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A pesar de recibirnos, siempre hay un examen




Ariel Longo le entrega en nombre de Audef el merecido reconocimiento a Washington Tabárez.


25 marzo, 2014
Columnistas

Un entrenador debe estar preparado para los avatares y los vaivenes sorprendentes que tiene el fútbol actual. Como si fuera una balsa en medio de una tormenta debe mantener la vertical.

Problemas e inconvenientes de todo tipo le “zumban” pasándole muy cerca y debe de tratar que ninguna “bala” le pegue.

Hay inconvenientes que son directamente producidos por los resultados negativos y esos viene directamente dirigidos al DT por ser responsable directo de los mismos.

Cuando hay problemas en un club en la parte económica el mismo debe actuar como mediador  y  defensor de su plantel  en la interna  ante el club y mantener un equilibrio que solo un entrenador sabe;  porque el mismo también está afectado, sin embargo el defiende una causa donde él  es el ultimo beneficiado y el primer muro de contención en el conflicto.

Si hubiera problemas internos entre jugadores sin dudar será un conciliador en beneficio de los implicados y del plantel, para que no perturbe su rendimiento colectivo.

Ariel Longo le entrega en nombre de Audef el merecido reconocimiento a Washington Tabárez.

Ariel Longo le entrega en nombre de Audef el merecido reconocimiento a Washington Tabárez.

Debe ser el primer defensor del cuerpo técnico ante el inconveniente de turno, siempre y cuando  la razón este sobre sus espaldas.

El equilibrio emocional  lo debe de llevar adelante con “todas sus luces” ante resultados negativos o mal funcionamiento del equipo, por  cualquier pregunta incisiva de parte de la prensa.

Ese mismo resultado no debe entorpecer  dentro del seno de su  familia que siempre espera una sonrisa aunque los avatares deportivos “hayan destrozado” un plan que en un principio era positivo.

Un entrenador al igual que un jugador, o un árbitro tiene características similares a otro ser humano  (aunque a veces sus carreras lo transforma en algo extra terrenal), ríe y sufre como cualquiera, se emociona o se preocupa según la situación, tiene esposa, hijos, nietos, madre, padre y todo lo que involucra a lo terrenal, aunque no lo parezca en determinados momentos.

Su único escudo es siempre el triunfo, sin miramientos, a pesar de las tormentas y a pesar de todo. Esto está en la “tapa del libro” en el jardín de infantes del entrenador (cuando hace su carrera de futbolista y convive, viendo como los “dardos” van en dirección de su entrenador y ya moldea  los misiles que le irán llegando si elige la carrera de conductor).

Pero  cuando los problemas son dentro  del espectro  que son por fuera del vestuario o la cancha, también debe de mantener su vertical y mantenerse aislado y con la meta fija que lo mantiene a lo largo de su trayectoria que es el ganar aunque a veces no lo logre pero si lo debe perseguir.

Escribo esto porque fui futbolista y soy entrenador, estando dentro de mi cabeza que algunos de los argumentos no sean compartidos, por quien o quienes leen esto, y de la misma manera que debo de mantener la vertical comprenderé quien no lo compartan, pero la razón de nuestra existencia hace que argumente algo que es muy pocas veces escrito. De la misma manera que aun me siento futbolista también soy entrenador y a veces la “raza” nuestra hace que nos aplaudamos entre nosotros mismos.

Los entrenadores  damos exámenes todas las semanas y nunca nos recibimos.