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“No me creo un súper técnico”

Tras haber ganado su segundo Uruguayo, Álvaro Gutiérrez dialogó con Tenfield.com acerca de la violencia en el fútbol, de las claves que moldearon su carácter y de su inoxidable pasión por la música.





29 diciembre, 2019
Nacional Primera

Es la de Álvaro Gutiérrez Felscher una mezcla rara entre carácter fuerte y tranquilidad innegociable. Su educación, sus raíces hispánicas y sajonas y su propia impronta han confluido en esa personalidad ajena a la prepotencia pero firme, que tanto le ha servido al Nacional 2019 para alcanzar la gloria y cortar el tricampeonato Uruguayo que perfectamente podría haber logrado el Club Atlético Peñarol.

Pero la historia no es contrafáctica, sino terca. Y Gutiérrez, gracias a su disciplina, a su orden táctico, a su sangre fría y a su calidad para rotar el plantel y para planificar cada partido con inteligencia y pragmatismo, ha vuelto a ganar un Campeonato Uruguayo con el Club Nacional de Football.

Con ese tema como eje, el entrenador recibió a Tenfield.com en su casa del Prado, donde habló de su carrera, del contraste entre aquellos días y éstos, de los jugadores que lo sorprendieron, de la importancia de Gonzalo Bergessio y de la música como eterno “masaje para descansar la mente”.

El siguiente es un resumen de esa charla.

 

-Estamos sentados delante de dos dibujos que hizo su hija, Guadalupe, de ocho años. ¿Qué fue lo primero que sintió cuando los vio?

-Una alegría bárbara también por ella, que me esperó así, no sufrió tanto como nosotros y en la escuela recibió muchas felicitaciones. Todos los niños le dijeron que yo era un crack, y si hubiéramos perdido le hubieran dicho que era un burro, ¡pero por lo menos le salvé el trago amargo! (risas).

 

-¿Cómo definiría el contraste entre la presión psicológica que supone competir por el Campeonato Uruguayo y disfrutar esta rutina en su casa, ya como ex entrenador de Nacional y más cerca de la paz?

-Así como en el entrenamiento tenés que entrenar y luego descansar para que te sirva en serio, acá venís después de haber estado concentrado, trabajando y pensando en el partido, y te cargás de otras cosas, como si te trasladaras a otro lugar. Pasar un tiempo en casa me sirve para analizar los problemas con otra perspectiva.

 

-¿La música sigue siendo fundamental para usted?

-La tengo un poco abandonada, pero siempre estoy sacando alguna canción o tocando algo. Ahora hace tiempo que no hago nada e incluso tengo un montón de instrumentos y de pedales sin estrenar, porque no he tenido ni el tiempo ni las ganas de ponerme. Pero sí: la música es muy importante para mí.

 

-Y ya no tiene pudor, porque hasta ha cantado en televisión…

-No hay pudor, se terminó, digan lo que quieran: ya está (risas).

 

-¿Qué relación hay entre la música y el fútbol?

-Es como si terminaras de entrenar y te dijeran que te van a hacer un masaje para descansar los músculos. Bueno, para mí la música es un masaje para descansar la mente.

 

-¿Las finales lo pusieron en un modo más clásico, más folclórico o más roquero?

-Mucho más roquero. El último mes le di de punta a Iron Maiden, que es un grupo que me faltaba conocer con mayor profundidad. Me bajé la discografía y, aunque no me gusta toda, a los grandes éxitos les entré abundantemente (risas).

 

-Qué curioso. En su lugar, antes de jugar las finales por el Campeonato Uruguayo muchos evitarían el rock.

-Sí. Y ojo: antes de los partidos nosotros poníamos “Highway to Hell”, de AC/DC. Y como yo la escuchaba hace tiempo y me daba suerte, al final los jugadores me la terminaban pidiendo y decían: “Dale, ponela que es la hora” (risas).

 

-Nacional fue muy compacto y ganó bien ambas finales. ¿Qué jugador le sorprendió en el tramo final del Clausura y en los dos clásicos definitorios?

-Aunque lo veníamos viendo y sabíamos que era un pibe espectacular, con una personalidad bárbara, Laborda -que ya contra Progreso había jugado muy bien- me sorprendió mucho. Y después de rendir notablemente en la primera final se ganó la posibilidad de jugar la segunda.

