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La foto del vice-campeón no se cuelga en el Museo del Fútbol




Tapa de "El Diario" al otro día de conquistar el título de Campeón Sudamericano Sub-20 en el Estadio Centenario en 1979. El título apela a la conquista inicial de 1954, en Venezuela, cuando se iniciar los torneos juveniles. ¡Ojalá el domingo los diarios puedan expresar que luego de 34 años los botijas celestes vuelven a ser Campeones Sudamericanos. Con esa finalidad deben mentalizar los entrenadores a sus muchachos.


2 febrero, 2015
Columnistas Pelota al medio

La Selección Sub-20 de Uruguay tiene la “obligación” de cumplir con la historia. Después de 34 años, la celeste debe retornar a la cúspide conquistando el título de Campeón.

Tapa de "El Diario" al otro día de conquistar el título de Campeón Sudamericano Sub-20 en el Estadio Centenario en 1979. El título apela a la conquista inicial de 1954, en Venezuela, cuando se iniciar los torneos juveniles. ¡Ojalá el domingo los diarios puedan expresar que luego de 34 años los botijas celestes vuelven a ser Campeones Sudamericanos. Con esa finalidad deben mentalizar los entrenadores a sus muchachos.

Tapa de “El Diario” al otro día de conquistar el título de Campeón Sudamericano Sub-20 en el Estadio Centenario en 1979. El título apela a la conquista inicial de 1954, en Venezuela, cuando se iniciar los torneos juveniles. ¡Ojalá el domingo los diarios puedan expresar que luego de 34 años los botijas celestes vuelven a ser Campeones Sudamericanos. Con esa finalidad deben mentalizar los entrenadores a sus muchachos.

El fútbol uruguayo mantuvo durante 82 años un raro privilegio de muy poca o casi ninguna difusión. Era una marca mundial inigualada. En ese extenso lapso, la selección celeste mantuvo el invicto en su propia tierra, conquistando el título de campeón en todos los torneos oficiales que se disputaron con sede fija en el país. El collar exitoso de triunfos resonantes estuvo compuesto por la obtención de los Campeonatos Sudamericanos disputados en 1917, 1923, 1924, 1942, 1967 y 1995, agregándose la Copa del Mundo de 1930 y el Campeonato Sudamericano Juvenil de 1979. Lamentablemente, la serie triunfal se cortó en el Campeonato Sudamericano Sub-17 de 1999 y, negativamente, se mantuvo en el continental Sub-20 de 2003, resignando ese invicto a manos de Brasil y Argentina, respectivamente.

¿En qué se sustentaba esa extraordinaria foja de servicios prestados? Obviamente que no existe un solo factor que coadyuvó para construir esa realidad. En el crisol se forjó el poderío que convirtió inexpugnable nuestro terruño oriental, con diversos elementos entre los cuales –sin duda- el valor anímico que significaba ponerse la camiseta color cielo sobre el pecho, era uno primordial.

El siempre recordado Dalton Rosas Riolfo, graficaba con una frase esta realidad: “En las paredes de las sedes de los clubes uruguayos, no se cuelga el cuadro con la foto del vice-campeón”. ¡Perfecta definición la de aquel personaje de nuestra cultura popular y deportiva, que supo interpretar como pocos el conocimiento de las raíces ancestrales del fútbol criollo!

El Prof. José Ricardo de León, en aquellas veladas nocturnas estirada en los mundiales de Italia’90 y Estados Unidos’94 –cuando lo integré como parte del equipo de “Ultimas Noticias” que realizó la cobertura de ambos torneos- le encontró una razón filosófica a esa cadena de triunfos de la gloriosa celeste que tuvo, también, su etapa descollante a través de los éxitos de Nacional y Peñarol entre 1960 y 1988. Estudiando el pasado y pensando en el futuro, el Profe afirmaba que “el mérito del fútbol uruguayo ha sido y tiene que seguir siendo el mismo: con menos, ser más…” Es decir, futbolísticamente hablando nuestro país siempre “tuvo” menos que Argentina y Brasil. Menos población, menos poder económico, menos cantidad de jugadores. Sin embargo, se las ingenió para “ser más” en ese mundo tan particular de 7.148 metros cuadrados de césped que encierran cuatro líneas de cal…

Podría agregar el imborrable “cumplidos si somos campeones”, que proclamó Obdulio en la víspera del “Maracanazo”, cuando el gallego Míguez, tímidamente y desde su rebeldía de 22 años, le comentó al “Negro Jefe” de 34 años, que el dirigente de Peñarol, Dr. Juan Jacobo, le había sugerido un partido de guante blanco ante los brasileños, rematando su pensamiento pesimista con una nefasta afirmación, surgida de la evaluación del 7 a 1 y 6 a 1 de Brasil ante Suecia y España: “con cuatro estamos cumplidos”.

