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Diario de viaje: Cómo se pianta la vida




Viste de una pequeña porción del aeropuerto del Tocumen, captada hoy en nuestro tránsito en Panamá hacia Caracas. La estación aérea es en la actualidad la de mayor tránsito de pasajeros y aviones de América Central.


3 octubre, 2017
Sin Categoría

Viste de una pequeña porción del aeropuerto del Tocumen, captada hoy en nuestro tránsito en Panamá hacia Caracas. La estación aérea es en la actualidad la de mayor tránsito de pasajeros y aviones de América Central.

Escribe Atilio Garrido / Fotografías Fernando González (enviados especiales a San Cristóbal, Venezuela).

La frase tanguera que escribió  Carlos Vivián, que es el título de la pieza poética a la que también le colocó la música y que inmortalizaron la voz del Polaco Goyeneche y el fuelle de Pichuco Troilo, retornó una vez más a mi mente mientras recorría las entrañas del aeropuerto del Tocumen. Es en la actualidad el de mayor tránsito de pasajeros y aviones de América Central. Descendimos en la capital de Panamá en una puerta, buscamos en la gigantesca pantalla de led nuestra conexión a Caracas y luego de encontrarla emprendimos el trayecto rumbo a la número 27. Después de unos veinte minutos de andar a pie en medio del hormiguero humano llegamos a destino. Atrás quedó un mundo impresionante de lujosas tiendas en cuyos escaparates los artículos en exposición, perfectamente decorados y ubicados para atraer al transeúnte, parecían sonreír y pronunciar la palabra santa: “llévame”. “cómprame”. Miles de pasajeros que van y vienen en constante movimiento generando ese bullicio inconfundible de la multitud anhelante y ansiosa, en busca de encontrar su número de vuelo en gigantescas pantallas donde van pasando los nombres de las compañías aéreas, su hora de partida y la “gate”, con la misma continuidad con que salen los chorizos de la máquina en la fábrica.

El aire acondicionado en todos los lugares del gigantesco aeropuerto convierten en amenas las modernas instalaciones, sumando un amplio confort que invita a detenerse en las tiendas, joyerías lujosas, locales de bebidas, perfumes y todo lo que a uno se le puede ocurrir comprar.

La cruel sociedad de consumo generada por el capitalismo triunfante después de décadas en su lucha con el adversario comunista-socialista, potenciada a su máxima expresión en esta ciudad-aeropuerto, generaba durante la recorrida rumbo a la “gate 27”, la misma sensación que produce al viajero transitar en el mundo interior del aeropuerto de Miami, Nueva York, París, Turquía o cualquier otro de esas urbes abanderadas del “compre, compre, compre”.

Caminé lentamente, favorecido por la comodidad de las dos horas de espera para tomar la conexión, en esta especie de Torre de Babel poblada de seres humanos que caminan solos hablando en tono fuerte al celular que llevan en su mano. Me desplacé en medio del vergel de pasajeros que llegaban o buscaban el lugar indicado para iniciar su viaje. La tranquilidad del análisis llevó a conclusiones que parecen obvias, aunque son símbolos de los cambios profundos que experimentan las sociedades. Ninguno lucía traje. Muchos menos una corbata. Los tenis –viejos y queridos “championes” de mi época- ganaban por goleada calzando rudos pies de hombres o delicadas extremidades de mujeres jóvenes.

Viviendo esta experiencia la mente me llevó a la primera vez que llegué a este aeropuerto en junio de 1970. Hace cuarenta y siete años y algunos meses atrás. Lo único que se mantiene como en aquel ayer es el nombre: Tocumen. Una visión de aquel tiempo quedó grabada en mi memoria. Cuando la azafata del avión de la compañía Pan American abrió la puerta una ola de aire caliente y húmedo invadió el fuselaje. Ese clima insoportable nos acompañó ¿Dónde habrá quedado aquel viejo hangar de chapa que hacía las veces de recinto de llegada, migración y retiro de equipaje?. Todo junto. En el mismo lugar, en medio de aquel calor húmedo que pegaba la ropa contra el cuerpo.

En aquel viaje hacíamos escala retornando desde México donde asistí como integrante juvenil del equipo deportivo de CX 8 Radio Sarandí que lideraba don Carlos Solé, el Gardel de los relatores de fútbol, el periodista deportivo más famoso y escuchado de aquel momento, peleando el rating palmo a palmo con Heber Pinto en CX 12 Radio Oriental. El comentarista era Jorge Bazzani, secretario de Zelmar Michelini en la cámara de Senadores. Cargo y tareas que compartía con el Lito González, el gran basquetbolista integrante del equipo uruguayo que conquistó la medalla de bronce detrás de Estados Unidos y la Unión Soviética en los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956. Norberto Mazza era el tercer compañero del equipo. Locutor comercial en los partidos de fútbol. Y yo… el “che pibe”. Con mis 19 años, iniciado en la profesión en 1968 en el matutino El Debate bajo la égida de don Trifón Ilich, otro pope del periodismo futbolístico de aquellos años.

En fin. En medio de todos estos recuerdos, mirando hacia atrás, con el sol de la vida en la espalda, la pregunta sin respuesta da vueltas en mi mente cada vez que me encuentro con estas realidades. ¿Cómo han logrado estos países –como Panamá- este progreso asombroso, este ingreso al primer mundo, esta desocupación que no llega al dos por ciento, esta transformación que se observa y se palpa al llegar rompiendo los ojos? “¡Cómo se pianta la vida!”. Salute.-


Etiquetas: Crónicas de Viaje