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Berardi, se fue un grande




Víctor Hugo Berardi


18 agosto, 2015
Básquetbol

Víctor Hugo Berardi

Víctor Hugo Berardi.

El sentimiento de pesar invade a todos: Víctor Hugo Berardi, el lengendario entrenador de básquetbol, a los 65 años,  murió el martes en Buenos Aires cuando iba a regresar con la delegación de Uruguay luego del amistoso con Argentina. Había sido invitado por la FUBB junto a Raúl Ebers Mera. Se fue un grande. Dejó una legión de amigos y títulos en la historia de la Celeste.

Dolor en el básquetbol y en el deporte uruguayo: murió Victor Hugo Berardi, el martes en Buenos Aires, en la mañana de regreso con la delegación de Uruguay. Había sido invitado por la Federación de Básquetbol, en los 100 años de la FUBB,  al partido con Argentina junto a Raúl Ebers Mera (Olímpico, medalla de Bronce en Melbourne 1956). Se sintió mal en el Hotel, llegó la emergencia y lamentablemente se produjo su deceso. En agosto de 1997, sufrió un infarto en el Torneo de las América, en pleno partido Uruguay – Brasil.

Berardi fue un grande, del Barrio Palermo, de su Atenas, como jugador, técnico asistente del eterno Oscar Moglia y de la inolvidable carrera como entrenador. Campeón Sudamericano dirigiendo a la Celeste en 1995 en Montevideo y 1997 en Maracaibo.

El entrenador, apasionado, de enorme temperamento, logró éxitos resonantes en diferentes clubes y la Selección, como el sexto puesto en Los Angeles 1984 asistiendo a Ramón “Pirulo” Etchamendi. Berardi también conquistó títulos en Peñarol (Federal 1982 y Sudamericano 1983), Bohemios (83’, ’84), Biguá ’88, ’89, ’90 (Campeón Sudamericano ’92), ’98, ’99, 2000 en Welcome.

A su familia y legión de amigos, el abrazo desde Tenfield.com. Berardi en la gloria eterna, inolvidable.

VÍCTOR BERARDI, EL MÁS GANADOR

Víctor Hugo Berardi, “El Más Ganador”, nota realizada por el periodista Miguel Pastorino, en el año 2008. El entrenador aún se encontraba en actividad dirigiendo a Atenas, club de sus amores y que lo lanzó a la fama continental y olímpica, en principio conformando dupla con otro inolvidable Ramón “Pirulo” Etchamendi. A continuación el reportaje completo, en recuerdo y homenaje al entrenador más ganador de la historia del básquetbol uruguayo.

“NO ME LA CREO… AUNQUE LA ESTADÍSTICA LO DIGA”

Treinta y ocho años de entrenador de alguien que empezó a los veinte, edad en la que se dejó el bigote para infundir algo más de respeto del que sus febreros indicaban en sus tardes del café  Walford en Dieciocho y Ejido o el Boston de Andes entre Mercedes y Uruguay. Fue ahí cuando el base que era administrativo pretendió triplicar sus ingresos en el SODRE  ambicionando un pase que se frustró, y pasó si, pero a ser director técnico de la Selección de Basquetball de Florida algo para lo que se había preparado desde los dieciséis.

“No era mal jugador, como base era bueno. Estoy en la foto del campeón del 69. Una vez jugando por los minis de Atenas en Artigas un hombre oscilando me dijo: ‘…usted es lo más parecido a Moglia que yo vi’.. y ahí me quedaron claras dos cosas, que el tipo estaba alcoholizado y que nunca había visto jugar a Moglia”.

Se ríe con ganas, todo lo expresa con ganas. De esa época recuerda alternar en  puesto con el padre del Ruso y Omar Pérez del que reconoce que jugaba bien a todo.  Vittorio como le dicen algunos, dice haber sido un mal jugador de fútbol al que siendo bastante buen golero lo ponían de back con Mario “Bombón” González.  También en la vida ha jugado de base.

“Un  base que sabe jugar en equipo, que ama jugar en equipo, en el equipo de mi familia, de mis amigos. Mis amigos están dentro y fuera del ambiente, dentro y fuera del país. Me considero un buen tipo, por la gente que me demuestra su  aprecio. En Atenas y en otros equipos con los que siendo profesional le he ganado a Atenas me aprecian y respetan. Acá siempre fui semi –profesional, no por que no pensara todo el día en el basquetball, asumiendo que no iba a ser ningún fenómeno y nunca se iba a poder vivir del sueldo de un club exclusivamente, siempre la busqué por otro lado aún en mis buenos momentos en el deporte o en el mayorista donde trabajé. Amigos como Benito Bellomusto que me veía dotes de  buen vendedor me empujaba y así vendí desde botones, alhajas, relojes de contrabando a los bancarios, llevé quiniela y hasta preservativos Black and White, que ya no existen.

Dicen que le cuesta escuchar, él lo niega, recordando palabras rectoras de seres entrañables en lugares aún intactos en su memoria.

