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¿Se animará Tabárez? Nota 2




Así se anunciaba la convocatoria de Juan Alberto Schiaffino para debutar con la celeste, sin haber jugado aún en primera división con Peñarol. Tenía 20 años. Luego del partido lo destacaron, junto a su hermano Raúl, como el mejor de la cancha.


24 agosto, 2017
Columnistas Pelota al medio

 

Así se anunciaba la convocatoria de Juan Alberto Schiaffino para debutar con la celeste, sin haber jugado aún en primera división con Peñarol. Tenía 20 años. Luego del partido lo destacaron, junto a su hermano Raúl, como el mejor de la cancha.

El año 1945 no fue bueno para la celeste. Arrancó mal en el campeonato sudamericano de Santiago de Chile. Las esperanzas depositadas nada menos que en José Nasazzi, el entrenador del equipo, para intentar retomar la senda de triunfos a este nivel abandonada en 1942, no resultó exitosa.

-“Todo lo grande y enorme que fue José como jugador –algo impresionante-, se empequeñeció cuando Pepe intentó ser director técnico. Increíble. Le faltaba carácter”.

MI RECUERDO DE JOSÉ NASAZZI

La confección –textual y grabada- pertenece al tan inefable como genial José García, el famoso Loncha del Club Atlético Defensor. Justamente Nasazzi lo introdujo en el plantel y lo hizo debutar con la celeste en el pecho en el arranque del torneo contra Ecuador, con fácil victoria 5:1 el 24 de enero de ese año 1945. ¿Saben cuántos años tenía ese botija atrevido, de jopo como si tuviera una montaña de pasto en la cabeza, que jugaba de entreala derecho al lado de Atilio García y Roberto Porta? Dieciocho. Nació el 21 de febrero de 1946. Las derrotas ante Brasil (3:0), Chile (1:0) donde nos robó el juez argentino Bartolomé Macías, al que el Mono Gambetta le pegó una trompada en la cancha caliente por el afano, y la última ante Argentina (1:0) significaron el debut y la despedida del Mariscal como entrenador. El conductor de la etapa más gloriosa (1923-1935) de toda la historia del fútbol uruguayo no tenía uñas para guitarrero. Agarró viaje como comentarista de fútbol formando yunta con Luis Schiapappietra, el bautizó a Obdulio Varela como Negro Jefe. ¡Hoy ingresaría en la lista de aquellos que discriminan!

Entre los recuerdos que me quedan de gurí fue el de haber concurrido con otros compañeros con los que jugábamos al baby-fútbol cuando comenzó a despuntar en nuestro país –allá por mil novecientos sesenta y poco-, a los estudios de CX 32 radio Sur donde fuimos entrevistados por don José. Cuando le dije mi apellido me preguntó.

-¿Vos sos algo del Garrido que jugó en Universal?

-No, le respondí. Apenas pronuncié el monosílabo sin tener la más mínima idea de quién era mi antepasado del mismo apellido a quién Nasazzi conocía.

Muchas décadas después, cuando comencé a profundizar los estudios de la historia del fútbol a raíz de otra pregunta que me hizo mi maestro Diego Lucero, descubrí que hubo en el tiempo viejo una gran línea media de ese club, Universal, fundado el 25 de mayo de 1907, con colores albiverde a rayas verticales, con cancha en Reducto, que jugó en primera división entre 1912 y 1924, integrada por Mongelar, Etchart y Garrido.

CONOCER Y AMAR NUESTRA GLORIOSA HISTORIA FUTBOLÍSTICA

¿Quieren conocer la anécdota con Diego Lucero?

Diego y su señora, Aracelli, estaban pasando unas semanas en la casa de mi viejo en Punta del Este, cuando yo empezaba a borronear cuartillas en la redacción de El Debate y en el equipo de Solé. Año 1968. Mi padre y Diego hablaban de fútbol viejo. ¿Te acordás de…? Y cada nombre era una historia. Con mi desparpajo de todos los jóvenes, me atreví a soltar una afirmación.

