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Uruguayos y Argentinos




Juan Carlos Mamelli entrena en primera fila. Detrás Alcides Silveira. Nacional 1969.


10 octubre, 2012
Sin Categoría

Siempre estarán en la leyenda de la rivalidad futbolística rioplatense, y con justicia,
miles de anécdotas heroicas, pero las dos que prefiero no lo son.

Juan Carlos Mamelli entrena en primera fila. Detrás Alcides Silveira. Nacional 1969.

En las finales de la Libertadores del 67 contra Racing de Avellaneda, Nacional sacó el
punto allá, después de una noche que Tornillo Viera casi no durmió, porque le tocó en
el hotel con el “Muñeco” Rogelio Domínguez y éste, soñando que atajaba, se cayó de
la cama y se partió una ceja contra la mesa de luz. Tornillo despertó por los gritos del
compañero y buscó, a tientas, el interruptor de la luz. Salió a buscar a un médico porque
el golero sangraba profusamente.

Acá empataron también pero los argentinos eran unos tigres. “Subían que se colgaban
de la pelota”, Basile, “el Panadero” Díaz, Perfumo, “el Bocha” Maschio que había
venido de Italia…

Cuando Nacional perdió la última final en Santiago de Chile, Tornillo estaba con
el “Mudo” Montero Castillo y habían llorado tanto, estaban tan deshechos… que le dijo
al “Mudo”:

-¿Y si vamos hasta el hotel de ellos a felicitarlos?

-Vamos.

Fueron. El plantel de Racing estaba en plena fiesta, pero cuando los vieron llegar la
pararon. Tornillo y el Mudo fueron hasta el fondo del salón que había quedado en un
silencio absoluto.

–Estamos cansados de llorar y vinimos a desearles suerte en la Intercontinental –dijo
Tornillo.

Perfumo y el Coco Basile fueron los primeros en abrazarlos.

La otra es mínima:

Al poco tiempo de llegar a Montevideo a jugar en Nacional, “Palito” Mamelli se
desgarró. Quería volver a Recreo, su pueblito catamarqueño. Pero un día estaba
caminando por Veintiuno de Setiembre (la calle del apartamento que le habían dado) y
lo llamaron unos muchachos de una mesa del bar Añón, de Veintiuno y Ellauri, donde
ahora hay un McDonalds. Lo habían reconocido por la foto de un diario y lo invitaron a
compartir la mesa. Eduardo Telesca, Lupita Rodríguez, Danielito, “el Cuqui” y Mario lo
convencieron de que no se volviera y siguen siendo los eternos compañeros de mesa de
boliche, del argentino que con el tiempo, se recuperó del desgarro, jugó en varios países
de América y en Europa y se quedó a vivir en Uruguay para siempre.