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Paulinho igual que Eusebio




La fotografía muestra el gol de Eusebio ante Peñarol en el estadio Centenario el 19 de setiembre de 1961, en el tercer partido decisivo de la final de la Copa Intercontinental. La clavó en el ángulo superior derecho del arco de la tribuna Colombes, en el mismo sitió que el brasileño Paulinho el jueves. Maidana se arrojó -al igual que Martín Silva-, pero era imposible llegar. Recuerdos nostálgicos que se ligan con el presente.


26 marzo, 2017
Sin Categoría

La fotografía muestra el gol de Eusebio ante Peñarol en el estadio Centenario el 19 de setiembre de 1961, en el tercer partido decisivo de la final de la Copa Intercontinental. La clavó en el ángulo superior derecho del arco de la tribuna Colombes, en el mismo sitió que el brasileño Paulinho el jueves. Maidana se arrojó -al igual que Martín Silva-, pero era imposible llegar. Recuerdos nostálgicos que se ligan con el presente.

La fotografía muestra el gol de Eusebio ante Peñarol en el estadio Centenario el 19 de setiembre de 1961, en el tercer partido decisivo de la final de la Copa Intercontinental. La clavó en el ángulo superior derecho del arco de la tribuna Colombes, en el mismo sitió que el brasileño Paulinho el jueves. Maidana se arrojó -al igual que Martín Silva-, pero era imposible llegar. Recuerdos nostálgicos que se ligan con el presente.

Escribe Atilio Garrido

Neymar avanzó en diagonal desde el extremo izquierdo del terreno hacia el centro, superando la debilidad defensiva de Maximiliano Pereira. Al observar el veloz ingreso de Paulinho por las inmediaciones del área grande uruguaya, descargó el pase. El moreno volante que juega en el fútbol de China controló la pelota y pocos metros antes de la media luna, sacó un tremendo remate que ingreso por el ángulo superior izquierdo del arco defendido por Martín Silva, inflando la red. ¡Golazo! Por la maniobra electrizante, la potencia inusitada con la que el volante del equipo de Brasil despidió el esférico de su botín derecho y ese bólido en que se convirtió el útil de juego impactando en las mallas del arco oriental.

En ese instante, un impacto de nostalgia inundó mi mente con una recordada incidencia similar. ¡El gol de Eusebio convertido a Peñarol en el tercer partido final de la Copa del Mundo de Clubes de 1961! Lo expresé a viva voz en la cabina No. 13 del palco de la prensa del Estadio Centenario, comentándoselo a quienes la compartían en ese instante. Como el tanto de Paulinho, que permitía a Brasil nivel el juego en el tanteador, aquel del también moreno de mozambiqueño, establecía la igualdad en el marcado en un tanto. Al igual que la conquista de Paulinho, que será recordada como el gol de la igualdad que ponía a Brasil camino de su clasificación para Rusia 2018, aquel de Eusebio ilusionaba momentáneamente a Portugal con vencer en el tercer partido final de la –también- llamada Copa Intercontinental, creada el año anterior para consagrar al mejor equipo del orbe en dos enfrentamiento, uno en cada continente, a los clubes campeones de América y Europa. No fue un partido más aquel del 19 de setiembre de 1961.

Peñarol obtuvo el título de campeón de la Copa Libertadores de América en San Pablo, en el estadio de Pacaembú, en un épico partido con un gol de Sacía inicialmente discutido por los brasileños porque la pelota no quedó en la red. Siguió su curso cayendo fuera de la cancha. Hubo que demostrarle al árbitro, en tiempo sin televisión en vivo, que el cañonazo de Pepe Sacía rompió la red. Apoyado en el triunfo conseguido en Montevideo por 1:0 ante el poderoso Palmeiras 1:0, los aurinegros dieron la vuelta olímpica en tierra paulista.

La Copa Europea de Campeones de 1960/61 cortó la racha de cinco triunfos consecutivos del Real Madrid en certamen desde su creación. Cuando iba en busca del sexto trofeo quedó eliminado a manos de Barcelona. Los catalanes llegaron a la final frente al Benfica. Se disputó en el Wankdorfstadion de Berna, en Suiza. El club portugués se convirtió en el segundo club –después de Real Madrid- en ganar la competencia. El próximo paso era conquistar la copa del mundo de clubes ante el campeón de América, Peñarol.

En Lisboa, en la primera final ante Benfica, los aurinegros realizaron un gran trabajo, según las crónicas de la época, remitidas por los enviados especiales de los diarios. Crearon varias jugadas favorables para convertir goles, las que fueron desaprovechadas por fallas en la definición. A los 60 minutos, otro moreno, Mario Coluna, venció al golero Luis Maidana con un tiro desde el borde del área.

-“Tuvimos una racha de partidos que los perdimos de esta forma –me contó Néstor Gonçalvez varias décadas después-. Antes de ir a Lisboa, nos presentamos en la Copa Carranza. Le ganamos al Atlético de Madrid y en la final con Barcelona, el partido se planteó igual al disputado contra el Benfica. Pudimos definirlo, antes que los catalanes nos ganaran. Quedamos con la sangre en el ojo”.

En la revancha de Montevideo, el domingo 15 de setiembre de 1961, Peñarol se desquitó con una performance extraordinaria. ¡Le ganó 5:0 al campeón de Europa, con una producción sensacional delante de tribunas repletas, incluidos los dos taludes de césped que albergaban 7.000 personas cada uno!

El tercer enfrentamiento para desempatar la igualdad de puntos y consagrar al campeón, reglamentación que a mi juicio resulta más deportiva y beneficiosa en el plano económico que la actual, donde los títulos se definen en la cancha propia de uno de los dos finalistas, debía jugarse en un país neutral de América del Sur. Previamente, durante la estancia de la delegación de Peñarol en Lisboa, los dirigentes aurinegros plantearon a sus colegas de Benfica, algo que en aquel tiempo, sin ingresos por derechos de televisación y publicidad estática, resultaba lógico. Jugar en Montevideo ese partido definitorio, con la seguridad de que las tribunas del estadio Centenario completarían su capacidad locativa, cosa imposible de asegurar en cualquier otra ciudad sudamericana.

Consultado el técnico de Benfica, el húngaro Bela Gutman respondió que jugaba en cualquier lado y a cualquier hora. Los dirigentes del club lusitano comunicaron que aceptaban la propuesta de los uruguayos, agregando a una condición. Que en caso de llevarse a cabo esa final, se permitiera incluir en el equipo a los jugadores Eusebio y Simoes, quiénes por no haber participado en la Copa de Europa conquistada por el club, no podía actuar en la final por el trofeo del mundo. Peñarol aceptó, fijándose el eventual tercer encuentro para el martes 19 de setiembre, en Montevideo, o sea dos días después de la segunda final.

A los cinco minutos Pepe Sacía convirtió el primer gol para Peñarol contra el arco de la tribuna Colombes. Cuando corrían 35’ en una acción similar a las del jueves pasado, Eusebio marcó el empate con un remate de similar potencia y dirección al del brasileño Paulinho. Quién años tarde se convertirá en una amenaza para el centro de mejor jugador del mundo que ostentaba Pelé, tenía 19 años. Era un desconocido. El citado Néstor Gonçalvez contaba: “cuando estábamos peloteando antes del partido en la cancha, vimos al morenito que hacía unas piruetas con la pelota. Después, cuando empató con un golazo, dijimos, a la fresca este negrito juega bien”.


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