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Bavosi: “Trabajo tanto la cabeza como el tiro”

Cumplió 40 años recientemente, pero su juego no muestra signos de decaimiento. Una charla en profundidad con el base símbolo de Aguada sobre el básquetbol, sobre la pasión y sobre los afectos.




El "Mono", capitán del bicampeón, retratado por la formidable lente de Fernando González.


18 abril, 2021
Básquetbol

A los 40 años de edad, Federico Víctor Bavosi Bayona goza de buena salud, y lo demuestra en la cancha, el terreno donde despliega sus virtudes. ¿Cuáles virtudes? Una enorme calidad para definir partidos importantes, temple e inteligencia para manejar los hilos del juego y para llevar la pelota pasándola adecuadamente y cometiendo pocas pérdidas, carácter para liderar al equipo, y fundamentos para recordar que la edad es irrelevante cuando se trata de regalar bandejas o triples a granel.

Con Bavosi, el capitán de Aguada que fue elegido como mejor jugador de las finales antepasadas y que anotó 18 puntos en la última final de la Liga Uruguaya que los rojiverdes le ganaron a Trouville 90 a 84, ocurre además que las virtudes se despliegan fuera de la cancha, tal como el “Mono” explicita a través de su ONG Basquetfolk, mediante la cual, junto a socios de lujo como Bruno Fitipaldo, acerca la belleza, la diversión y los valores del básquetbol a zonas de Montevideo a las que de otra manera no llegaría.

Pero el hombre que brilló en España y que salió campeón con Malvín pese a haberse iniciado en Unión Atlética -“una segunda escuela de vida”- muestra su esencia también cuando habla, tal como ocurrió hace pocas horas en esta charla en la que Bavosi conversó con Tenfield de las perspectivas de Aguada, de Leandro García Morales, de la diferencia entre el básquetbol internacional y el uruguayo, de su fanatismo por Stephen Curry -el mejor tirador de la historia- y del contexto afectivo que le ha permitido ser lo que es.

 

-¿En qué medida diría que el estilo de Aguada cambió, sin perder la costumbre ganadora, entre el siempre brillante Miguel Volcan y el actual entrenador y flamante campeón, Adrián Capelli?

-No creo que haya habido un cambio de estilo muy grande porque el concepto es el mismo, y la idea, por las características de los jugadores que integran el equipo, es similar. O sea: una defensa inteligente, que no puede ser muy intensa ni muy agresiva por la edad que tenemos, pero que incluye a gente que la entiende desde el punto de vista táctico. Y después un ataque en el que tenemos que tomar decisiones claras y hacer pasar la pelota por dos o tres manos con mucho gol. Antes teníamos a Feeley, que era un 5 que se abría, y ahora tenemos a Roberts, que es un 4 que juega adentro, con lo cual hubo algunos cambios en el ataque. Pero el concepto sigue siendo el de una defensa inteligente, que nos ayude a llegar con aire a la ofensiva, y un ataque que nos alimenta para poder volver con energía, ya que nosotros nos sentimos cómodos cuando anotamos. Entonces, bajamos a defender con otra energía. Así que conceptualmente no veo diferencias entre Adrián, que es argentino, y Miguel, que hizo gran parte de su carrera en Argentina. Sí hay diferencias en el modo de trabajar, y Adrián está más pendiente de los momentos individuales de cada uno. Él llegó sin la posibilidad de que pudiéramos hacer una pretemporada, de la misma manera que Miguel llegó en medio de una temporada, cuando se estaba armando el equipo para los playoffs. Adrián la piloteó, se acercó a los jugadores y los conoció en la parte humana, y a partir de ahí fue metiendo sus conceptos. Pero tanto el sistema como la forma de jugar son similares.

 

-¿Cuáles son las posibilidades reales de lograr un tricampeonato que sería histórico?

-Es difícil proyectar no solo lo que va a pasar cuando arranquen los playoffs, sino la semana que viene. La verdad es que no sabemos cómo van a estar los extranjeros ni contra quién vamos a jugar. La clasificación se va a armar del lugar 1 al 12 pero con muchísimos asteriscos, que incluyen posibles lesiones y contactos por Covid. Nuestro objetivo es pelear el campeonato, y para eso se mantuvo el plantel. Depende de tantos factores que no podemos proyectar cuán difícil va a ser. Estamos entrenándonos y cuidándonos todo lo que podemos. Pero también tenemos jugadores lesionados, y al mismo tiempo es una incógnita cómo va a evolucionar la pandemia, lo cual va a ser importante para saber cómo llegará cada equipo al final de la temporada.

 

-Emocionalmente, ¿alguna vez imaginó vivir algo tan dramático como esta pandemia?

