Ciclos

En una nueva entrega, el autor analiza los vaivenes de los ciclos de históricos equipos, incluyendo a los grandes uruguayos con sus triunfos mundiales y el presente de simple disputa de entrecasa.




Rodrigo Bentancur, figura de la Juventus de Italia.


28 junio, 2020
El fútbol en tiempos de pandemia

Escribe: Juan Carlos Scelza.

 

En la nueva versión de fútbol con tapa bocas, goles sin abrazos, tribunas de imágenes virtuales y gigantografías y un calendario continuado para las cadenas televisivas como único vínculo con los hinchas que observan desde sus casas, la “Juve” se perfila en su afán de conseguir el noveno título consecutivo de la Serie “A”. Capaz de contar al mismo tiempo con Cristiano Ronaldo, Gonzalo Higuaín, el argentino Paulo Dybala, el colombiano Juan Cuadrado, el francés Matuidi y nuestro compatriota Rodrigo Bentancur, es lógico que aspire a retener el trofeo. Sabido es, y nuestro fútbol es un claro ejemplo, que el que más tiene, mejor compra y ostenta un mayor poderío que le otorga mayores posibilidades de ganar.

 

La reanudación del torneo germano, consagró por octava vez al Bayern Munich. Los goles del polaco Lewandowski, sumados a la seguridad de Manuel Neuer, el lateral austríaco Alaba, Thomas Muller, el croata Iván Perisic y el brasileño Coutinho, confirmaron con holgada ventaja y varias fechas de antelación el favoritismo que le otorgaba el período de pases.

 

La ventaja de fuertes tesorerías inclinan la balanza a favor de los más poderosos, lo corrobora cada edición del Mundial de Clubes, en los que dominan nítidamente los europeos y a los que asisten los campeones de la Libertadores con el solo cometido de pasar lo más decorosamente posible la tortura de una final ante equipos netamente superiores. Aunque las selecciones van por una vereda diferente a las clubistas, los mundiales ahondan la diferencia. Hace 18 años que no lo gana Sudamérica, fue en 2002 que Brasil superó a los alemanes en Japón, de allí en más ha sido solo un privilegio de italianos, españoles, alemanes y franceses.

 

El mayor crecimiento en las últimas dos décadas se ha dado en la Liga Española. Potenció a los dos grandes, hizo del clásico Real Madrid – Barcelona un espectáculo que concita la atención mundial, se apoderó de los mercados televisivos  internacionales, generó ingresos multimillonarios por concepto de sponsors y merchandising. Sin embargo y salvando la enorme diferencia, los campeonatos locales siguen pareciéndose y mucho a nuestro medio. Conscientes que ambos grandes juegan un mano a mano en cada temporada y que el resto va solo en busca del ingreso a las copas internacionales, salvo alguna muy esporádica excepción en la que peleen el título.

 

Noviembre de 1997, fue el final de dos años en los que los grandes se estancaron bajando la mira. Peñarol había ganado los campeonatos de 1993, 94 y 95 y de allí en más se desató una lucha a todo nivel, en la que el tema cotidiano fue el “quinquenio”. Aurinegros en su búsqueda y tricolores por impedirlo. No hacía tanto que habían ganado las Libertadores de 1987 y 1988, Nacional había alcanzado la Recopa en el 89 y en el 90 había perdido la final de la Supercopa ante Olimpia. Peñarol por dos veces en 1993 y 94 fue vice campeón de la CONMEBOL ante los brasileños San Pablo y Botafogo, pero una fiebre en pro y en contra de la posibilidad de un quinto campeonato consecutivo mirasol, generó una desmesurada puja, que hizo, y recuerdo varios viajes acompañándolos a ambos a competir en el exterior, que uno y otro reservaran a las principales figuras para enfrentar a los últimos de la tabla del Apertura y participar con suplentes en la competencia hipotecando la chance internacional.

 

El año 96, con Jorge Fossati como técnico volvió a ganarlo Peñarol, y en el 97 la guerra pasó desde la cancha a los escritorios. Una arremetida formidable, con dos clásicos ganados de atrás y vapuleando a Defensor en la última final, cristalizan el sueño carbonero, con Gregorio Pérez como timón y Pablo Bengoechea como líder.

 

Lejos de ponerle punto final al gran debate, se inició un año más y más caliente. Nacional ya con el retorno histórico del presidente Dante Iocco, sale a competirle de otro modo al Peñarol de José Pedro Damiani, y con la ganadora presencia de Hugo De León en el comando y algunos importantes refuerzos se pone ahora sobre los hombros cortar el éxito de su tradicional rival impidiendo el inédito sexenio, lo que consigue ganando nuevamente, con polémicas encendidas, el Uruguayo sin necesidad de finales.

