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Más allá de la dupla Lasarte-Tulbovitz





17 diciembre, 2016
Columnistas

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Tulbovitz, Lasarte y Andrés Scotti

El entrenador de Nacional Martín Lasarte y su preparador físico Marcelo Tulbovitz (junto a sus ayudantes Sebastián Eguren y Rodolfo Neme) empezaron a ganar el Campeonato antes de que empezara. Escudriñaron el panorama sin perder tiempo. Se diría que dormían con un sólo ojo y el que mantenían abierto era una pupila vidriosa. Supieron desde el comienzo cuál era la sellada del álbum y no cejaron hasta que José Luis Rodríguez se las consiguió. Y entretanto amalgamaron, pusieron a punto, pasaron las claves al coro polifónico, desde las voces agudas de Diego Polenta, el Capitán que decidió quedarse,  a la bondad de chiquilín de piernas combas de Hugo Silveira, la promesa con se quedó Lasarte mientras veía a Peñarol contratar una especie de  Dream Tean de las promesas, pero en Nacional tenían la garantía del Papelito y contrató también pertenencia con Arismendi y Viudez y al final, culminando las buenas gestiones del “Puma” Rodríguez, llegó Ligüera.

Después no tengo mucha idea. No vi jugar a ninguno de los grandes sino a cuadros chicos que les complicaron la vida a los dos e hicieron del campeonato un deleite, pese a la deriva que desde hace muchos años siguen las hinchadas en la dirección trágica de las de Peñarol y Nacional, pero es la tercera vez que Lasarte toma Nacional y la tercera que lo saca Campeón Uruguayo. Es la segunda vez que Tulbovitz es Campeón Uruguayo con Nacional (la anterior en el cuerpo técnico de Marcelo Gallardo) y eso no es casualidad.

Y subió a Primera el club de la mejor Barra Brava (así, con mayúsculas), porque brava, lo que se dice brava, de esas que te hacen ganar campeonatos, de esas que te hacen permanecer dos categorías por encima de a la que el club podría aspirar, es la barra de El Tanque Sisley.

Ustedes dirán, “pero si la barra brava de El Tanque Sisley no existe; si apenas si existe El Tanque Sisley”. Es que la Barra Brava de El Tanque Sisley pasa desapercibida porque opera por omisión. No tiene a nadie que le grite a un jugador: “¡Esto es El Tanque, Papá!”, con esa jactancia de aprete soberbio, que ya ni lo digo por los grandes porque he llegado a oír gritar así “esto es Defensor” (¡qué falta de respeto al camión de Manfré!).

En la antepenúltima fecha encontré en el Nasazzi al gerenciador de Boston River (para muchos la sorpresa del Campeonato), el Tito Sierra. “¡Qué vivo -le dije un poco en broma, un poco en serio-, vos porque no tenés hinchada”. “Ni quiero -me contestó en el mismo tono- a los que se arriman, los echo (refiriéndose a los perjudiciales, por supuesto).

Lo cierto es que en el silencio de la platea de Boston River, sin zarandear al alambrado ni putear inútilmente, suenan claritos los resultados de las investigaciones que durante la semana parece que realizaran algunos hinchas (verdaderos servicios de información e inteligencia de la vida de los jugadores rivales -un entrenador de otro equipo me contó que le asombra que alguien se dedique a obtener semejante información, con bastante eficacia informativa, lo que supone una pérdida increíble de tiempo) pero sobre todo, se oyen sin interferencias las indicaciones del entrenador Alejandro Apud a sus dirigidos, puro fútbol (las de otros entrenadores pierden comunicación porque les hacen ruido las muy contradictorias indicaciones gritadas por treinta o cuarenta directores técnicos opositores pegados al alambrado).

¿Y qué más se puede decir de Peñarol? Carece de una barra brava como la de El Tanque Sisley, aunque para el clásico empezó a intentar formarla al no darles las entradas a los que le hacen perder puntos, pero a eso se suma que en estos años ya hace muchos que las señas de la buena sastrería londinense son yeta. Dicen que no pusieron nombres de jugadores a las tribunas porque eran demasiados y no hubiesen podido elegir sólo tres o cuatro, pero tenían varios criterios objetivos de consenso para elegirlos sin que fueran más: uno pudo haber sido el de los capitanes emblemáticos de Peñarol campeones del Mundo con la celeste o la aurinegra (son exactamente cuatro, daban justo, no había barullo). En fin…

Creo, estoy convencido, científicamente, que Nacional gana también con Porte, Scarone y Atilio García, el que dejó la vida en la cancha, el mejor jugador del mundo de su época, su mayor ídolo de todos los tiempos. José Luis Rodríguez, Lasarte, Tulbovitz, Polenta, Silveira, Kevin Ramírez, Martín Ligüera, Sebastián Fernández y sus compañeros, supieron acompañarlos.


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