-¿Y a esos quiénes lo conocen?

Diego me miró. Hizo un silencio profundo, y respondió con otra pregunta para la cual no tuve respuesta.

-¿Vos crees que el mundo nació cuando vos naciste?

Desde entonces me incliné sobre diarios viejos, libros y encuentros con todos aquellos que construyeron el pasado glorioso de nuestro fútbol. Algo aprehendí y sigo estudiando, y descubriendo cada día cosas nuevas, que no se conocen en la actualidad.

EL DEBUT DE WALTER GÓMEZ CON 17 AÑOS EN LA SELECCIÓN

Volvamos a nuestra historia. Al año 1945.

Después el sudamericano se vinieron los tradicionales partidos por la Copa Lipton, en Montevideo, y la Copa Newton, en Buenos Aires. Empate en dos goles en casa y… goleada de los porteños 6:2 en la cancha de San Lorenzo.

En la defensa oriental los nombres se repetían. Eran jugadores que iban acumulando años y experiencia con la selección. Máspoli –que debutó tardíamente y ya bastante veterano con la celeste en 1944-, Raúl Pini, Obdulio Varela, Eusebio Ramón Tejera, Gambetta (hasta que fue suspendido por varios años por la Confederación por la piña a Macías) y otros. Pero, adelante, los cambios eran variados y entre los veteranos se mechaban a los botijas que aparecían con destellos de crack en los equipos.

Esa goleada en contra en la cancha de San Lorenzo dejó una anécdota inolvidable. Con 17 años se puso la celeste en el pecho un muchachito que apareció imparable en Central. Con velocidad de rayo y habilidad de orfebre, daba la impresión de llevar atada la pelota al zapato. ¡Walter Gómez! “Carecimos de delanteros con una excepción. La de Walter Gómez, magnífica esperanza hasta ayer y hoy un crack con toda la barba. Lo que hizo ayer alcanza para consagrarlo. Se prodigó con entusiasmo extraordinario, acusó un perfecto dominio de la pelota, realizó dribling magníficos y además habilitó a sus compañeros con oportunidad y certeza. Fueron tantos sus aciertos, reconocidos por la afición argentina, que cuando abandonó la cancha lesionado, sustituido por Gelpi, le entregaron una ovación que se hubieran querido para sí esas dos extraordinarias figuras que ayer fueron Martino (Rinaldo) y Méndez (Norberto Tucho)”, escribió el enviado especial de El Diario. No se equivocó. Alcanza con repasar la trayectoria notable de Walter Gómez –especialmente su etapa en River Plate argentino-, agregando que de haber podido integrar el plantel de Uruguay en 1950, hubiera sido otro de los protagonistas geniales del Maracanazo.

EL PEPE SCHIAFFINO DE LA 3a. DIVISIÓN DE PEÑAROL A LA CELESTE

Quién lo fue, en cambio, era otro mocoso –término que antes se destinaba a los muchachitos jóvenes- que también apareció en ese año 1945. Surgió de manera más atrevida y aún más insólita, porque debutó con la camiseta celeste sin haber jugado hasta entonces en la primera división de su club.

El tan genial como difícil de carácter que fue en vida el periodista Emilio Laferranderie (El Veco), lo definió de esta forma: “Se nos cayeron los almanaques y volvimos de pronto a la distante adolescencia, para volver a cuadricularnos el rostro contra el alambrado del Talud –la entrada más barata del Centenario, parado detrás de un arco- para contemplarlo intacto, y con la misma reverencia que le ofrecíamos –íntimamente- como el más grande futbolista celeste que hayamos visto. Flaco, 65 kilos en la balanza, se movía en la cancha como si calzara patines, evitando colisiones insalubres ante defensores raspadores, de gesto fiero, que movían los botines con filo de navaja. Por entonces -corría 1945-, nos enseñó que había otra forma de jugar. Que tres gambetas en la mitad de la cancha, lejos del área, no servía para nada. Por eso etiquetó el pase de 30 o 40 metros que ahorra en energías y adosa sorpresa. Tenía todo el fútbol en su cabeza de radar, para el giro imprevisto que dejaba súbitamente sólo a Hohberg o al Cotorra Miguez”.