 

Con las limitantes cada vez mayores de la economía del fútbol uruguayo, esa lucha interna  que tres años después con los reiterados triunfos albos volvió a encenderse de forma inversa, fue achatando las ambiciones internacionales, y esa es la gran diferencia con los clubes grandes europeos. Ganan en lo local, saben que es una exigencia implícita en consonancia a su poderío e historia, pero lejos de quedarse solo con la alegría que provoca una gran seguidilla local, saben que el desafío está en los títulos internacionales.

 

Esa “noventosa” versión de la rivalidad de los grandes no coincide con los episodios más grandes que vivieron en su enorme historial. Basta con ir a los títulos de los diarios, para entender que más allá del reconocimiento a sus triunfos y su calidad futbolística, el Quinquenio de oro tricolor, aun cuando era la primera vez que club alguno lo alcanzaba, fue tomado como un exitosísima seguidilla, pero sin que se mencionara en forma permanente, lo que luego adquirido mayor relevancia con los años. Es más, igualados en 27 puntos, tuvieron que definir el Uruguayo de 1944 en una final que terminó  0 a 0. Ni en lo previo ni en lo posterior se hablaba del posible sexenio que tuvo al alcance de la mano en el segundo desempate que ganaba 2 a 0 con goles de Atilio García y que Peñarol dio vuelta con anotaciones de Luis Prais, Obdulio Varela y Ernesto Vidal.

 

Menos aún en la definición de 1939, cuando el que iba por su primer quinquenio era Peñarol, había ganado de corrido desde 1935 al 38. Una vez más llegaron igualados y en la final ganó Nacional 3 a 2. Francisco Arispe, Luis Volpi y Atilio García, marcaron para la vitoria, mientras Adelaido Camaití hizo los dos del mirasol. Es más ese clásico no solo marcó impedir el quinquenio de Peñarol sino el comienzo de los formidables cinco títulos de Nacional, de Aníbal Paz, Eugenio Galvalisi, Roberto Porta, Anibal Ciocca, Luis Ernesto Castro, Atilio García y Viviano Zapiraín.

 

Más acá en el tiempo, el primer gol clásico de Fernando Morena a Manga, hace quedar a Nacional sin quinquenio. El equipo que dominaba desde 1969, con figuras como Luis Artime, Luis Ubiña, Juan Carlos Blanco, Montero Castillo, Víctor Espárrago, Luis Cubilla, Ignacio Prieto, Julio César Morales, Ildo Maneiro, sucumbió ante un renovado Peñarol dirigido por Hugo Bagnulo que con ese empate 1 a 1 (el gol tricolor lo hizo Hebert Revetria) alcanzaba un triunfo que fue considerado por el valor  propio pero en el que nunca se manejó ni en el periodismo ni en los aficionados la lucha por el quinquenio que podía conseguir Nacional aquella tarde.

 

Solo con los años, se apunta a aquellos goles del argentino Eugenio Calla que le arrebataron el sexenio a Peñarol en  1963. Ganó los dos clásicos, pero perdió los cuatro puntos ante Racing y finalizó un punto por debajo de Nacional. En ese momento, para los aurinegros que lideraban por cinco años lo local, de la mano de Néstor Goncalvez, Luis Maidana, José Sasía, William Martínez, Alberto Spencer, Juan Eduardo Hohhberg y Juan Joya entre otros, la mayor preocupación era no haber llegado ese año por primera vez a la final de una Libertadores que lo tenía a desde su inicio en 1960 como principal protagonista.

 

Las últimas generaciones (hablo de 40 años para abajo) en el mejor de los casos resguarda un leve recuerdo de las últimas conquistas internacionales; los más jóvenes nunca lo vivieron. Animal de costumbre como pocos, el ser humano se familiariza con la victoria, pero también con la derrota. Los hinchas de los grandes se acostumbraron a perder, y sin arrogarme en lo más mínimo el marcar la forma de festejar, hoy observo con asombro como se llena 18 de julio por la obtención de un torneo Apertura, o se realizan caravanas frente a las sedes por ganar un Clausura. La vara es más corta y el conformismo mayor, y la rivalidad se sostiene en la discusión por la cantidad de años que cada club tiene, si un estadio posee más butacas que el otro, si los palcos se vendieron más rápido y hasta por cual bandera posee más metraje.

 

Si les nombro al Lincoln o al Skonto, no imaginaran que les menciono a equipos de Gibraltar y Letonia, que ostentan el record de Ligas locales consecutivos ganadas en Europa: 14 cada uno. No le resto mérito a su hegemonía y no cometo la irrespetuosidad de exigirle que ganen una Champions, simplemente es la mejor confirmación, que las grandes conquistas, el reconocimiento y el respeto, se gana por los logros internacionales, esos que en otra época hicieron de Nacional y Peñarol, dos enormes clubes del mundo, de lo contrario, aquí entre unos pocos y sin repercusión en el exterior, seguirán festejando campeonatos internos semestrales, y discutiendo por centímetros de tela y bolsas de mezcla.