 

-El orden táctico del equipo, ¿se plasmó tal cual usted lo había planificado?

-Fue bastante parecido a lo que esperaba. En el primer partido Peñarol intentó tener la pelota más por abajo, nosotros presionamos arriba, logramos que perdieran muchas pelotas o que fueran imprecisos en los pases y, las veces que no pudimos recuperar, esperamos. Después, en el segundo tiempo optaron por meter más gente arriba sabiendo que nosotros los íbamos a presionar, creo que con la idea de hacerles llegar la pelota a los puntas para que, desde ahí, les metieran centros a los cabeceadores. Pero a partir de la última mitad de los dos segundos tiempos empezamos a marcar una leve superioridad, que después se ratificó en el resultado.

 

-¿Qué cosas que los aficionados no vean en la televisión le dio Gonzalo Bergessio como líder?

-Bergessio es un muy buen jugador y una muy buena persona y, de alguna manera, contar con él es como tener un técnico adentro del plantel, porque está en todos los detalles con los juveniles, los aconseja y los rezonga un poco si ve que están haciendo algo incorrecto. Si Bergessio no arregla con Nacional, el club lo va a sentir, porque escasean los jugadores con ese perfil.

 

-Qué tranquilidad debe dar tener aliados así.

-Totalmente, porque si te reta el director técnico dicen que es porque cumple con su función natural, cuando en realidad lo que intenta es corregirte para sacar algo provechoso. Pero si te reta un compañero, quiere decir que algo mal estás haciendo.

 

-¿Cómo describiría la manera por un lado firme y por otro tranquila en que usted ejerce la autoridad? Se lo pregunto porque, pese a su carácter, resulta difícil imaginarlo hablándoles mal a los futbolistas.

-Es que yo trato de no hablarles mal nunca, y creo que lo he hecho muy pocas veces en lo que va de mi carrera. Sí he hablado más fuerte cuando ha correspondido. Pero la idea es guiarnos por parámetros marcados por el respeto y saber que hay tiempo para divertirse, para entrenar, para estar tristes y para estar felices, sin perder de vista el objetivo. Por ejemplo, en algún partido en que dijimos “vamos a tratar de hacer esto” y lamentablemente no lo llevamos a cabo, no porque el rival lo impidiera sino porque decidimos hacer otra cosa, ahí sí les hablé fuerte. Pero no al santo botón. Cuando es cuestión de capacidad, las cosas pueden salir bien o mal. Y cuando es cuestión de voluntad me pongo firme.

 

-¿Pero por qué cree que los jugadores confían en usted como persona y por lo tanto como entrenador?

-Principalmente porque me hago sentir como un par que está un escaloncito más arriba, que se encarga de diagramar los entrenamientos y las estrategias y de poner en orden quién juega. Pero no me creo un súper técnico ni pienso que ellos tienen que hacer todo lo que les digo. Es más: yo me fijo en ellos para después planificar. Como les digo siempre, cometo errores, trato de ser lo más justo que sea posible, les doy participación en el armado de algún entrenamiento, les hago chistes y me intereso por los problemas familiares que puedan tener. Creo que los jugadores, los entrenadores y los dirigentes no ocupan compartimentos aislados, sino que deben tirar todos juntos para el mismo lado.

 

-El contador Damiani decía que los números no mienten, sino que mienten quienes los hacen. Es difícil, pero ¿cómo explicaría el hecho de que, de los once clásicos que disputó, ganó siete, perdió uno y empató tres?

-Los clásicos se viven de manera diferente cuando sos entrenador que cuando sos futbolista. Y yo creo que, más allá de que se deben jugar con el corazón, es imprescindible jugarlos con la razón. Entonces, hay que esperar los momentos, analizar bien al rival y determinar en qué nivel está, cuáles son sus puntos fuertes, y no cargarse de amarillas al santo botón, ya que en un clásico después es muy difícil sacar la pata. Y trabajar sabiendo que ellos tienen el mismo nerviosismo que nosotros, porque los dos tenemos cosas que perder ante los tres resultados posibles. Así que debemos administrar esas variables. Por ejemplo, los jugadores estaban mucho más tranquilos en los dos clásicos que en el partido contra Juventud o contra Rampla, dos rivales que no tenían nada que perder y que nos podían dejar afuera de la definición.

