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En Petra evocamos el Montevideo de los sesenta con el dueño del Macro y el “Ruso”




El ingreso a Petra. Allí están los custodios delante del enorme accidente geológico que partió la montaña. Esa especie de pequeño Cañón del Colorado se extiende por varios quilómetros en cuyo interior, sobre la roca están esculpidos los templos y las tumbas.


21 noviembre, 2013
Pelota al medio

Sexta Crónica de viaje del traslado a Jordania. Seguimos cortando la mucha tela que dejó el viaje a Jordania. Anécdotas y recuerdos de un tiempo que se fue, cuando Macro Mercado era solamente el almacén “La Palestina” de la calle Porongos. Y la mención para los ocasionales compañeros del viaje Petra. Julio Ríos, Leoanrdo Taranto, Pedro Moreira, el “Gallego” Urceira y el “Ruso” Chertkoff.

El ingreso a Petra. Allí están los custodios delante del enorme accidente geológico que partió la montaña. Esa especie de pequeño Cañón del Colorado se extiende por varios quilómetros en cuyo interior, sobre la roca están esculpidos los templos y las tumbas.

El ingreso a Petra. Allí están los custodios delante del enorme accidente geológico que partió la montaña. Esa especie de pequeño Cañón del Colorado se extiende por varios quilómetros en cuyo interior, sobre la roca están esculpidos los templos y las tumbas.

Escribe: Atilio Garrido / Fotografías: Fernando González

“Tenés que ir a Petra”, era el consejo de todos aquellos amigos bastante viajados, cuando comentábamos el desplazamiento a Jordania para el partido decisivo de Uruguay en las eliminatorias. Debido a la extensión del viaje –seis horas de vehículo entre la ida y la vuelta-, la goleada concluyente del miércoles 13, le abrió cancha al traslado marcado para el día después. El “Gallego” quedó cubriendo la actividad de los celestes en el Mar Muerto y la práctica vespertina de jugadores que no actuaron frente a Jordania. Intenté sumarme a un grupo de uruguayos que organizó el siempre eficiente diplomático Enrique Ribeiro, quién tenía a su disposición el automóvil que le colocó el gobierno de Jordania. Gentil como siempre, realizó gestiones para contratar una camioneta para llevar a otros interesados en el viaje.

-“A las ocho de la mañana acá abajo, en el lobby para arrancar. Son tres horas. Llegamos a las once”.

Enfermo como soy por el estricto cumplimiento del horario –me guía el norte fijado por Rodó que cité en una Crónica anterior: “llegar tarde a una cita un cuarto de hora significa ofender al que espera”-, con anterioridad de cinco minutos estaba en el lugar de la convocatoria. Obvio, “a la uruguaya” ninguno de los viajeros se encontraba presente a esa hora. Pasaron las agujas del reloj que atravesaban las 8.30 horas y la partida estaba en veremos. En eso, el “Pato” Celeste desistió del viaje que realizaría junto con Enrique Saravia con un amigo, sumándome a ese grupo de compatriotas que estaba partiendo, subidos ya a la camioneta. De los seis ocasionales compañeros sólo conocía a Julio Ríos, colega de larga data a quién con tengo muy buena relación desde 1987 cuando inició su trayectoria en la radiotelefonía de nuestro país, ocasión en que su debut generó una gran polémica y enfrentamiento entre Radio Oriental y el Canal 4 que lo contrató, enfrentado a los Canales 10 y 12.

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El vehículo puso proa al sur, con velocidad estacionada en 100 km. Dejó atrás la ciudad de Ammán y sus estribaciones de serranía, y se internó en el desierto pedregoso de paisaje monocorde en plano horizontal. Alrededor de 250 km. con la misma visual, dominada por el color manteca o beige suave de todo el suelo; la ausencia de pájaros o animales originada –entre otras cosas- por la carencia total de agua y la lucha del hombre por arraigar algunos árboles en la orilla del camino. Cada tanto, cada muchos quilómetros, el paisaje ofrecía la plantación de una treintena de pinos y casuarinas, de un metro de altura. Sobre la tierra  se veían mangueras negras de una pulgada con cientos de pequeños agujeros, colocadas de modo tal que pasaban pegadas a los pequeños troncos y conectaban con un tanque grande de agua, colocado horizontalmente y pintado de verde. A través de un sistema computarizado, en horas determinadas de la noche, se inicia lo que se llama “riego por goteo”. Se abre el grifo y van saliendo las gotas que dejan el agua solamente en el lugar necesario, es decir en la zona de la raíz de la planta. En el desierto el ser humano se las ingenia para luchar contra la escases de agua, en un siglo donde varios entendidos aseguran que al final del mismo, la crisis por la falta de agua en el mundo generará conflictos bélicos y enfrentamientos similares a los que hace unos años atrás, en el siglo XX, se desató por el dominio del petróleo.

