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Fútbol de respuesta




Egidio Arévalo Ríos, gol uruguayo en la Copa Libertadores.


11 octubre, 2013
Columnistas

Se sabe que tanto Ecuador como Uruguay juegan lo que últimamente se ha dado en llamar -y ellos mismos le llaman- fútbol de respuesta. Planifican en función del rival. Reynaldo Rueda, en sus primeras declaraciones sobre el partido, subrayó que para él lo primero es contrarrestar “el pressing uruguayo”. Para eso ensayó con nueve jugadores contra once presionando intensamente. Ayer, en su conferencia de prensa, Oscar Tabárez no confirmó la formación de su equipo porque no tiene la confirmación del rival.

Egidio Arévalo Ríos, uno de los puntales del pressing uruguayo.

Egidio Arévalo Ríos, uno de los puntales del pressing uruguayo.

En rigor, esas conferencias previas a los partidos, también son, en cierto sentido, fútbol de respuesta, porque sólo el fútbol del partido responderá a las preguntas que se hacen, más que los periodistas, los propios entrenadores.

Ayer, por ejemplo, lo más aseverativo que dijo Tabárez fue: “estoy lleno de interrogaciones”.

“Es un partido de fútbol y como cualquier partido de fútbol se va a ver cómo es durante su desarrollo y sobre todo cuando termine, a ver en qué tiene que pensar cada equipo después de este partido”.

“El que pierda… en el caso de que seamos nosotros, todavía no tenemos ni siquiera logrado el quinto puesto”.

Desde el comienzo de la conferencia sus “contestaciones” fueron verdaderas preguntas al fútbol y así se lo presentó a los periodistas. “No renunciamos a nada ni vaticinamos nada. Simplemente nos preparamos para jugar el partido a partir de la hora 16 (de Ecuador -19 de Uruguay) de mañana, que es la hora de la verdad, donde todo lo que hablemos acá estará muerto”.

Los periodistas, como suele ocurrir también en otras, son los que en esas conferencias hacen las declaraciones, que tienden a responder a la gran pregunta existencial de nuestra especie: ¿Qué es el fútbol?

Quien mejor la respondió fue el argentino Ariel Scher: “El fútbol es un pretexto para respirar”.

En los dos mil ochocientos metros de altura de Quito, vamos a necesitar bastante fútbol porque se nos hace muy difícil respirar.

Si encontramos ese buen pretexto, simplemente podremos festejar, aunque, festejemos más o menos, jugar es siempre una fiesta -a veces bien seria- de respuesta.