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Uruguay y el traje de favorito




Estrella indiscutida de primer nivel mundial, Luis Suárez lleva en sus espaldas la responsabilidad de demostrarle al mundo su condición de liderazgo futbolístico del equipo uruguayo que esta tarde, aquí en Ekaterimburgo, deberá confirmar en la cancha el favoritismo con el que debuta en el torneo dentro del grupo A.


14 junio, 2018
Desde Rusia Pelota al medio

Estrella indiscutida de primer nivel mundial, Luis Suárez lleva en sus espaldas la responsabilidad de demostrarle al mundo su condición de líder goleador del equipo uruguayo que esta tarde, aquí en Ekaterimburgo, deberá confirmar en la cancha el favoritismo con el que debuta en el torneo dentro del grupo A. Fotografía de Fernando González, enviado especial a Rusia 2018.

Llegó el tan anhelado debut de Uruguay en la Copa del Mundo de la FIFA  2018. Los celestes inician el camino ante Egipto en calidad de favoritos en el grupo A, condición que aumentó en grado sumo diecinueve días atrás, cuando Mohamed Salah se lesionó el hombro izquierdo en la final de la Champions League disputada en Kiev con su club, el Liverpool FC, frente al Real Madrid. La desleal acción del corpulento zaguero del equipo merengue, Sergio Ramos, puso entre algodones al único jugador del rival de esta tarde en Rusia, que despertó temor en todos los uruguayos, a medida que la televisión exhibía las notables acciones y goles convertidos en el campeonato de Inglaterra contribuyendo para que su club obtuviera el título de campeón de la temporada.

Idéntica condición de favorito según la opinión de la cátedra adornaba a Uruguay cuatro años atrás, al comenzar la participación en Brasil 2014 en el siempre caluroso norte de Brasil, en el estadio Castelão de Fortaleza. A los 24 minutos de aquella tarde el gol de penal convertido por Cavani, ratificaba esa distinción en el arco adversario defendido por Keylor Navas, entonces casi desconocido golero del Levante UC de España quién ficharía por el Real Madrid después del torneo mundial.

A pesar del favoritismo y la ventaja que confirmaba el tanto de Cavani, los celestes bajaron el ritmo, creció el rival y media hora después el empate del moreno atacante Campbell, que tuvo a maltraer al capitán Lugano, desencadenó la debacle. Dos goles posteriores de los costarricenses sellaron la impensada derrota por 3:1 a manos del hasta entonces modesto equipo costarricense.

Deben sumarse a estos recuerdos recientes en el tiempo pasado sobre las dificultades que Uruguay ha encontrado para superar el momento del debut en competencias de primer nivel, las huellas que quedaron en las últimas dos ediciones de la Copa América. El apretado triunfo en Antofagasta (Chile) ante Jamaica cuando todos pensábamos que en este primer encuentro Uruguay emergería del campo como un claro dominador en el juego y el tanteador. Y al año siguiente en Phoenix contra México y en Filadelfia ante Venezuela, las dos derrotas al hilo dejaron prematuramente a los celestes fuera de la lucha por el áureo trofeo. Algo así como aquello que se decía en nuestro de tiempo de botijas, de que al que no quiere sopa, dos platos.

Este recuerdo pone una vez más en escena y a pocas horas del debut de Uruguay enfrentando a Egipto aquí en Ekaterinburgo, lo difícil que resulta para  cualquier selección uruguaya –sean estas juveniles o de mayores- vestirse previamente a un partido con el traje de favorito. Esta realidad no es nueva. Buscar su punto de arranque equivale a retroceder en la historia a la década del setenta del siglo pasado, momento a partir del cual a todos los equipos de fútbol de nuestro país, ya sean estos del nivel de selecciones o clubes, les resulta siempre difícil participar en certámenes de alta competencia. Las causas de este fenómeno son muchas. Una de ellas es la clave.

El descubrimiento de los satélites que introdujeron en la televisión las transmisiones punto a punto a partir de 1972, trajo de la mano el desarrollo de un negocio gigantesco en el cual el fútbol se transformó en la locomotora que arrastra los vagones de la TV que debe ser pagada por el abonado que deseen observarla. Sumado a este fenómeno el otro surgido con la globalización que borró las fronteras de los países en el globo terráqueo, a partir de los años noventa en el fútbol el reparto de la torta del éxito que se traduce en dinero, quedó reservado a los países que reúnen dos condiciones imprescindibles: historia gloriosa y gran mercado de consumo detrás. Esto último se mide a través del respaldo de poblaciones millonarias en varias decenas de seres humanos. ¿Cuáles? Los que han triunfado en la copa del mundo de la FIFA iniciada en 1924. Alemania, Italia, España, Francia, Brasil y Argentina. ¡Falta Uruguay, exclamará el lector! Si, falta… Uruguay es el patito feo, la piedra en el zapato, porque presenta una historia gloriosa de primera categoría en la cancha, pero no reúne esa otra condición indispensable en el fútbol del mundo actual para hacerse respetar y ser respetado. Tres millones de habitantes son absolutamente nada para el mercado regido por las leyes que impone el poderoso señor don dinero. Nuestro país es apenas un suburbio de cualquier capital de los países que ostentan la orgullosa condición de campeones del mundo. Porque… ¡es muy difícil alcanzar la cima de la conquista de esa gloria futbolística! Por algo hasta la fecha tan sólo ocho naciones alcanzaron el trofeo, con la particularidad que recién desde 1998 se sumaron otros dos miembros al club: Francia y España.

Según mi juicio, por estos motivos el partido ante Egipto que comenzará dentro de pocas horas, resulta clave para el futuro celeste. Un triunfo claro en la contundencia del juego, en la prestancia y actitud en la cancha de quién se siente importante por el respaldo de la historia, abrirían las puertas a una pelea donde la calidad de varias de sus grandes estrellas (Suárez, Cavani, Godín, Vecino y Bentancur) meten miedo, como para convertirse en los héroes de una novela que comenzó a escribirse ayer con la goleada de Rusia y en cuyo protagónico papel final los gurúes de la cátedra no consideran a Uruguay.

 


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