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En el trayecto fui intimando con quién se sentaba junto a mí, Rafael Urceira, conocido como el “Gallego”, amigo de Julio Ríos, propietario el Hotel Sur en el barrio Palermo. De pronto desde el asiento trasero surgieron unos rugidos parecidos a los del león, producidos por el sueño profundo de un muchacho a quién le vi cara conocida. Cuando se despertó, en un diálogo con Julio referido a la amistad común con Mauro Más, el dueño de los rugidos le pidió que le diera saludos, porque era amigo de su infancia, de parte de Leonardo Taranto. Ahí me cayó la ficha. Es difícil que un hijo sea tan parecido a su padre, como lo es Leonardo de Alberto, a quién conozco desde hace tiempo. Por su físico, su casi misma voz, su sonrisa permanente de buena onda, sus dichos y su desenfado, es el retrato vivo de su progenitor cuando era muchacho. Me entregó su tarjeta y por ella me enteré que desde su cargo de Licenciado es director de NTC, seguramente una empresa constructora para seguir el muy exitoso camino de su padre. A su lado –sin poder dormir por los ronquidos- viajaba un muchacho con pinta de galán de cine o jugador del top ten de tenis: Pedro Moreira.

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Isaac Mejlovicz y mi abrazo en la puerta de Petra. Imposible olvidar que Isaac me compraba "El Gráfico"  en la década del sesenta y con él conocí  "Chez Carlos".

Isaac Mejlovicz y mi abrazo en la puerta de Petra. Imposible olvidar que Isaac me compraba “El Gráfico” en la década del sesenta y con él conocí “Chez Carlos”.

Cuando la naturaleza rompe la monotonía de la horizontalidad del desierto y surgen elevadas estribaciones montañosas de piedra, con total ausencia de vegetación, llegamos a la ciudad de Petra. El calor se hacía sentir cuando en el ingreso a la zona arqueológica, momento en que también lo hacía Isaac Mejlovicz, el dueño de ese “boom” supermercadista que es desde hace muchos años Macro Mercado. Cada encuentro con Isaac me produce el edulcorado y nostálgico recuerdo de mi adolescencia. No exagero si afirmo que a través de mi padre compartí los sueños de aquella familia judía, que un día instaló mismo frente a la cancha de Goes un almacén al que llamaron “La Palestina”. Dos galpones grandes en la cuadra de la calle Porongos entre Colorado y Vilardebó. En los altos la casa donde vivía toda la familia del “viejo Mejlovicz” y su esposa con sus dos hijos, Jaime e Isaac. Nunca olvidaré un domingo otoñal. ¡Se prendió fuego “La Palestina”! Mi padre corrió a ayudar. Lo acompañé. Además de los bomberos, los vecinos del barrio colaboraban cada uno a su modo para apagar el incendio. Nunca se irá de mi memoria ver de cerca aquellas pilas de bolsas de azúcar de 50 quilos prenderse fuego. Mantenían una llama de un azul profundo, de difícil extinción debido al alcohol que contenía. ¡Cómo olvidar las lágrimas que caían por el rostro curtido de aquel viejo judío y su esposa, llorando sin consuelo porque todo estaba perdido!  Ese sentido del emprendimiento, propio de la raza, llevó a Jaime, el hijo mayor, a ilusionarse con superar la crisis apostando a crecer. A redoblar el esfuerzo. Inspirado en el lema según el cual “no hay que fabricar sino vender lo fabricado” apostaron en grande. Después de un viaje a Buenos Aires, el viejo Mejlovicz y su hijo Jaime soñaron con un almacén mayorista. Así nació Alpasa SA, que archivó al almacén “La Palestina”. Así compraron la vieja planta de Coca Cola en la Avda. San Martín. Así surgió Macro Mercado. Así, prematuramente, Jaime partió para acompañar a sus padres en el más allá. Así Isaac, aún joven, tomó la posta de conducir ese gigante puesto en marcha. Así fue creciendo Miguelito, el botija del barrio que llegó a “La Palestina” con pantalón corto, el de la sonrisa permanente, quien hoy, gracias a su esfuerzo y ganas de progreso, es uno de los puntos altos del emprendimiento. Así, a medida que Alejandrita –aquella bebé que su muy linda mamá uruguaya tenía en brazos en el cumpleaños de su primer año en el Hogar Húngaro-, fue creciendo, se sumó a la tarea desde los cargos de dirección. Imposible olvidar que Isaac me compraba “El Gráfico”, en los comienzos del sesenta, cuando mi locura por el fútbol marcaba el futuro. ¡Cómo borrar de la memoria aquella noche de 1966 en “Chez Carlos”, la boite ubicada en “La curva del ensueño” -según la publicidad-, con muchos de los famosos jugadores de Peñarol, a la que Isaac me llevó junto con dos amigas, en aquel “cola chata” último modelo de su propiedad!

