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¡Nacional ganó a Peñarol 4:0 con cuatro debutantes!




"El Gráfico" de aquel tiempo y el título que lo dice todo: "El milagro de los botijas". Techera grita el triunfo y en la foto grande Luis Varela no logra impedir el gol de Domingo Pérez. En el detalle de la izquierda, "Cascarilla" Morales abre el tanteador.


9 noviembre, 2012
Pelota al medio

Continuando con la biografía de Jorge Manicera, toca hoy el turno de recordar aquel “clásico” del 30 de enero de 1966 cuando Nacional hizo debutar a Techera, Virgili, Montero Castillo y Morales. Un equipo con jugadores que nunca habían jugado juntos, no podía ganarle, de ninguna manea, a aquel Peñarol de Máspoli y los negros: Spencer y Joya. Pero…

“El Gráfico” de aquel tiempo y el título que lo dice todo: “El milagro de los botijas”. Techera grita el triunfo y en la foto grande Luis Varela no logra impedir el gol de Domingo Pérez. En el detalle de la izquierda, “Cascarilla” Morales abre el tanteador.

El éxito deportivo y principalmente económico que generó la puesta en marcha de la Copa Libertadores de América y la Intercontinental, originó la necesidad de ampliar la competencia para incrementar el “fútbol espectáculo” y el “fútbol negocio”. Una vez más los dirigentes uruguayos estuvieron a tono con la historia y se convirtieron en los abanderados de los cambios reglamentarios.

Peñarol, desde cuya presidencia el Cr. Gastón Guelfi impuso su firme y silencioso estilo de conducción, planteó en la Confederación Sudamericana la profunda modificación reglamentaria. A partir de la edición de 1966 cada país clasificaría a los clubes campeón y vice del torneo local. En la primera ronda de grupos dos instituciones accederían a la ronda semifinal a la cual, directamente, continuaba ingresando el poseedor del título de la temporada anterior, con la obligación de enfrentarse en esa instancia a los equipos de su país para evitar que a la final arribaran dos clubes de la misma nación.

En los hechos y de acuerdo a la realidad de nuestro fútbol de entonces, Uruguay se aseguraba la permanente presencia de Nacional y Peñarol, lo que ampliaba el negocio a raíz de las recaudaciones que se iban a generar al agregarse nuevos “clásicos” al calendario anual. Así había ocurrido en 1962 cuando Peñarol, Campeón de América de 1961 ingresó directamente a semifinales, instancias en las que enfrentó tres veces a Nacional, que participó por primera vez en la Copa Libertadores comenzando en la fase de grupos.

Lo previsto por los dirigentes de Peñarol liderados por el Cr. Guelfi se cumplió a la perfección. En la edición de 1966 de la Copa Libertadores se llevaron a cabo cuatro “clásicos” que quedaron para siempre en la memoria de quienes asistimos a ellos.

¡AQUEL EXITOSO RIESGO QUE CORRIÓ JULIO MACEIRAS!

En el verano de 1966 trabajaba en el matutino “El Debate”. El Jefe de Deportes, Trifón Ilich, me encomendó la nota con el nuevo técnico de Nacional que había sido designado. Tenía la difícil misión de enfrentar a Peñarol, en el debut del grupo 3 de la Copa Libertadores, que también integraban Wilsterman y Municipal de Bolivia y Emelec y 9 de Octubre de Ecuador. Entrevisté a Julio Maceiras en el campo de fútbol del club Nacional de Regatas. La sede estaba en la Aduana, en el muelle, pegada a la del Rowing y enfrente, también en el predio aduanero, se encontraba la cancha de fútbol con su terreno pelado.

-“El rendimiento del equipo es una incógnita. Voy a poner a los cuatro jugadores recientemente comprados. Lo único que voy a mantener es el triángulo final”, confesó Maceiras. Me miraba con aquellos ojos bonachones y cierta comprensión saltando por encima de los 22 años que nos separaban de distancia en la vida. Él desde sus 39 abriles, con la larga experiencia acumulada en el fútbol, no comprendía mucho los garabatos taquigráficos que rápidamente yo escribía en una libreta registrando así, textualmente, sus palabras. ¡Los grabadores portátiles se encontraban en estado embrionario! ¡No existían!

De ninguna manera el nuevo Nacional de Maceiras podía ganarle al equipazo que tenía el Peñarol de Máspoli, aquel “clásico” por la Libertadores, el 30 de enero de 1966. Pero…

-“El milagro de los botijas” tituló Héctor Onesime la nota en “El Gráfico” de Argentina. “Un triunfo que promete futuro” fue el título a ocho columnas de “El Diario” uruguayo, cuyo comentario tenía otro título laudatorio: “Nacional abrumó anoche a Peñarol en juego y goles”.

El equipo que nunca había jugado junto. Arriba desde la izquierda: Techera, “Cococho”, Montero Castillo, Hugo Fernández, Manicera y Sosa. Abajo: Domingo Pérez, Viera, Virgili, Ramos y “Cascarilla” Morales.

Sobre la base anunciada del “triángulo final” que llevaba años en el club (Roberto Sosa en el arco, Jorge Manicera y Emilio Álvarez),  el técnico Maceiras se animó a incluir y hacer debutar nada menos que un “clásico” tan trascendente, a los cuatro jugadores que el club adquirió en ese polémico mes de enero para Nacional, como consecuencia de la desvinculación de José Francisco Sanfilippo. Desde Rampla Jrs. llevó Ruben Techera, nacido en Empalme Olmos. Era un rubio y aniñado “volante central” –según la nueva definición con que comenzó a denominarse al antiguo “centrojás”–, que esa noche veraniega brilló a gran altura. En una innovación llamativa, Maceiras colocó como half derecho a otro futbolista adquirido. Julio Montero Castillo, con sus piernas largas, su delgada figura de casi un metro noventa y su pelo ensortijado, actuó en un lugar donde nunca antes lo había hecho. Proveniente de Liverpool jugaba con el No. 5 en la mitad de la cancha y, eventualmente, como No. 3 en posición de back izquierdo. Las otras dos innovaciones estrenaron en la delantera.

