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“Nacho de noche”, Eustaquio Sosa y el “Tito” Goncalvez cantando “Los 33”




El "Tito" Goncalvez hoy, pronto para que lo llame Eustaquio Sosa y los junte "Nacho" para cantar "Los 33".


10 abril, 2013
Columnistas Pelota al medio

Reflexiones surgidas esta madrugada durante mi “desvelo”, escuchando el programa de CX 30 Radio Nacional, “Nacho de Nacho”. Primero me deleité con Gladys, la esposa de Julio Pérez, contando recuerdos del Campeón del Mundo y cerrando con un poema de lujo que le escribió a su esposo, fallecido hace 11 años. Después…

El "Tito" Goncalvez hoy, pronto para que lo llame Eustaquio Sosa y los junte "Nacho" para cantar "Los 33".

El “Tito” Goncalvez hoy, pronto para que lo llame Eustaquio Sosa y los junte “Nacho” para cantar “Los 33”.

El Prof. Carlos Lacalle le contaba a su hijo adolescente, que una de las cosas difíciles de sobrellevar es “desvelarse”. Claro, en aquel tiempo -fines de la década del cuarenta del siglo pasado-, con la radiotelefonía en auge, igualmente las estaciones no transmitían en horas de la madrugada. Entonces, inevitablemente, el “desvelado” vivía el drama de todos los que alguna vez han pasado por esta insoportable situación. Varias y eternas vueltas en la cama, hacia derecha e izquierda; un rato boca arriba y… la mente que empieza a volar para cualquier lado. Y surgen pensamientos de todo tipo y color. Desde hace ya unas cuántas décadas, ese estado de ansiedad insoportable que comienza a vivir el “desvelado”, dispone de una vía de escape. Una salida. Encender la portátil con el auricular, cosa de no molestar, ni incomodar a la doña que duerme al lado, y… ¡escuchar la radio!

La Sport llena la madrugada repitiendo los programas grabados de la tarde. Idéntico criterio adopta radio Uruguay -que dicho sea de paso está muy bien armada-. El Espectador después que termina Dolina, ahora -desde hace unas semanas-, saca al aire un programa de Tarot y Buzios. Así, recorriendo el dial, encontré en vivo “Nacho de noche”, a cargo de ese fenómeno polifuncional y dinamizador permanente de la cultura uruguaya que es Ignacio Suárez. Con justicia plena, reconocido como “Ciudadano Ilustre de Montevideo”, este rochense tan sólo con ser el autor de “Los Boliches”, es una figura nacional y sudamericana. Ameno, grandemente informado de la actualidad, además de ser poseedor de una gran experiencia popular por haber sido protagonista de primera línea de aquella bohemia montevideana que arrancó a fines de los cincuenta, lleva adelante cuatro horas entre las dos y las seis de la mañana. No es la primera vez que “Nacho de noche” me ayuda a soportar el “desvelo”, aquella cosa “difícil de sobrellevar y uno de los peores castigos para un ser humano”, que el papá Profe de historia le contaba a su vástago, cuando éste ya soñaba con convertirse en el único militante del Partido Nacional que llegó a la Presidencia de la República por el voto popular.

Esta madrugada -no se a qué hora, porque el secreto del “desvelado” es escuchar la radio a oscuras para que la magia y el misterio se agrande mientras espera que el sueño retorne-, apareció “Nacho” en diálogo con la voz de Eustaquio Sosa, otro olimareño “grosso” de la cultura gauchesca y nacional. Y este hijo de La Charqueada, hermoso nombre que se mantiene vivo a pesar de la decisión absurda de gobiernos pasados a los que se les ocurrió cambiarle el nombre a varios pueblos del interior, entre ellos a La Charqueada que hoy se denomina General Enrique Martínez, empezó a recordar su llegada a Montevideo, lleno de ilusiones en busca de su destino.

-“Y me fui a Teluria a ver qué podía hacer con mi guitarra y mis versos”, recordó Eustaquio nombrando a aquel verdadero templo de la nocturnidad montevideana, en la subida de Cuareim a metros de “la 18”, donde se juntaban todos los que soñaban en grande. Donde la “Negra” Sosa iba a escuchar a su marido y no a cantar porque no la conocía nadie, cuando vivían en pareja en nuestra capital. Aquel Teluria cuya historia está por escribirse y quién sabe si “Nacho” no se le anima para dejar imperecedero un pedazo grande de aquel Montevideo que no volverá. Y Eustaquio siguió con una anécdota…

-“Resulta que ahí a Teluria cayeron unos venezolanos con Isidro Contreras a la cabeza. Y allá en Treinta y Tres, el que se enloquecía por la música venezolana era Rubén Lena, que había ido de viaje y trajo unos discos que escuchaba todos los días. Entonces agarré a los venezolanos, me los llevé a Treinta y Tres con todos los instrumentos, llegué a la casa de Ruben, me metí y le dije a la Reina (entre sueños creo que dijo ese nombre), que era la esposa, que le iba a dar una sorpresa al Maestro. Lo fue a buscar y los venezolanos lo recibieron tocando un joropo. Rubén no lo podía creer…”

Después de este recuerdo Eustaquio dejó la cancha de la vida y la música para meterse en la del fútbol. Y por eso nació esta nota a raíz de la anécdota que le contó a “Nacho”:

Nestor Goncalvez al lado Gaston Guelfi y la Copa 1966

El “Tito” en la cima. Campeón del Mundo de Clubes en 1966 ganándole la final al Real Madrid 2:0 en “Chamartín”. Después, habla en la cena. A su derecha el Presidente Cr. Gastón Guelfi; el técnico Roque Máspoli y el “Tano” Zeni que era el que hacía el cuadro…

-“Entre una cosa y otra me hice amigo de los venezolanos que se quedaron a vivir acá. Compraron una casa en Malvín. Habían pasado unos años y una noche me llaman por teléfono. ‘Oye Eustaquio, vente ahorita para casa, acá en Malvín, que te estamos esperando’. Bueno, yo que sé, me tomé el ómnibus desde el centro y me fui. Cuando llegué, en la puerta estaban los venezolanos tocando, con el ‘Tito’ Goncalvez y el negro Spencer cantando Los 33, mi canción. ¡No te imaginás, ‘Nacho’, lo que fue aquello!” (Nota: “Los 33” es un verdadero himno, una canción hermosa, de la cuál Eustaquio es el autor).

Los recuerdos de Eustaquio traen al tapete y es necesario rescatarla del olvido, una faceta muy poco conocida de un grande del fútbol de todos los tiempos como lo fue Néstor Goncalvez. El “Tito” siempre tocó muy bien la guitarra y con su voz gruesa y potente, resultó ser un gran intérprete de canciones camperas. Curtía el vicio por la trova gauchesca que adquirió allá lejos, en Isla Cabellos, el pueblo artiguense donde los Reyes Magos le pusieron una guinda No. 5 arriba de los botines, para transformarlo en el digno heredero del “Gallego” Lorenzo y de Obdulio. ¡El “Tito”! Que por suerte por ahí anda pletórico y entusiasta, como para que Eustaquio le pegue un tubazo, “Nacho” los junte y entonen a dúo. El asado, el beberaje y el quincho los pongo yo. ¡Salute!