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Conclusiones para el futuro




Postal del triunfo celeste. Luis Suárez se llena la boca de gol abrazado a Federico Valverde. Carlos Sánchez se asocia al festejo.


6 septiembre, 2017
Sin Categoría

Luis Suárez se llena la boca de gol abrazado a Federico Valverde. Carlos Sánchez se asocia al festejo.

Escribe: Atilio Garrido / Fotografía: Fernando González (enviados especiales a Asunción)

Uruguay ganó un partido que hasta el momento en que convirtió el primer gol tenía muy comprometido. En todos los asistentes y televidentes supongo que habrá quedado la misma impresión. Cuando Paraguay estaba a punto de ponerse en ventaja en forma más que merecida, el destino (que para muchos es la suerte y de acuerdo a la fe cristiana es Dios) depositó en un muchacho de 19 años el toque divino para convertirlo en estrella. Federico Valverde ayudado por el rebote en Richard Ortíz, convirtió un golazo y colocó a Uruguay en ganancia.

Acto seguido cuando Paraguay se repuso del impacto y recuperó su accionar ofensivo para igualar el tanteador, otra vez el destino (o la suerte, o Dios) –ayudado en esta ocasión por buenas acciones combinadas de Valverde y Carlos Sánchez que llevaron la pelota- colocó a Luis Suárez en ejecutor magnífico de otro golazo con el complemento del cuerpo de Gómez.

Uruguay ganó y en los hechos selló su pasaporte a Rusia 2018. Esa es la conclusión más importante, trascendente, valedera.

Sin embargo el triunfo no puede ocultar la realidad. El equipo uruguayo realizó un trabajo aceptable en el primer tiempo donde intentó ser protagonista, favorecido por la disposición de Paraguay de intentar el triunfo de forma idéntica a como lo logró en Santiago el jueves pasado: de contragolpe. De todas maneras exponiendo Uruguay un juego superior no pudo traducirlo en peligro, en situaciones de gol. Tan sólo en una ocasión quedó destapado el atacante Cavani gracias a una notable maniobra individual de Valverde quién un pase certero lo dejó cara a cara con el portero.

En el segundo tiempo el equipo compatriota se desdibujó  por completo. Sólo mantuvieron nivel de juego dos de los más jóvenes del equipo –Giménez y Valverde- y otros dos veteranos –Godín y Cáceres- con constante aporte valioso de Vecino. Esos exponentes poco podían hacer frente a un equipo paraguayo que se convirtió en alud. Generó varias situaciones muy claras a favor; dominó el terreno, la pelota y el juego. ¿Qué le faltó? El empujón del destino (la suerte o Dios) que no se hizo presente en esa pelota que lamió el palo saliendo afuera después del manotazo de Muslera, en el pico más alto del ataque guaraní. Podría afirmarse para graficar lo antedicho que, ante Uruguay, Paraguay perdió de la misma forma que le ganó a Chile. Uruguay en esta segunda etapa fue el Paraguay de Santiago, jugando a la defensiva, atrás, salvándose en varias ocasiones, superó a su oponente, con dos goles en contra.

Entre las cosas negativos que surgen como conclusión, debo dejar constancia de no haber comprendido la variante realizada por el cuerpo técnico celeste en esos momentos de tremendo dominio guaraní. El ingreso de Stuani por Cristian Rodríguez y el pase de Nández a la posición del sustituido y la colocación del ingresado en el sector derecho, generó un desconcierto tan grande que, pocos minutos después, se corrigió el error quitando a Nández para darle entrada –en forma lógica- a Carlos Sánchez. En los hechos se perdió una variante por confusión o nerviosismo del cuerpo técnico.

Dejando establecido lo precedente, además de la gran victoria y el valor de los tres puntos, queda el saldo positivo de la aparición de Federico Valverde y el cambio táctico que su ingreso produjo. Dos hombres grandes de talla –Vecino y Valverde-, que marcan técnicamente alejados de los típicos raspadores uruguayos, pueden influir en el futuro para posibilitar el anhelado cambio que permita jugar un poco mejor y ganar, con mayores habilitaciones para esos jugadores clase A que siguen siendo Cavani y Suárez.

Finalmente, más allá de la enunciación de los aspectos positivos y negativos que exponemos como conclusiones, queda otra realidad de valore en la que pocos o nadie ha reparado.

En una competencia tan larga como las eliminatorias que se extienden a lo largo de tres años, lo importante de un equipo es la regularidad que pueda mantener en ese lapso, partiendo de la realidad que en el trayecto se producirán altas y bajas. No debe olvidarse que Brasil arrancó las eliminatorias de la peor manera. El cambio de técnico provocó un cambio sustancial. Es un hecho. Ecuador arrancó la actividad a todo vapor, ganando en Buenos Aires ante Argentina, manteniéndose invicto en los cinco primeros partidos. Hoy está a punto de quedar fuera de la copa del mundo.

Bien o mal que le pese a muchos Uruguay dirigido por Oscar Tabárez y el estimable aporte de sus colaboradores a raíz de las limitaciones físicas del entrenador, logró esa regularidad que lo lleva a ocupar la segunda posición detrás de Brasil. Es cierto que durante casi un año no había podido ganar. Logró recuperarse en el momento justo al sacar un positivo empate en casa frente a Argentina y consagra esa línea ascendente con la victoria ante Paraguay, injusta si nos remitimos al trámite del partido –parejo en el primer tiempo y netamente favorable a Paraguay en la complementaria-, pero que en definitiva confirman que lo único válido en el fútbol son los resultados. Y Uruguay los consiguió. Este mundo que a todo nivel es “resultadista” con el éxito de Uruguay de ante los albirrojos deja muy mal parados a todos aquellos que criticaron la actitud defensiva del equipo celeste ante Argentina, dejando vigente la eterna polémica del fútbol. ¿Es mejor aquello de jugamos nunca y perdimos como siempre? O la adecuados de esa frase a la realidad del resultado: ¿Jugamos como siempre, mal o más o menos, y ganamos como nunca, sin merecerlo? En mi caso sigo siendo “resultadista” y afiliado a la teoría del gran amigo y maestro que fue el Profe de León cuando afirmaba “el que quiera divertirse que vaya al circo, en el fútbol sólo vale ganar”.

 

El remate de Suárez se estrelló en el horizontal, en el cuerpo de Gómez y la pelota traspuso la línea de gol.


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