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Una euforia colectiva sacude al país que ¡ojalá! no sea defraudada!




La imagen, captada esta mañana, hace instante, muestra al ómnibus de Uruguay estacionado en la parte posterior del inmenso Hotel Marina Park que, horizontalmente está construido sobre el Océano Atlántico que baña sus pies...


12 junio, 2014
Pelota al medio

Escribe: Atilio Garrido / Fotografía: Fernando González (enviados especialers)

Estas reflexiones que siguen a continuación, surgen como consecuencia de lo que observamos esta noche y hoy de mañana, aquí en Fortaleza con la presencia de los hinchas de Uruguay en el Hotel Marina Park, que se agregan a todas las sensaciones que arrastraba en mi interior sobre las últimas semanas vividas en Montevideo y Maldonado.

La imagen, captada esta mañana, hace instante, muestra al ómnibus de Uruguay estacionado en la parte posterior del inmenso Hotel Marina Park que, horizontalmente está construido sobre el Océano Atlántico que baña sus pies...

La imagen, captada esta mañana, hace instante, muestra al ómnibus de Uruguay estacionado en la parte posterior del inmenso Hotel Marina Park que, horizontalmente está construido sobre el Océano Atlántico que baña sus pies…

Sin duda alguna, Uruguay todo, de norte a sur y este a oeste, atraviesa un estado de euforia colectiva originado por la participación de Uruguay en la Copa del Mundo de Brasil 2014. Confieso que en 46 años de ejercicio del periodismo, nunca antes observé una situación similar originada, anticipadamente, por la participación de la celeste en ningún evento internacional.

No hay duda que entre los varios méritos que adornan a la actual selección, el más importante, el que sobresale y representa el mayor logro extra-deportivo, es el de haber cambiado radicalmente la opinión que de ella tienen los uruguayos. Sean o no aficionados. Hombres, mujeres y niños de todos los estratos sociales, están identificados positivamente con la celeste actual. La antigua “mal querida” de nuestra representación nacional pasó a ser, verdaderamente, “el equipo de todos”. Frase tantas veces repetida en el pasado sin lograr que se hiciera realidad.

Sin duda alguna que este grupo de jugadores y técnicos han sido los grandes responsables de este cambio trascendente. Otras selecciones del pasado –posteriores a 1950- consiguieron similares y mayores conquistas que la presente. Sin embargo, nunca consiguieron generar esa química tan particular y beneficiosa que el actual grupo genera identificándose con el pueblo.

Después del “Maracanazo” se alentó la posibilidad de repetir el éxito en Suiza 1954 para conquistar en propiedad la Copa Jules Rimet. A partir de entonces, la frustración de la eliminación del mundial de Suecia 1958, cayendo ante Paraguay por goleada 5:0 en Puerto Sajonia, fue generando una adversión hacia la celeste, que disminuyó a pesar del éxito en el Sudamericano de 1956. El surgimiento de la Copa Libertadores y los rotundos triunfos de Peñarol en la década del sesenta y el de Nacional de 1971, desplazó el eje de fanatismo y fervor. La selección pasó a segundo plano. Lo mismo ocurrió con los Campeonatos Sudamericanos. Los títulos de Campeón logrados por Uruguay en 1959 y 1967 fueron apenas mojones de puntual alegría posterior a la conquista lograda.

Así, paulatinamente el amor por la celeste fue languideciendo. Se sumaron, luego, otros factores que aparecieron en la nueva escenografía que pintaron en la tela de la realidad la proliferación de empresarios, la explosión de los satélites y la pérdida de amor “por la camiseta”. Bajo ese panorama, increíblemente, poco o nada representaron los enormes triunfos en los Campeonatos Sudamericanos (devenida publicitariamente en Copa América) que logró Uruguay en 1983, 1987 y 1995.

Hoy, el pueblo todo es una sola bandera de esperanza desplegada al viento, anhelando que la misma sea agitada por la incontenible brisa del triunfo. Me imagino todo el país detenido, parado y apasionadamente colocado delante de los televisores el próximo sábado a las 16.00 horas cuando el sueño celeste se enfrente al desafío del debut en el Grupo D, ante Costa Rica, en la calurosa ciudad de Fortaleza.

En mi interior, en lo personal, surge una extraña sensación frente a este panorama que he descripto en líneas anteriores. Una nación entera, la nuestra, está detrás de la selección empujándola con pasión y fervor. ¿Quién piensa en un contraste? ¿Quién apela en nuestro territorio, a la sensatez del análisis para intentar develar dónde está parada nuestra selección y –lo más importante-, estudiar si está capacitada para llegar bien alto? Es tan particular este estado espiritual de nuestro pueblo que ni siquiera la dura lesión de Luis Suárez, que lastima y duele, ha bajado las revoluciones del entusiasmo.

Sin embargo, el mundo internacional nos mira distinto. No nos cotiza. Estuvimos días pasados en Río de Janeiro acompañando a Alcides Edgardo Ghiggia. Ningún programa de TV de Brasil y ningún periodista coloca a la celeste entre la lista de candidatos. Allí están Brasil por su condición de local y no por su calidad de juego, Argentina, Alemania, España, Holanda y hasta encuentra su lugar como sorpresa, la selección de Bélgica. De Uruguay nadie habla. No aparece en la nómina de posibles aspirantes al título, a pesar de llegar a la Copa del Mundo en su condición de reinante Campeón de América y de un cuarto puesto en el último torneo ecuménico, dónde no llegó más alto por responsabilidad directa de un juez de la ex Unión Soviética que perjudicó notoriamente a Uruguay en la semifinal ante Holanda con un arbitraje totalmente parcial.

En fin, lo precedente son datos de la realidad desapasionada. ¡Ojalá el mundo internacional para el cual Uruguay no cotiza, esté equivocado y sea nuestro pueblo el que golpea con tanta seguridad anticipada, la tecla del éxito!


Etiquetas: Selección uruguaya