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Don Quijote de la Cancha




Jorge Manicera y Emilio Alvarez formaron durante años la pareja de zagueros de Nacional.


19 octubre, 2012
Sin Categoría

En un lugar de la cancha de cuyo nombre no quiero acordarme, había un jugador muy delgado y alto que, cuando llegaba un tiro de esquina contrario, se ponía yelmo de Mambrino, la bajaba de pecho y salía desde su área chica haciendo moñas, montando a Rocinante, como si la pelota fuera Dulcinea del Toboso y los rivales molinos de viento. Las hinchadas de Rampla, de Nacional y de la Selección, se infartaban cuando Dulcinea salía de la cueva de Montesinos jugada con prestancia, con pulcritud, pero sin la menor noción de riesgo por ese “ingenioso hidalgo”, Don Quijote de La Cancha.

Jorge Manicera y Emilio Alvarez formaron durante años la pareja de zagueros de Nacional.

Los uruguayos de antes al achique defensivo en zona le llamaban “la cueva”. Dice el Profe De León que lo inventó Nazzasi, lo mismo que a la pareja de libre y estóper, una de las “asimetrías características del fútbol uruguayo” según el maestro Tabárez, que declara tomar el concepto de Ondino Viera. Era un espacio acotado por los zagueros y los laterales, donde entraba el cinco para tapar los avances rivales. Al recuperar la pelota, la cueva se abría y el equipo salía jugando generalmente por el zaguero más adelantado. Cuando éste era Jorge Carlos Manicera, los rivales se desparramaban ante su digno y elegante paso como manadas de ovejas embestidas lanza en ristre, pero ocurrió alguna vez que el caballero confundió molinos con gigantes y acabó maltrecho. Entonces surgió el estigma. “Loco, arriesgado, atrevido, romántico”. El estigma asimétrico era el del “uña negra”. No existe Don Quijote sin Sancho Panza.

En la selección de Cerro Largo, Tornillo Viera jugaba de Manicera, de Uña Negra jugaba Cazón. Éste era un jugador “policía”, un hombre de bigote, que asustaba. Antes la pareja de backs había sido Cazón y Silveira. A Silveira lo compró Peñarol y se fue para Montevideo. Pasó a ser Cazón y Viera. Fueron a buscar a Viera de Montevideo y entonces Cazón gritó:

–¡Pero eligen siempre pa’l que está al lado mío, nunca para acá. Los promociono a todos y a mí no me ven!

Seguro: era fuerte, guapo, robusto, tenía unos bigotes que impresionaban, rompía todo el juego y Don Quijote salía jugando a lo Manicera, a lo Passarella, a lo Paolo.

Al año siguiente la pareja de backs de Cerro Largo fue Cazón y Mazzei. A Mazzei lo compraron y se fue para Montevideo.

Cazón los promocionó a todos, pero él, al final, nunca salió de Cerro Largo.

 

(Hoy se cumple un mes de la muerte de Jorge Manicera, Don Quijote de la Cancha, reiteramos esta columna publicada entonces en nuestro portal anterior)