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Manicera y la polémica intervención de Uruguay en el Mundial 1966




La contratapa del matutino "BP Color" del 12 de julio de 1966 después del empate de Uruguay con Inglaterra en el partido inaugural de la Copa del Mundo. En la radiofoto Troche saluda a la Reina Isabel, mientras esperan los demás jugadores para hacerlo.


7 diciembre, 2012
Pelota al medio

La guerra entre los jugadores por los zapatos. El cruce de jueces de la FIFA. Los errores y aciertos de Ondino Viera y una extraña “práctica” con saleros y pimienteros transformados en jugadores.

La contratapa del matutino “BP Color” del 12 de julio de 1966 después del empate de Uruguay con Inglaterra en el partido inaugural de la Copa del Mundo. En la radiofoto Troche saluda a la Reina Isabel, mientras esperan los demás jugadores para hacerlo.

Con la decepción a cuestas por el reiterado fracaso en la Copa Libertadores de América de 1966, Nacional desarrolló desde fines de abril una extensa actividad en partidos amistosos a nivel local y algunos en la Argentina. Esos compromisos –con excepción del primero–, los encaró con un equipo integrado por los jugadores que no fueron convocados para defender a Uruguay en la Copa del Mundo de Inglaterra, las nuevas adquisiciones y una importante cantidad de elementos de las divisiones inferiores, que concretaron su debut en primera división. Los casos más notorios fueron los del mercedario Ildo Maneiro con 18 años y, meses antes –en marzo de 1966–, habían estrenado juntos, en otro amistoso frente a La Luz: Juan Martín Mujica procedente de Rampla Jrs. y Víctor Espárrago que llegó desde el otro equipo de la Villa. De los albicelestes de Cerro.

LA GIRA PREVIA Y LAS ELIMINACIONES

Nacional aportó nueve de sus jugadores a la selección uruguaya que embarcó, rumbo al viejo mundo, para realizar una gira premundialista con un plantel de 26 futbolistas. Fueron ellos el golero Roberto Sosa, los zagueros Jorge Manicera y Emilio Álvarez, el lateral Juan Martín Mujica, los volantes Milton Viera, Víctor Espárrago y Luis Ramos, y los delanteros José Urruzmendi y Domingo Pérez.

Peñarol, cuyo equipo se consagró Campeón de la Copa Libertadores de América en mayo de 1966, sumó diez jugadores –entre ellos sus dos golero, Ladislao Mazurkiewicz y Walter Taibo–, además de los defensas Pablo Forlán, Néstor Goncalvez, Omar Caetano y Nelson Díaz, y los volantes y atacantes Julio César Cortés, Pedro Rocha, Julio César Abbadie y Héctor Silva.

Los restantes jugadores que salieron de Montevideo fueron: Horacio Troche (Cerro), José Sasía (Defensor), Luis Ubiña y Eliseo Álvarez (Rampla Jrs.), Carlos Martínez (Fénix) y Héctor Salva y Vladas Douksas (Danubio).

La excursión comenzó con un triunfo ante Israel en Tel Aviv, viajando luego a Europa donde realizó otros cuatro partidos. Después de jugar ante el Barcelona, donde Uruguay jugó con un equipo distinto en cada tiempo, el entrenador Ondino Viera definió el plantel de 22 jugadores a inscribir en la Copa del Mundo, eliminando a los cuatro restantes. Fueron ellos, Julio César Abbadie de Peñarol, Carlos Martínez zaguero de Fénix, Vladas Douksas de Danubio y Juan Martín Mujica de Nacional.

Jorge Manicera se refirió a este episodio en “Estrellas Deportivas” No. 106, del 26 de setiembre de 1979, publicada por “El Diario”, atribuyendo al mismo un efecto nocivo para los futbolistas que quedaron integrando el plantel. Señaló que “El panorama ya arrancó complicado desde la gira previa, cuando se envió de vuelta a cuatro compañeros por aquella famosa reducción del plantel. Creo que se debió haber elegido antes de salir, y no hacer regresar a cuatro muchachos integrados al núcleo y que tenían la lógica esperanza de estar en Londres. Los restantes integrantes del plantel ofrecimos solventar los gastos para que continuaran con nosotros, pero los dirigentes se opusieron argumentando problemas de organización”.

LAS DISCUSIONES POR LOS ZAPATOS: PUMA O ADIDAS

Al llegar a Londres surgió un problema imprevisto, en el que nadie había pensado por desconocimiento del tema vinculado con las prendas deportivas y el avance que comenzaba a generarse en el mundo de los “reclames”, como se conocía entonces a lo que después marketing, publicidad, merchandasing, etc.