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Miguel captado dentro de la enorme garganta rocosa de Petra. ¡Quién me iba a decir que estaríamos juntos en Jordania, cuando él siendo casi un niño comenzó en "La Palestina"!

Miguel captado dentro de la enorme garganta rocosa de Petra. ¡Quién me iba a decir que estaríamos juntos en Jordania, cuando él siendo casi un niño comenzó en “La Palestina”!

A Isaac y Miguel los acompañaba Emir Cámara, el inventor de esa pegada publicitaria que es “Cuanto más comprás menos pagás”. Ex jugador de Atenas, a quién también conocí en aquella etapa de la adolescencia en el rancho “Vive como quieras” de los famosos Atenienses, allá en Malvín, en tiempos lindos que ya se fueron. La figura de Emir convoca el recuerdo del “Loro” Collazo, Victor Soliño, el “Lalo” Etchegonzelhay, Leandro Gómez Harley y todos aquellos veteranos de entonces, que hicieron las delicias de los montevideanos, en los tiempos en que se festejaba la llegada de la primavera. El último viernes de cada mes se reunían los viejos Atenienses en el rancho. Jornadas donde entre el gin-fizz, los buñuelos y el posterior arroz con pollo que preparaban los muchachos, se recordaba la época de la famosa troupe entonando sus inolvidables canciones. Un viernes de invierno, en épocas de dictadura militar, alguien trajo un casette que mandaron desde el exilio “Los Olimareños”. ¡Habían grabado “Adios mi barrio”, el inmortal tema escrito por Soliño para la troupe, brindando el adiós a la vieja muralla cuando comenzó la construcción de la rambla costanera que sepultó el viejo barrio Sur y Palermo, cuya orilla bañaba el Río de la Plata!

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Quién ocupaba el asiento del copiloto de la camioneta en la que viajé y a quién Leonardo Taranto y Pedro Moreira lo llamaban “Ruso”, también se abrazó afectuosamente con Isaac y Miguel. De esta forma con el grupo ampliado, después de pagar 65 dólares de ingreso, comenzamos a descender a pie el largo camino de dos quilómetros, rumbo a la Petra arqueológica. En parte del trayecto, dialogando mano a mano con el “Ruso” sobre la vieja Alpasa SA, me contó su vida de esfuerzo para llegar hoy a lo alto. Parecido a una sandía –duro por fuera recubriendo con la cáscara la dulzura de su interior-, el “Ruso” quedó huérfano de padre con tan sólo cuatro años, allá en la lejana Paysandú. Atesora con cariño, uno de aquellos primeros grabadores a cinta, de marca alemana, con su voz de niño. Marino por vocación y formación impulsado por su padrastro, inició su carrera en la Escuela Naval. También emprendedor por naturaleza, se jugó todo en un negocio avícola del que salió mal parado. Peleó contra la adversidad. Ingresó como Capataz en una constructora española radicada en Uruguay, que luego quebró. Asumió el desafió de reflotarla y hoy, después de dura batalla, es el  No. 1 de Calpusa Uruguay SA. Para su tarjeta de presentación es Alejandro Chertkoff. Para sus amigos que conocen su lucha y su éxito es, simplemente, el “Ruso”.

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Con este grupo y aprovechando las bondades del guía en español que contrató Isaac, iniciamos el recorrido por Petra. El hilo de la cometa del pensamiento se nos fue para otro lado, describiendo las características de los personajes con quienes iniciamos la excursión y de aquellos a quienes encontramos al llegar, convocando recuerdos que entendí del caso narrarlos, para que queden aquí, “colgados” en la web, como anécdotas de un tiempo que se fue, de una Montevideo que ya no existe,  muy diferente al actual y que, justamente por pertenecer al pasado, al mirar hacia atrás surgen como testimonio del trayecto por la vida. En la crónica siguiente visitamos Petra. Salute.

 

 


Etiquetas: Selección uruguaya