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Ya es peligroso




Un grupo de hinchas de Vélez arrojando butacas desde la tribuna América a la Colombes.


19 enero, 2013
Columnistas

Un joven le pelea a la muerte, luego de ser gravemente herido en Millán y Bulevar Artigas. Este es un hecho más en la larga serie de atentados entre las llamadas “barras bravas” de los equipos grandes del fútbol.
Por otro lado, Bava, en un mal momento, golpeó a un uniformado, hecho por el que fue procesado sin prisión. Se arrepintió, lógicamente, por la infeliz acción. Vale aquí una consideración: mire que a cualquiera nos puede pasar algo similar ó al revés, vaya uno a saber. Acaso no en el área profesional, ante 40.000 personas, pero este tipo de situaciones que son injustificables, por supuesto, no se preparan, no se piensan, lamentablemente suceden y se pagan las consecuencias.

El coraceros agredido por Bava caído en la cancha del Centenario.

El coraceros agredido por Bava caído en la cancha del Centenario.

Justo es aclararlo, en lo que a nosotros respecta. Porque hemos visto muchos “santos y predicadores” -ad hoc – impolutos y asombrados (?).
Un vendaval de hipocresía y cinismo campea a todo nivel, en fin…

Pare

Los dirigentes de la AUF y el Ministerio del Interior, acordaron suspender los torneos de verano por el pésimo entorno, durante diez días. Hace poco, el basquetbol tuvo que interrumpir, también, la actividad, ante el asesinato de una joven de 28 años.Esto es lo que nos está pasando. Y lo lamentamos profundamente. Ahora, ¿cómo se arregla? Porque eso es lo que se pregunta la gente, el aficionado, el hincha de verdad y no los violentos, los “guapos de cartón”.

Las primeras ideas son la de identificación personal – con cédula – en la venta de entradas. Retirar los alambrados, según pidió la Mutual. Habrá otras, seguramente, porque hay que seguir el tema en profundidad. Que sigan pensando, que se apliquen las normativas y que se cumplan. Ya es peligroso ir al fútbol.

No está demás recordar

Fines de mayo de 1985, en Bruselas, se jugaba la final de la Copa Uefa. Liverpool y Juventus. Estaban los hooligans. Unas bestias parecidas a hombres. Alcoholizados, drogados, subvencionados por “alguien”, se sospecha pero no se dice y entonces… mueren 39 personas, más de 600 lastimados en lo que se recuerda como la masacre de Heysel.

Los clubes ingleses fueron sancionados con cinco años de suspensión para toda competencia internacional, el Liverpool por diez. Resultado: de a poco, fueron desapareciendo los hooligans.

Otra tragedia, la de Hillsborough, cuatro años después, en 1989, en donde murieron 96 hinchas, decidió a los británicos a tomar severas medidas. Le dieron duro a los revoltosos. Los asesinos se quedaron sin trabajo. Cambió el mapa inglés.

Claro que se precisó ésta barbarie para la respuesta gubernamental. Inglaterra perdió el Mundial que ya lo tenía encarpetado para el 2006 y se lo adjudicaron a Alemania. Final de la locura. Hoy los espectadores ven el partido sentados, al costado del campo, sin molestias, como debe ser, nada extraordinario.

Este es un ejemplo, para saber que se puede y no llegar a éste siniestro límite.

La región y la familia

Uruguay no es patrimonio de la violencia, justo es decirlo. Ni va a pasar lo que reseñamos. Pero lo que no puede suceder es que un joven vaya al fútbol y no regrese, porque quedó lesionado, herido o muerto en una pelea de barras bravas, a tiros, a palos o acuchillado.

Argentina tiene lo suyo y bastante. Brasil, intenta “limpiar la casa”, por los grandes compromisos asumidos, como la Copa Confederaciones desde el 15 de junio y el Mundial el próximo año.

Pero acá, que somos poquitos, que “todos nos conocemos” – frase de nuestra gente – ¿es tan difícil erradicar a los violentos? Reconocemos que no es tarea sencilla porque ya se hubiera hecho, pero hay que ingeniarse y conocer- hasta el hueso – cómo, donde, quienes, hora, lugares y ordenar servicios inteligentes para detener o pausar, si se quiere, ésta desgraciada situación, en la que está en juego la familia uruguaya.

A modo de sentencia: No puede representar un riesgo de vida ir a la cancha.