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La Selección y los Asaltantes




Cristian Rodríguez y Nicolás Lodeiro.


19 marzo, 2013
Columnistas Sin Categoría

Así como existe una educación para las matemáticas o para la física, existe una educación para el gusto y para la apreciación de un espectáculo; pero antes que la educación, existe el aprendizaje.

Marcelo Zalayeta y Alvaro Recoba en la selección de otros tiempos.

Marcelo Zalayeta y Alvaro Recoba en la Selección de otros tiempos.

Aunque no se hayan propuesto enseñar, cuando Álvaro Recoba y Antonio Pacheco, ídolos máximos de Nacional y Peñarol, sacan juntos la murga Asaltantes con Patente, nuestros gurises están aprendiendo que Peñarol y Nacional son amigos, son socios, están en la misma, más allá de la rivalidad deportiva de los noventa minutos de un clásico. Esa demostración de la vida es una experiencia más didáctica que todas las campañas que podamos idear contra la violencia en el fútbol, que de todos modos es necesario sostenerlas en el tiempo, insistir en el tema, no dejar para cuando la sangre llega al río.

Otra instancia para aprenderlo naturalmente es la Selección Uruguaya. Diego Forlán y Luis Suárez, por ejemplo, o Nicolás Lodeiro y Cristian Rodríguez, son referentes de Peñarol y Nacional. Cuando juega la selección y algunos de ellos está en la cancha, los hinchas de Nacional hinchan también por Forlán y Rodríguez y los de Peñarol también por Suárez y Lodeiro. Trasciende que son amigos, como lo fueron Julio Pérez y Omar Míguez, un caso paradigmático. No sería necesaria, bastaría con que fuesen buenos compañeros de equipo, pero la amistad ayuda a compartir admiraciones.

Cristian Rodríguez y Nicolás Lodeiro.

Cristian Rodríguez y Nicolás Lodeiro.

Paco Espínola, uno de los grandes escritores uruguayos de todos los tiempos, decía que “no hay nada mejor que compartir admiraciones”. Él lo hacía en sus clases de la Facultad de Humanidades, donde “tomaba mate con los clásicos de la literatura griega”. Un día, hace más de cuarenta años, lo invitaron a hacer un programa en televisión, en canal 5. Simplemente reiteró lo que hacía en clase. Tuvo un éxito sorprendente y un final de esos que hacen dudar que sea libremente que los mercados determinan la censura, los gustos y comportamientos.

Ya en los años treinta, Raymond Chander denunció que la pauta de la industria era hacer aparecer un personaje con un arma ante cualquier atasco de la trama. Hoy asistimos a la polémica sobre la apología de las masacres y de la tortura en muchas de las principales películas de Hollywood. Cientos de estudios señalan una determinación política orgánica, desde fuera de la industria, marcando casi cien años de esa tendencia.

En nuestro país, a otra escala y también por otros medios, una cultura y sociedad machista e imbécil formó tribus que no están tan interesadas en el fútbol, sino -como dice un amigo- “en el pogo y las artes corales. Muchos se definen a si mismos como coreutas escatológicos. Componen hermosas piezas en las que amenazan de muerte o recuerdan asesinatos a los coreutas escatológicos rivales. También amenazan con fornicaciones colectivas a aquellos coros rivales que no empiecen a correr en ese preciso instante”. No es porque hayan nacido así, imbéciles y violentamente enfrentados, es porque desde que nacen, casi todo a su alrededor está estructurado de tal manera, para incentivar esa violencia.

No todo. La Selección y los Asaltantes, por ejemplo, no.