“Soy abierto a los mayores y también a los jóvenes porque cuando tenía quince años  me aburría aquello de: ‘..me vas a decir a mi que tengo cincuenta años..’.y la vida te muestra gente de cincuenta que ha servido para  muy poco. El joven que anda por los veinte tiene la cabecita bien puesta y así por ejemplo de mis hijos he absorbido un montón de cosas como a no cargarme de preocupaciones. Se aprende a ir a una embajada o a un conventillo. También algunos dicen que no escucho e interrumpo, pero escucho, me encanta escuchar,  escucho a Perreta, un gran asistente, con el que ceno más que con mi señora al extremo que un día Magurno le preguntó por la esposa y Cacho le dijo: ‘ aquí está..’ a lo que Oscar acotó: ‘…no, yo no te digo esa, te digo la otra…Berardi`’. A Cacho lo atiendo porque sabe, pero el cincuenta y uno por ciento de la responsabilidad es mía. Siempre es más lindo estar acompañado que estar solo. No pude disfrutar mucho a mis padres, quizás si de mis tíos, mi abuela y mi hermana mayor que respondía por mí, con la que peleo mucho pero nos queremos mucho. Nací en el Cordón, en Soriano y Magallanes pero me crié en Palermo al lado de la casa donde vivían los Delgado de Peñarol, Jorge y el “Bola” y corredor al fondo vivía Pedro Salord, mi primo, mi hermano, mi amigo”.

Victor Hugo Berardi es a los cincuenta y siete el técnico de Atenas que espera al extranjero que haga la diferencia y no sea un ciudadano de visita, que disfruta de Diego Pereira, del Panchi y el “Quilla” Barrera o del Bicho Silveira sobre quién dictamina: “..si lo tenés, lo disfrutás, si lo tuviste lo extrañas y si lo enfrentás lo odias”. De todas las decisiones  tomadas en su carrera aún tiene el amargo sabor de boca de haber privado al Tato Martínez de una gira a Estados Unidos.

Dice no tener cosas en el tintero, mucho pasó del pibe que fue, el pibe que se cayó de la bici adquiriendo para siempre una cicatriz bajo el ojo derecho, el que temía a las motos, el que maneja por el camino más largo evolucionó del ancestral Simca Aronde a una camioneta Picasso que alguien con esa envidia tan nuestra como el mate, se ocupo de rayar con esmero, por lo que Víctor vencido la terminó vendiendo para tener un auto más “aceptado” por nuestra mediocridad. Se quiso regalar una navidad en Nueva York y lo hizo, ahora los fiordos escandinavos son su objetivo.

“Quería ser azafato (sic) de chico para viajar, no podía entender como un tipo con dinero no viajaba, y se quedaba pescando en la escollera, ahora entiendo que si ese tipo hace lo que le gusta, es rico, es feliz. Las pasé desde que hacíamos novio en una pizzería con un fainá y un refresco para cuatro, o alguna vez en que iba al baño y al volver mis amigos habían rajado dejándome el muerto y al mozo marcándome. Salvo esa vez siempre me fui por la puerta de adelante. Hoy no me la creo, ni en eso de que soy el más ganador aunque la estadística lo diga. Me echaron una vez de Hebraica, de Peñarol por ejemplo, me fui porque aún ganando todo, Federal y Campeonato Sudamericano, me estaban debiendo dos meses, y por códigos me marché y en pocos días tomé otro equipazo… Bohemios. Yo se que soy buena persona, hay momentos que soy un gil, hay momentos en que me dicen que soy vivo por alguna cosa que hago en la cancha, si tuve alguna mentira ha sido piadosa para tratar de no herir, como cuando llega el momento de cortar a un americano y me cuesta enormemente”.

¿Un gil Berardi?,humm.. difícil, le llega auténtico a quien tiene enfrente, es  un resumen de sapiencia tras la barba rala, tras la pancita típica, la eterna disfonía…Berardi….el más ganador.

…………..

Berardi es, recurrentemente, el hombre después del infarto del 24 de agosto de 1997 ante Brasil por el Pre Mundial y en vivo para la televisión. Ahí, tiró un sub total en la registradora de su existencia, y a partir de ese momento se empeña en que todo sea ganancia.

“Me cambió la vida, sentí la presión en el pecho, algo que no se iba a pasar con un Lexotán, me senté a instancias del Dr. Larroque y le dije a Cacho Perreta que siguiera dirigiendo él. Fue la única vez en que no me importó el basquetball, e incluso pienso que me salvó que Uruguay perdiera, pues de haber ganado toda la hinchada hubiera bajado y yo no habría resistido”. La película se rebobina, ambulancia, coordinación con el sanatorio, la decisión de anestesia local para el cateterismo que desobstruya esa arteria calcificada que resistió por dos veces liberarse, electro shock,  se emociona, respira hondo, los ojos se empañan, el instante y la gente que estuvo en el lugar exacto en el momento justo, como el Dr. Enrique Vignuela, permanecen intactos. El silencio del momento complicado se repite en este restaurante de la calle Maldonado donde se vuelve a quebrar,  revive el suspiro de quienes lo asistieron ese día y el siguiente, cuando se descubrió un edema pulmonar con siete litros de líquido y nuevamente la vida en riesgo. Infarto y edema, partido y alargue… y ganó. Uruguay en tanto, había perdido. “Ahora me doy cuenta que llegué a ver el final del partido, cuando Marcelo Capalbo emboca el primero y erra el segundo, ideal para que pasara el tiempo, veo la pelota volada, veo a Rogerio y dije…ya está”.


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