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Táchira y la camiseta de Peñarol




Esteban Beracochea, ayer integrante de la década dorada de Peñarol, hoy radicado en San Cristóbal.


6 octubre, 2017
Sin Categoría

Esteban Beracochea, ayer integrante de la década dorada de Peñarol, hoy radicado en San Cristóbal.

Escribe Atilio Garrido / Fotografías Fernando González (enviados especiales a San Cristóbal, Venezuela)

Los años transcurridos entre 1960 y 1971 inclusive, parieron un ciclo glorioso para los dos clubes grandes del fútbol uruguayos, enriquecido y potenciado –precisamente- por la lucha desatada entre ambos por la conquista de títulos en el campo internacional.

Peñarol largó en punta con la obtención de la Copa Libertadores de América en sus dos primeras ediciones y el título de campeón del mundo de clubes en 1961. Nacional acusó el golpe y salió en busca de la réplica. El infortunio hecho presente al fracturarse José Francisco Sanfilippo cuando se encaminaba a ganar la Libertadores de 1964 agudizó la necesidad de plantear pelea a los aurinegros en el campo internacional, hasta obtener el objetivo en 1971. Se cerró en ese momento una etapa de esplendor que ratifica la contundencia de las cifras. En diez de las doce primeras finales de la Copa Libertadores participó un equipo uruguayo, los que no faltaron a la cita de las semifinales en esa docena de ediciones. ¡Un récord!

¿Cómo funcionaban las dos instituciones grandes en ese tiempo fulgurante? Mantenían en sus planteles durante muchos años a sus grandes figuras; adquirían en cada temporada a los mejores jugadores que surgían en los equipos chicos y, a su vez, trabajaban en forma denodada en las “divisiones inferiores”. Así se las denominada antes de que se cambiara su nombre por el de “juveniles”.

Aquí, en San Cristóbal, Venezuela, Esteban Beracochea nacido en Montevideo el 10 de junio de 1946, en la zona de la Avda. Rivera y La Gaceta, en pleno Villa Dolores, lo resume fácilmente mientras sonríe recodando aquel tiempo.

-“Yo jugaba en las inferiores junto con otros compañeros que de notables condiciones. Empezamos con Battaini, el Gordo de María, Barreto, Ríos, Cachorro Sánchez, y después vinieron Speranza, Losada, Lamberck y una cantidad más de muchachos que no recuerdo. Todos estábamos en las inferiores. Y anotá, por ejemplo, los que yo tenía arriba que jugaban de número ocho que era mi puesto. El primero, impresionante, lo nombro y me tengo que poner de pie: Pedro Rocha. ¡Qué jugador! Yo lo miraba pegarle a la pelota al arco, con la potencia que lo hacía, y no lo podía creer. Tenía el pie chico para su altura. Ponía la pelota dónde quería. Y además estaba Pocho Cortés, el Tano Bertochi, Quique Alfano, Etchechurry, Nilo Acuña, Vito Fierro, Jorge Acuña y los otros monstruos: Abbadie, Spencer, Joya, el Lito Silva. ¿Cómo iba a jugar? Recuerdo que logré meterme en el primer equipo y salimos campeones del torneo Competencia. Me envalentoné y fui a ver a Cataldi. Le dije que quería jugar. Me preguntó, ¿cuándo? Y yo le dije ahora, tengo veinte años. Y me respondió: vas a tener que esperar. Entonces le dije que me iba. Me dijo que sí y me dio el pase en préstamo. Así llegué en 1968 al Once Caldas de Manizales, Colombia, en un tiempo donde el fútbol uruguayo y por ende sus jugadores, tenía un gran respeto en el exterior”.

-¿Cómo llegó a Venezuela?

-“En 1972 pasé a Estudiantes de Mérida y en 1974 a Deportivo Anzoátegui. Me trajo mi cuñado, Carlos Conde, también jugador de las inferiores de Peñarol. Era defensa. Y en 1975 llegué aquí, a esta ciudad, para jugar en el Deportivo San Cristóbal que había cambiado de nombre y pasó a ser el Táchira. Me incorporé con otros compatriotas como Julio Silvera, Jorge Simone y Gervasio González. Éramos cuatro uruguayos en el equipo”.

-Existen comentarios que atribuyen a usted que el Táchira, el equipo más popular del estado donde el fútbol tiene más arraigo en Venezuela, haya cambiado su camiseta para vestir la de Peñarol.

-“Efectivamente fue así. A raíz de mis actuaciones en el equipo logré cierto destaque. Vestía una camiseta amarilla con vivos negros. La bandera del estado de Táchira es negra, roja y amarilla. En 1978 viajo a Montevideo, voy a la sede de Peñarol equipo del cual siempre fui hincha y me encuentro, creo que fue con el hijo de Cataldi.  Hablamos del fútbol venezolano, del equipo en el que estaba, el color de la camiseta y recuerdo que me dijo, ‘por qué no le cambian la camiseta; ponele la de Peñarol que capaz que te trae suerte’. Y bueno, vine aquí, hablé con los directivos, yo asumo la dirección técnica en 1979, aprueban la idea y ese año salimos campeones actuando yo como director técnico. Cosas de la vida”.

Aquella idea que Beracochea trajo desde Montevideo se impuso totalmente en el estado de Táchira, fronterizo con Cúcuta, zona donde el fútbol es pasión de multitudes y –en el caso de Venezuela- es el primer deporte en San Cristóbal ya que en el resto del país el béisbol y el básquetbol lo siguen superando.

El hincha de Táchira, con la camiseta de su equipo, similar a la de Peñarol.


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