Orlando Virgili era un “canario” nacido en Los Cerrillos, de familia de bodegueros con buen pasar económico y estudios realizados, que había sobresalido en Sud América jugando de centreforward. Era un “tanque”. No sólo por la potencia física, su gran remate de distancia y su entrega. También por su cuerpo de titán. Completó el cuadro de los debutantes Julio César Morales en la punta izquierda. Provenía de Racing donde acumuló años de experiencia desde su temprano debut con los albiverdes. Un mes y medio antes había cumplido 20 años. Techera y Virgili apenas tenían 19 carnavales y Montero Castillo era el más “viejo” porque estaba próximo a cumplir los 22…

TRES GOLES DE TRES DEBUTANTES ALBOS

En síntesis, Nacional con Sosa, Manicera y “Cococho”; Montero Castillo, Techera y Hugo Fernández; Domingo Pérez, Viera, Virgili, Ramos y Morales ganó en forma rotunda y contundente por 4:0. ¡La magia del fútbol! Una formación que nunca había actuado conjuntamente, con cuatro debutantes absolutos en el club, aplastó al impresionante Peñarol formado con Mazurkiewicz, Lezcano y Varlea; _Forlán, Goncalvez y Caetano; Abbade, Rocha, Silva (43’ Cortés), Spencer y Joya.

Tres debutantes marcaron en hilera los primeros tres goles. A los 18’ entró al área Virgili por la derecha y remató con toda su fuerza. El “bombazo” cruzó el arco. Mazurkiewicz en lugar de arrojarse con las manos intentó cortarlo con los pies. La pelota siguió hacia la izquierda donde llegó “Cascarilla” Morales ganándole la espalda al cierre de Forlán y tocó corto de zurda mandándola a guardar!

La sorpresa aumentó a los 29’ cuando Techera capturó una pelota en las afueras del área. Observó a Mazrukiewicz adelantado y magistralmente le pegó de “emboquillada” como se decía en el pasado, con más dirección que fuerza. El esférico describió una parábola, supero al golero y se metió suave, por aire, en el medio del arco de Peñarol. Con ese 2:0 favorable a Nacional terminó el primer tiempo.

El golazo “petroniano”(porque se parecía a los que marcaba Pedro Petrone), que convirtió Orlando Virgili. Atrás la Platea, Tribuna América y el Palco Oficial cuando todavía esa instalación no se había ampliado.

Para narrar lo que vieron aquella noche mis ojos a los 62’, y que la memoria no olvida, apelo a la leyenda de la fotografía de “El Diario”. Dice así: “Un gol verdaderamente petroniano fue el que conquistó el piloto Orlando Virgili, el tercero para Nacional. El joven y dinámico delantero, luchando con Juan Vicente Lezcano, se fue por la izquierda guapeando siempre. Ya casi sin ángulo, despidió un shot realmente atómico. La pelota salió como un bólido de su pie derecho y cuando Ladislao Mazurkiewicz intentó defensa –como se aprecia en la foto–, ya el esférico había sacudido la red con espectacularidad. Un golazo, un cañonazo digno de nuestros mejores astilleros”.

AQUEL FAMOSO HINCHA DE PEÑAROL LLAMADO LISTA…

Ocho minutos después –a los 70’–, Nacional cantó cuaterno con un gol bastante insólito. Atacando hacia el arco de la Ámsterdam los albos desequilibraron por la derecha con pase largo para Domingo Pérez que corría con la velocidad del avión. Llegó casi al fondo, sobre la raya, pegándole a la pelota con dificultad, enviando el centro al área, cayendo al suelo tras la acción. La pelota tomó altura, superó la salida de Mazurkiewicz que buscó interceptar el envío y de manera poco creíble –como si se jugara en la altura de La Paz–, el esférico “dobló” y se metió en el otro ángulo, en el derecho del marco aurinegro.

Minutos antes de terminar el partido mis retinas recuerdan con precisión otra escena inolvidable. Por aquel tiempo y desde muchos años antes, Peñarol tenía un hincha rabioso que era conocido por todos. Su apellido era Lista. Siempre que jugaba Peñarol él ocupaba la primera butaca, sobre el pasillo central, de la última fila de la Platea América. Allí estaba, siempre impecable. Era el tiempo cuando los hinchas concurrían a los partidos de fútbol con traje, camisa, corbata y zapatos de calidad. Así vestía Lista. Tenía una voz ronca. Cerraba su puño derecho, lo agitaba al viento y gritaba “Peñarol arriba nomá…” Era amigo de los dirigentes y jugadores del club. También aquel era la época donde comenzaban a utilizarse las radios a transistores. Las radio portátiles. Las famosas “Spika”. Los aficionados las llevaban a las tribunas para escuchar el partido mientras lo observaban. Aquella noche, enfurecido por la goleada, Lista dejó su butaca, comenzó a irse y en el camino agarró la pequeña radio con su mano derecha y la explotó con toda la rabia golpeándola contra el suelo. Imposible olvidarlo…

Cuatro a cero y baile… Nacional creyó que tenía en sus manos la fórmula para destruir a aquel Peñarol que parecía invencible. Pero… ¡seguimos en la próxima nota!

 

 


Etiquetas: Jorge Manicera