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La múltiple hinchada por La Celeste




Cavani abrió el partido en Portugal.


21 noviembre, 2013
Columnistas

Los primeros que empezaron a cantar, a saltar y a rebolear los chalecos fueron los jugadores, los suplentes saliendo del banco de Uruguay, al grito de: “…soy celeste, es un sentimiento, no puedo parar…”, contagiando a la tribuna. Son los primeros hinchas de ellos mismos no por autorreferentes ni por exceso de vanidad, sino por otros dos motivos:

Edinson Cavani ofrenda la clasificación al público: "se llegó al objetivo que todos queríamos".

Edinson Cavani ofrenda la clasificación al público: “se llegó al objetivo que todos queríamos”.

El primero es que últimamente, han jugado antes que nada para sí mismos, con el compromiso de ganar por ellos, por su propia y singular historia como grupo. Lo publiqué la mismísima noche que perdieron en Chile y todo parecía perdido:

“Si ésta fuese una selección uruguaya más, yo diría que la tiene imposible (tras Venezuela se vienen Perú, Ecuador, Colombia y Argentina), pero a esta selección la compromete más su propia historia.

"Tenemos potencial y vamos a trabajarlo para llegar bien al mundial", festeja Diego Lugano.

“Tenemos potencial y vamos a trabajarlo para llegar bien al mundial”, festeja Diego Lugano.

Porque cuando quedó a un gol de la final del Mundo, la vez anterior que Uruguay lo había hecho, el padre de Forlán saltó a festejar en un impulso el gol de Schiaffino que Solé relató -pero no fue-, y volvió a caer desconsolado sobre su cama de niño chico, en Mercedes, escuchando el desmentido en la radio, que era un mueble de madera, parecido al aparador de un living, con redes en vez de vidrios, que funcionaba a válvulas, tubos y lámparas, una de las modernas de entonces.

La compromete más porque no fuimos al Mundial de Argentina y de los que fueron al anterior Mundial de Brasil sólo queda vivo un genio de ochenta y seis años.

Su historia la compromete, además, porque cuando ganó la última Copa América para Uruguay, varios de los últimos que la habían ganado ya eran abuelos”.

El segundo motivo es que ellos son, obligadamente, los que mejor entienden de qué va esto de competir en el fútbol del mundo de hoy, porque, con variadas suertes, lo están jugando en el ámbito ecuménico más competitivo,  y saben perfectamente la dimensión de lo que han logrado. ¡Están otra vez en un Mundial! ¿Que le ganaron el repechaje a Jordania? Jordania le supo ganar a Australia, que supo dejarnos afuera de un Mundial.

La tribuna se contagió del festejo y era de esperar. Estos gurises tienen buena llegada con la gente -no con toda, eso sería imposible-, pero en las hinchadas jóvenes de cualquier camiseta del fútbol uruguayo se ha impuesto la jerarquía de que “la celeste es la más linda”. Antes no era así. Hoy la celeste tiene una hinchada múltiple que, sin embargo, no se divide por clubes y además tiene hinchada propia, de uruguayos que se entusiasman particularmente con ella; bastantes son del interior (había decenas de ómnibuses de excursiones desde el interior en los alrededores del Estadio; varias barras de muchachas y muchachos, o familias grandes, tomando precauciones de mantenerse en grupo para no perderse en la capital), bastantes son familias que en otras ocasiones no concurren al Estadio.

Juntas, todas estas múltiples hinchadas de la celeste, son LA PROPIA HINCHADA, la que ha cambiado hábitos de buena parte del fútbol uruguayo, ha hecho meritorios la virtud, el respeto, la admiración, donde antes se cotizaba el defecto, el patoteo, el desprecio.

Estos cambios fueron determinados, como todo en el fútbol, por los resultados, pero no sólo por los deportivos: Sudáfrica fue la bisagra para darnos cuenta que la imbecilidad ni provoca ni paga, sólo estimula a los rivales. Los dos últimos partidos de Uruguay en el Centenario en que la tribuna se sumó masiva al canto de alguna barra, “a estos putos les tenemos que ganar”, fueron contra Brasil y contra Costa Rica en las eliminatorias del Mundial 2010. Brasil nos bailó y Costa Rica casi nos gana. La película “3 millones” muestra cómo en Sudáfrica nos “secó” la llegada del charter tardío, con algunos tipos del antiguo “agrande” patriotero, que llegó con esas pretensiones de insulto en su griterío para las semifinales. Lo mejor, lo más sorprendente además, es que así como influyó esta selección en el juego -y en los ingresos- de otros equipos -y de los clubes- uruguayos, también influyó su hinchada en otras.

El domingo asistí a un minuto de silencio entero por el fallecimiento de Javier Oyarvide (un gran jugador que las nuevas generaciones no conocieron), anunciado por los altoparlantes del parque Roberto como ex-futboblista de Nacional y de Defensor (rival clásico de Danubio). El cumplimiento del silencio fue total en una cancha casi llena y con barras que un momento antes competían con sus cantos, nada, ni una palabra se oyó hasta que el juez pitó y empezó el partido. No digo que haya sido por los valores de la celeste; los del Reducto y de Sayago y los de la Curva tienen sus propios valores, pero desde el Mundial de Sudáfrica, el beneficio de estos se entiende mejor.

La hinchada de Danubio, por ejemplo, con todas sus canciones de puro aliento, sabe que así ayuda a su equipo a ganar. Y si quieren un ejemplo por el opuesto, cruzando el charco tienen uno muy evidente: “Jugadores/a ver si lo entendemos/nosotros alentamos/ustedes pongan huevo”. “Jugadores/ escuchen a la gente/ a ver si se dan cuenta/ esto es Independiente”. Esa barra, presionando con la vieja historia de Independiente, lo mandó a la B y lo  invita a terminar allí.

La celeste ahora tiene hinchada nueva, propia y múltiple, a la que no se le ocurriría tirarle al equipo por la cabeza con la historia, entre otros motivos porque la historia gloriosa relativamente reciente del fútbol uruguayo es la de esta misma celeste, por eso esta noche en el Estadio festejaron primero sus jugadores y luego entre ellos y con su gente -que agotó las entradas en dos horas, cuando se pusieron a la venta antes de que Uruguay le ganara a Jodania 5 a 0-, y después siguieron celebrando íntimamente en la Concentración. Habían cumplido un compromiso asumido por el grupo con su propia historia.

El compromiso para Brasil 2014 parte de la humildad y el respeto que este grupo siempre tuvo, pero con el orgullo que se le escapa con gusto a Oscar Tabárez cuando dice: “Uruguay no va a ser un rival fácil para nadie”.

"La fortaleza que tuvo este grupo en las difíciles fue lo mejor", Luis Suárez y un juramento.

“La fortaleza que tuvo este grupo en las difíciles fue lo mejor”, Luis Suárez y un juramento.