 

-La estrategia y la táctica son conocimiento, pero la administración de la razón o la rotación de los jugadores en un momento X, ¿tiene que ver con la intuición?

-Muchas veces tiene que ver con la intuición y muchas veces está relacionada con la lógica, como en el caso concreto en que se aproximaba la suspensión de Rafa García y empezamos a darles más minutos a los compañeros que lo podían suplir. Lo mismo sucedió con los laterales: yo roté a Mendéz y a Cotugno porque estaban en un nivel parejo y porque eso me permitía descansarlos y mantener motivados a ambos. De la misma manera intenté que algunos juveniles se soltaran en partidos menos complicados. Pero también hay intuición en otros casos.

 

-¿Por ejemplo?

-Cuando de repente pensás: “Me parece que este loco va a andar bárbaro”. Teniendo a Thiago Vecino, me la jugué por poner a Matías Zunino de doble punta, porque me parecía que tenía otras cosas y que iba a funcionar muy bien.

 

-¿El apoyo objetivo de la dirigencia de Nacional no fue el que usted esperaba?

-Yo tuve el apoyo de la mayoría de los dirigentes, aunque algunos me lo manifestaron mucho más directamente que otros. Pero la realidad es que no me voy por falta de apoyo, sino porque hace nueve meses agarré una mochila pesada y encendida, a la que de a poco le fuimos aliviando el peso y apagando el fuego. Y todo eso recién lo pudimos lograr en la última fecha, con una final posterior. Así que recibí una carga muy fuerte, con críticas de periodistas y de hinchas y con fallos arbitrales sobre los que no dije nada porque cada uno hace su trabajo y porque consideré que no hubo mala fe y que, además, los jueces arbitraron bien las finales y los partidos previos contra Juventud y contra Rampla. Pero la realidad era evidente: en la situación en la que estábamos te sentías presionado, porque pensabas “pará, bo, con este fallo hubiéramos sacado dos puntos de diferencia”.

 

-Más allá de las polémicas, es cierto que en un partido clave no se cobró un penal evidente contra Nacional.

-Sí, en el clásico del Clausura: hubiéramos ganado por cuatro la Tabla Anual y no hubiera habido final por ese torneo. Pero bueno: son equivocaciones que, si bien pueden existir, nos encontraron en un momento en el que no debíamos perder ni un solo punto.

 

-¿Qué sentido tiene el fútbol en un país como Uruguay, donde es un fenómeno deportivo y sociológico extraordinario pero, al mismo tiempo, la decadencia social que vivimos ha llevado a que una vez más un chico indefenso, por el solo hecho de manifestar su adhesión a un club, fuera asesinado?

-Y bueno… Vos sabés bien que muchas personas lamentablemente se tienen que sentir identificadas con algo y encuentran su lugar en el mundo. Pero pasamos de ser un ejemplo universal a ser un mal ejemplo por las muertes, por los cánticos, por las emboscadas y por lo que se dice en las redes sociales. Ojalá podamos volver a cambiar, pero antes debemos concientizarnos, identificar el problema y solucionarlo.

 

-Los hinchas de Nacional no tienen ninguna duda de que Álvaro Gutiérrez va a volver en algún momento. ¿Y usted?

-Esto da tantas vueltas que andá a saber: capaz que ando por ahí muchos años, capaz que no ando ninguno y capaz que en algún momento me saturo y no quiero saber más nada con el fútbol. Pero yo creo que sí, porque el cariño que los hinchas me tienen es recíproco y es muy grande.

 

-Para terminar, ¿qué es Nacional?

-Mi casa, donde me desarrollé mucho como jugador porque, si bien me crie y realicé buena parte de mi carrera en Bella Vista, Nacional me dio otra posibilidad y fue como un escalón más alto para poder competir a nivel internacional, para conocer algunos aspectos de la realidad, para sentir mayor presión y para entender el fútbol de otra manera. Eso me hizo progresar y forjó una parte importante de mi personalidad. Así que no puedo estar menos que eternamente agradecido.

 

-¿Y quién es Álvaro Gutiérrez?

-Un padre preocupado por sus hijos, porque las cosas vayan bien, por su futuro, por toda su familia y por disfrutar todo lo que sea posible. Porque, más que pensar en cuestiones filosóficas, lo que quiero hoy es eso: disfrutar el día a día.