Lamentablemente, para un pequeño país como el nuestro, el avance de los tiempos y la masificación del fútbol, determinó que sea más difícil ser fieles cumplidores del legado glorioso de la historia. En consecuencia, el fútbol de hoy difunde a través de sus protagonistas –desde los directores técnicos hacia abajo-, “frases hechas” que son una tradicional apertura de paraguas antes de que venga la lluvia. Por este motivo se archivó aquella consigna hoy antigua, que definía el espíritu de nuestros jugadores: “en esta tierra se nace para ser campeones”. El rotundo concepto se emparentaba con la “garra charrúa”, definición hoy archivada, a la cuál nadie hace mención. Sin embargo, concebida como la actitud sicológica para sobreponerse a cualquier adversidad, la “garra charrúa” debería estar presente en la boca de los entrenadores y profesores que conducen a los muchachos que lucen nuestra victoriosa camiseta.

Esa orden imperativa que en el pasado se expresaba a cada jugador que calzaba la celeste, era una pesada mochila de gloria y triunfo, que obligaba a no darse por vencido, ni aún vencido, para recordar la leyenda de los mosqueteros. Hoy, se ha sustituido por otra mucho más complaciente: “el objetivo es clasificar para el mundial de la categoría”. ¿Qué ocurre cuando a los futbolistas se les mete esta idea en la cabeza? Muy simple. Nace el conformismo ante la adversidad. Surge el facilismo de bajar los brazos si el “objetivo” se alcanzó. Crece la excusa ante los fracasos por no conseguir el título de Campeón.

¿A qué vienen estas elucubraciones? Los cibernautas lo estarán imaginando. Se está disputando en nuestra tierra el tercer Sudamericano Sub-20 de la historia. Las posiciones actuales muestran a Uruguay y Argentina igualados en todo. De no ocurrir nada extraño, el sábado próximo el viejo y más antiguo clásico del fútbol del mundo tendrá una nueva edición en el mítico Estadio Centenario.

Ojalá, en la serenidad del Complejo Celeste, en estos días que faltan para los partidos ante Colombia y Argentina, los conductores del equipo oriental recuerden a estos muchachos, que en 1979 se disputó en el Estadio Centenario el Campeonato Sudamericano Sub-20. Había surgido en aquel entonces –como ahora-, la clasificación para los nóveles mundial de la categoría. Pero… ¡ningún uruguayo pensaba que el “objetivo se cumplió” cuando llegó el último partido ante Paraguay! Se anhelaba la victoria para sentir esa sensación maravillosa y única de consagrarse ¡Campeón! con la camiseta que cubrieron de éxito los antepasados. La orden debe ser una sola. Ganar los dos partidos y conseguir el título para que –como ocurrió en 1979- el pueblo uruguayo salga a festejar por la Avda. 18 de Julio, como en tantas ocasiones pasadas.

¿Qué los partidos serán muy difíciles? ¿Qué Colombia y Argentina tienen muy buenos equipos? Sí, claro, sin duda alguna. También eran grandes rivales los adversarios de 1979. En Argentina jugaba un tal Diego Armando Maradona. ¿Lo tienen? Sin embargo, Uruguay le ganó 1:0 en el grupo y empataron 0:0 en la ronda final. Y por más datos, también jugó ese señor Maradona en Argentina en el Sudamericano de Caracas en 1977. Y en los dos certámenes, con la conducción de Raúl Bentancor y el Prof. Esteban Gesto, Uruguay se consagró ¡Campeón Sudamericano! En síntesis, estos botijas tienen la obligación de conquistar el título y para tal fin deben prepararlos sicológicamente los entrenadores. Tienen que saber que si no quedan al tope de la tabla, la fotografía del equipo oriental no será colgada en el Museo del Fútbol…


Etiquetas: Atilio Garrido