vistió la camiseta de River Plate de Argentina al ser transferido por la entonces cifra récord de 33 millones de pesos nacionales. A los pocos días un sonado episodio que conmovió al Río de la Plata durante un mes, puso en duda la transferencia. En la clínica del doctor Favaloro encontraron que Matosas tenía una insuficiencia cardíaca finalmente no confirmada.

Retornó a Peñarol, defendió a la celeste en la Copa del Mundo de México 1970 y cuando estaba dispuesto a colgar los botines –después de una temporada en San Luis de Potosi en México-, el Profe de Léon lo llamó para defender al Toluca de México en 1974. Por primera vez en la historia ese club se consagró campeón. Recién entonces Roberto le dijo adiós al fútbol.

El hijo

Pocos años después, en 1985 apareció su hijo, Gustavo, nacido el 27 de mayo de 1967 en Buenos Aires cuando su padre defendía a River Plate. Surgido en las divisiones juveniles de los aurinegros. Con su misma timidez escondida en una gorrita típica de estos tiempos, el lunes pasado ingresó a la sala de embarque del aeropuerto de Carrasco para tomar el vuelo de Copa Airlaines que nos trajo a Panamá. Irreconocible detrás de ese sombrerito, con una barba incipiente y el mismo físico que tenía en su época de jugador, después del abrazo en el reencuentro le preguntamos por su padre.

Gustavo recorre su exitosa carrera de director técnico con dos recientes fracasos en Cerro Porteño y Estudiantes de La Plata, experiencia que quiso realizar en el cono sur de nuestro continente, luego de haber ingresado en la historia de Danubio consagrándose campeón uruguayo 2006/07. Los pasos siguientes lo llevaron a la fama como entrenador en México dirigiendo al León. A partir de enero de 2012 lo llevó al título de campeón en segunda división y subcampeón al año siguiente en la primera categoría. En 2014 llevó a su equipo al título de campeón total del fútbol mexicano, anunciando su retiro en noviembre clausurando su actividad con una notable foja de servicios. En 2015 al frente del poderoso América logró el título de la liga de campeones de la CONCACAF –símil de la Copa Libertadores de América- disputando la Copa Mundial de clubes de la FIFA.

Más allá de esta trayectoria lograda desde el costado de la raya de cal, quedó fija en forma imperecedera aquel Gustavo Matosas vistiendo de corto con la camiseta de Peñarol y Uruguay y el n.º 8 en la espalda. La misma inteligencia para jugar que su padre quién –dicho sea de paso- ocupó casi todos los puestos del equipo de Peñarol, a excepción de la defensa del arco, convirtiéndose en un futbolista polifuncional de categoría. Campeón de la Copa Libertadores de América de 1987, participando en la “final de la nieve” que se llevó a cabo en Tokio ante el Porto de Portugal y campeón de América con gloriosa celeste en 1987 obteniendo el título en su patria de nacimiento, en Argentina, a raíz de aquellos dos triunfos ante Argentina y Chile.