Dos hermanos alemanes, de apellido Dassler, siendo jovencitos comenzaron a fabricar zapatos de fútbol. En 1948 se pelearon “por cuestiones del momento” –como decían antiguamente las crónicas policiales–, y se separaron. Adi Dassler, que así se llamaba uno de ellos, fundó en ese momento Adidas, integrando letras de su nombre y apellido. El otro, dos años mayor, Rudolf Dassler, en ese momento creó su propia firma a la que llamó Ruda, copiando a su hermano menor. A los pocos años modificó el nombre por el de Puma.

El mundo comenzó a avanzar –sin la velocidad explosivo de los tiempos actuales–, y la publicidad pasó a convertirse, poco a poco, en la vedette de cualquier producto. Entonces, para una marca de zapatos de fútbol, ¿qué mejor que utilizar los pies de los jugadores para promocionarlos? El avance de la televisión hizo el resto.

La Copa del Mundo de 1966 fue la primera televisada con la seriedad de entonces, a color y con una posterior película que tuvo difusión mundial. En ese escenario, a medida que las delegaciones iban arribando a Londres para disputar la Copa del Mundo, cada hermano por su lado, con sus agentes de venta y traductores, caían sobre los jugadores para contratarlos. ¿Se imaginan lo que fue aquello para los uruguayos? Nuestros futbolistas utilizaban zapatos de fabricación nacional. Los hacían zapateros sin mucha instrucción sobre el tema y con los elementos que tenía a mano. Al llegar a Londres, no sólo les ofrecían plata para lucir los zapatos en los partidos, sino que también le suministraban varios pares de calzados a cada uno. Y tratándose de uruguayos, ante un ofrecimiento de este tipo, se generaron las inevitables discusiones y polémicas. Al final, en lugar de buscar una negociación colectiva –como ocurrirá después, en los tiempos que la selección era liderada por Rodolfo Rodríguez, y luego por Enzo Francescoli–, cada jugador de Uruguay, en 1966, arregló por su lado. Conclusión: al salir al campo de juego algunos jugaban como Puma (por ejemplo Rocha y Héctor Silva) y otros con Adidas (Nestor Goncalvez y Mazurkiewicz). Es decir que, ni siquiera entre compañeros de un mismo equipo –en este caso de Peñarol–, hubo acuerdo.

Jorge Manicera –creo que calzó zapatos Adidas–, se refirió a este tema, en la nota citada, como otro de los factores que alteró la convivencia: “Después, apenas llegados a Londres la discusión sobre si jugábamos con Puma o Adidas, todo lo que fue generando un clima totalmente inconveniente para la tranquilidad necesaria de un plantel que afronta un compromiso de ese tipo”.

LOS ERRORES DE ONDINO AL INTEGRAR EL EQUIPO

Analizada con el paso del tiempo se registraron episodios y hubo decisiones del entrenador Ondino Viera que no parecen adecuadas.

Peñarol se había coronado en mayo, nada menos que Campeón de la Copa Libertadores. Debido a que en sus planteles había varios elementos extranjeros que no podían actuar en la selección (el paraguayo Lezcano, el ecuatoriano Spencer y el peruano Joya), lo que parecía aconsejable era tomar la base de los aurinegros y buscar los jugadores para sustituir a quienes estaban impedidos de vestir la celeste quienes, en realidad, eran dos. La solución parecía “cantada”: Troche o Manicera como back derecho en lugar de Lezcano y el veloz Domingo Pérez por Juan Joya en la punta izquierda. O sea que, como ocurrió en 1950, todo indicaba que Ondino trabajara con este equipo: Mazurkievicz; Forlán, Manicera o Troche, Nelson Díaz y Caetano; Cortés, Goncalvez y Rocha; Abbadie, Silva y Domingo Pérez. Le quedaban al entrenador –en este caso supuesto–, variantes o alternativas importantes para manera: Luis Ubiña de Rampla Jrs. por Forlán; Milton Viera –que era el sobrino del técnico–, por Cortés; “Pepito” Urruzmendi por Abbadie si el “Pardo” necesitaba algún descanso y Sasía por Silva en el ataque.

En la gira, en lugar de definir un equipo sobre la base anunciada, Ondino se dedicó a hacer pruebas. ¡Tantas que en ningún partido repitió la misma integración! Y llegó al colmo que, ante Barcelona colocó once jugadores en el primer tiempo, con la base de Nacional, y cambió a los once para el segundo, con la base de Peñarol. Jugaron en tiempo sin posibilidad de hacer cambios durante el partido: Mazurkiewicz, Ubiña, Troche, Manicera y Caetano; Cortés, Viera, Goncalvez y Rocha; Héctor Silva y Domingo Pérez.

ONDINO EXPLICÓ LA TACTICA CON SALEROS Y PIMIENTEROS

Jorge Manicera, en una fotografía del mundial de 1966. Eran a color, pero “pintadas”, en los talleres de los diarios.