Era Juan Alberto Schiaffino, rabioso hincha de Nacional, nacido el 28 de julio de 1925 en los Pocitos –cuando era el barrio de las lavanderas que usaban el agua del arroyo que moría en el Río de la Plata-, en las inmediaciones de la vieja cancha de Peñarol que le construyó la compañía de tranvías la Comercial por ahí cerquita de dónde hoy levanta su estructura el colegio alemán. Se fue a probar a Nacional en un llamado a aspirantes y lo encontraron demasiado flaquito. Su hermano Raúl al que apodaban Toto, dos años menor y tan gran jugador como el Pepe, lo convenció para ir a Peñarol, equipo donde estaba enrolado. Lo vio el inglés Clulow que dirigía a la tercera división especial y de la cancha lo llevó a la asociación para firmar el pase. Corría el año de 1943.

La capacidad del veterano británico que venía del tiempo heroico siempre ligado al fútbol, armó una máquina de jugar con una delantera que entonces se recitaba de memoria: Julio César Poroto Britos, Agnesse, Martiarena, Schiaffino y Gontad Varela. Atrás, en la defensa, estaba el citado Schappapietra que colgó rápido los botines; Binaghi -familiar del popular Carlitos vendedor de autos al que yo le compré alguno, de tan buen tipo que sigue siendo- y el Pepe Etchegoyen.

Ese equipo de tercera la seguía rompiendo en 1945, pero los técnicos del equipo principal –el Pollo Tejada y el profe Supicci, el de 1930- no se animaban a promover a los gurises. ¡Tenían que pasar por la reserva, que era la división que seguía a la primera, donde actuaban aquellos que formaban el plantel principal pero no tenían puesto!

Después de la media docena con la que los argentinos despachoron a los orientales en la vieja cancha de San Lorenzo en la avenida La Plata, de tablones, hoy transformada en supermercado, los círculos de periodistas deportivos de Uruguay y Argentina, concretaron el tradicional partido de aquel tiempo. ¡Grandes partidos de la gran historia del clásico rioplatense, el más antiguo del mundo entre selecciones de países diferentes! ¡Grandes partidos que algunos historiadores no incluyen en sus reseñas porque –afirman- no eran oficiales! Miopía de quienes quieren analizar el pasado con los ojos y la lupa del presente. Imposible.

“El Círculo de Cronistas del Uruguay ha dado forma ya al plantel que asumirá la representación de nuestro fútbol frente a los argentinos en los dos matches que se realizarán el 27 y 29 próximos a beneficio de los círculos rioplatenses”, informó El Diario. Entre las grandes figuras estaba Juan Alberto Schiaffino. Un desconocido.

Finalmente se jugó un solo partido, el sábado 29 de diciembre de 1945 en el estadio Centenario de Montevideo. El partido terminó empatado en un tanto. En el transcurso del segundo tiempo ingresaron al campo Raúl y Juan Alberto Schiaffino. El Toto ya había estrenado anteriormente con la celeste en el pecho. El Pepe hizo su debut absoluto no sólo con la selección, sino también en primera división porque aún no había jugado con la camiseta aurinegra en el máximo nivel de competencia. Así, con 20 años y medio Schiaffino ingresó en la historia del fútbol uruguayo y, prontamente, también en la del mundo.

¿Se animará el entrenador uruguayo Oscar Tabárez a jugarse la parada por Federico Valverde de 19 años de edad recién cumplidos el pasado 22 de julio. ¿Se convertirá el también montevideano Valverde en un nuevo José Loncha García, Walter Gómez o Juan Alberto Schiaffino quienes debutaron con la celeste en el pecho con 18, 17 y 20 años respectivamente?