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Indiscutible




Dentro de los imponderables que no pueden preverse en un partido de fútbol, este resultó fundamental. La lesión de Amaral, su salida y reintegro a la cancha, "desenchufó" a sus compañeros. Al reanudarse el cotejo llegó el gol del empate.


9 febrero, 2015
Columnistas

Nos ganaron bien, aunque siempre sea más difícil saber perder y aceptar la derrota.

Razones varias. Una de ellas es haber perdido la pelota en la mitad del campo, por virtud del rival que jugó, generalmente, por afuera, vital detalle de posesión y distribución, con un sólido medio juego de Tripichio, Vega y Martínez, apoyando siempre a Driussi, Simeone y Correa que, después de la primera media hora, tomaron el timón del juego, yendo abajo 0-1.

El inicio fue de alegría plena con una jugada formidable de Amaral, luego sustituído con luxación de hombro y allí se nos fue una gran parte del talento creador, con pase al medio que tomó Pereiro, Batalla que no llegó y gol celeste.

Todo fiesta. Pero la deficiencia aún no estaba presente. Esto es, el perder el medio campo.

Fundamental para la la táctica uruguaya. Arambarri, Nández y Castro cedieron terreno y pelota. No la encontraron ante la eficaz tarea de buen toque argentino.

Así las cosas, con juego por las bandas y ausencia de asistencia en zona central, se vino Argentina casi como una consecuencia del correcto planteo. Empate de Driussi.

Amaral ya en malas condiciones sólo esperó el cierre del primer tiempo.

Sustancial pérdida.

Quedó sin asistente Pereiro y Acosta, a pesar del ingreso de Baéz.

Ya costó llegar y la acción dominante la tuvo Argentina.

Se cortó el diálogo uruguayo de volantes y empezamos a sentir la caída. Alguna llegada, entreverada, ya cuando Correa – en estudiado contragolpe-  nos convirtió el segundo, no cambió el desarrollo favorable a la visita.

Moreira controlando a Pereiro, ausencias en el medio, la pelota por afuera y el contraste que se consumó.

Suárez luchó siempre y Acosta no encontró un remate franco, como que, hábilmente, nos cortaron la colectividad, esa conexión que tuvimos en otros juegos.

Roces, fricciones, claro que las hubo, porque el fútbol es así.

Un detalle al pasar, a modo de paradoja: Batalla tuvo más trabajo que Guruceaga. Vale la reflexión final.

Los botijas se entregaron con hidalguía, con alma, vida y el corazón en cada jugada, en todos los partidos.

Hay que agradecerles como se debe porque entusiasmaron al Uruguay entero a tener un formidable futuro. Y lo tendremos, claro que sí.

Nos esperan el Mundial y los Panamericanos.

El “hubiera o hubiese”, debe quedar atrás.

Hay que vivir de certezas.

Estamos en eso.