Así se llegó al 11 de julio de 1966. Por razones del sorteo o no, el partido inaugural lo disputaban en el mítico estadio de Wembley, el dueño de casa, Inglaterra, ante Uruguay. Por primera vez en la historia de los mundiales el partido llegaba en directo a varios países que tenían adelantos tecnológicos para recibirlo de esa forma y, en algunos casos, a color. En Uruguay las incidencias se observaron en blanco y negro dos días después. Me veo adolescente, desarrollando mi acelerada etapa de autodidacta del periodismo deportivo, escuchando la narración de Carlos Solé por las ondas de CX 8 Radio Sarandí.

Ondino Viera lanzó a la cancha once jugadores que nunca habían actuado juntos. Es decir, estrenó un equipo. Eso sí, el día previo reunió a todo el plantel y a sus ayudantes (Juan López, el Prof. Omar Borrás y los kinesiólogos Dante Cocito y Carlos Abbate) alrededor de una mesa. En esa instancia, utilizando saleros y pimienteros “paró” en esa cancha a los dos equipos y les explicó a los jugadores titulares lo que tenían que hacer.

De este episodio existe una anécdota imperdible. En un momento, Juan López encargado de mover a los “jugadores” de plástico, con la mano volteó un salero. El kinesiólogo Cocito que estaba al lado de Goncalvez, le dijo al oído: “¿Qué hago Tito? ¿Entro a asistirlo o no?”

En el césped de Wembley el partido salió tal y como Ondino Viera lo había anticipado. Empataron 0:0. Los diarios resaltaron a todo titular la “hazaña”: “Wembley, un imperio celeste”, tituló en la portada “BP Color”. Y en la contratapa, con una radiofoto donde la Reina Isabel saluda al capitán Horacio Toche, el título apuntó a Colombes 1924: “Ráfaga celeste en Wembley”. Los hinchas salieron a festejar en manifestación por la Avda. 18 de julio (esto para los que dicen que antes no se festejaban empates) y los diarios mostraban la fotografía del Presidente de la República, Alberto Heber, escuchando la radio en su despacho. ¡De otro tiempo!

Jorge Manicera destacó en la nota aludida la labor de Ondino Viera, sus conocimientos y aquel inusual ensayo con saleros y pimienteros. “A pesar de todo en el debut anduvimos muy bien, pues salió todo lo que don Ondino había planificado. Era un fenómeno para saber qué podía pasar en cada partido y prever los movimientos de cada uno de nosotros en función de lo que fuera a hacer el rival, que por otra parte también conocía de antemano”.

URUGUAY PERJUDICADO POR CRUCE DE JUECES

En el segundo partido, ante Francia en la ciudad de White City, los galos se pusieron en ventaja por ejecución de un penal cometido por Manicera. Estaba sentido y en duda. Jugó con esa merma física y así nació la incidencia. Luego Uruguay lo dio vuelta y ganó 2:1. Héctor Silva, lesionado, dejó su lugar a José Sasía. En el cierre del grupo, en un partido desesperante por el dominio que ejerció México, los celeste mantuvieron el 0:0 y clasificaron con cuatro puntos para los octavos de final.

Los resultados determinaron los enfrentamientos entre Inglaterra-Argentina y Uruguay-Alemania Occidental. Ondino sacó del equipo a su sobrino, Milton Viera y colocó a Héctor Salvá, retornando Silva en lugar de Sasía. La FIFA había establecido previamente, que a partir de esta instancia actuarían jueces que no pertenecieran a las naciones que ingresaban a la misma. Cual si fuera un pirata moderno, el inglés Stanley Rous, presidente de la FIFA, manipuló los jueces, dejó de lado lo resuelto y “cruzó” los árbitros. Un inglés conduciría Uruguay-Alemania Occidental y un alemán actuaría en Inglaterra-Argentina. Y pasó lo que tuvo que pasar y previó Rous. Los dos árbitros, escandalosamente, favorecieron a los europeos. El más penoso arbitraje fue el que le tocó en suerte a Uruguay.

Jorge Manicera no olvidaba lo ocurrido y así lo reveló en la nota ya citada: “En el cuarto partido contra Alemania la cosa empezó mal porque los dirigentes, tanto los uruguayos como los argentinos, se dejaron cruzar los jueces. Es decir, juez inglés para nosotros y alemán para el partido Argentina-Inglaterra. Después la pelota que luego de pegar en el palo entró y no se dio el gol y aquella mano evidente de Schnellinger, tampoco sncionada con penal. Hasta llegar a la mala suerte del primer gol donde la pelota pegó en Troche y descolocó a Mazurkiewicz. En fin… Todo se dio en contra desde el principio”.

Uruguay perdió 4:0 y quedó fuera de la Copa del Mundo.