-No. Es increíble. Ahora justo vengo de hacerme un hisopado aleatorio en el autotest, que todos los viernes la federación realiza a los clubes, lo cual está muy bien para que no se descontrole la situación interna de cada institución. Y creo que nunca nadie imaginó esta situación que, en función de un resultado, o te permite salir a la calle o te cambia circunstancialmente la vida.

 

-¿Qué cosas de su amigo Leandro García Morales la gente no ve pero son esenciales para entender su nivel?

-Hay una parte que la gente ve, pero no sé si realmente dimensiona, que es el nivel de exigencia que Leandro tiene para sí mismo, para poder seguir estando en el nivel en que está o, más bien, para mejorar, ya que, por la manera drástica en que ha cambiado el juego, con el paso de los años si no mejorás, empeorás. Ese nivel de exigencia que él aplica consigo mismo termina generando en el entorno un estándar. Eso es muy positivo para el grupo, porque tener ese tipo de jugadores hace que todos debamos dar lo máximo. Desde lo personal, lo quiero y admiro mucho. Y yo comparto su filosofía, en el sentido de que cuanto mejor se trabaje en el día a día, mejor vas a jugar el partido. Acá no hay un interruptor con el que vos digas: “Hoy juego porque sé”. No: los partidos se preparan durante la semana, igual que los playoffs se preparan durante la temporada. En ese sentido, por el tipo de gente que ha trabajado con nosotros, Aguada es un lugar ideal para él. Además, como amigo suyo de muchos años, es un tipo de persona totalmente distinta de lo que la gente cree, y tiene un trato muy cercano con todos sus compañeros. El día a día del grupo de Aguada es súper sano y entretenido, porque cuando hay momentos para divertirse los disfrutamos, ya sea en el vestuario o en la cancha.

 

-¿Cuánto cambió el juego en Uruguay, si uno lo compara con el resto del mundo, y con el básquetbol que se practicaba antes de que usted partiera a España, cuando el ritmo de las posesiones, el papel de los bases armadores y la preponderancia de los triples eran tan diferentes?

-El básquetbol cambió muchísimo desde que me fui a España hace veinte años, y eso incluye la dinámica, el tipo de juego y hasta la distancia del triple. En este último tiempo ha habido un cambio en el porcentaje en los tiros de tres y en la estadística que refleja la eficiencia de los ataques. Hoy en día las posesiones son más cortas y se tiran mucho más triples que hace cinco o diez años. Al mismo tiempo, el triple se ha diversificado porque lo intentan no solo los exteriores, sino los jugadores de las cinco posiciones. En ese contexto, el básquetbol pasa a ser otro, ya que se buscan ventajas en los primeros segundos de cada posesión, hay más posesiones y existen tanto bases más bien anotadores como centros preponderantemente defensivos. El cambio es indudable. Pero también es cierto que a Uruguay todo siempre llega más tarde (risas).

 

-Todavía no tenemos un juego basado enteramente en los hombres chicos y en el juego exterior…

-No, pero todos los equipos tienen un ala-pívot que mete triples, y algunos tienen pívots que tiran de tres, lo cual aumenta la dificultad defensiva. El talento ofensivo, creativo, en el 1 contra 1, así como la capacidad técnica de los jugadores, ha evolucionado muchísimo. Las formas de aprender que existen son infinitas. Antes te enseñaban en el club, pero ahora tenés básquetbol todo el tiempo en todas las plataformas, y por lo tanto hay más posibilidades de mejorar tu técnica.

 

-El ritmo de juego, el porcentaje y la cantidad de triples, el tiempo que retienen la pelota los bases, la capacidad atlética, los fundamentos: ¿cuál es la mayor diferencia entre el básquetbol uruguayo y el extranjero?

-La diferencia mayor es la intensidad, el ritmo de juego y la extensión de los planteles, que usan a diez u once jugadores en lugar de a siete u ocho, como acá, lo cual te limita la energía para correr y modifica los tiempos de trabajo. Y después está la capacidad táctica de los basquetbolistas para entender el juego. Yo siempre digo que los jugadores argentinos son conceptualmente bastante mejores que los uruguayos, por un tema de formación. En Europa pasa lo mismo con los españoles, que llevan muchas generaciones formándose muy bien conceptualmente. Si vos ves a la selección española que ganó el Mundial hace dos años, no tenía grandes figuras pero, a partir de octavos de final, dominó claramente el torneo. Y Argentina, también sin grandes figuras, llegó a la final. Eso habla muy bien de los procesos de formación de estos dos países, y de la capacitación y la capacidad de esos entrenadores para formar a jugadores que de repente no tienen un gran predominio físico pero sí técnico y, por sus conocimientos, táctico.

 

-Durante su pasaje por España, ¿le llamó la atención la versatilidad y la calidad técnica de los jugadores de Europa del Este, que desde hace décadas deslumbran al mundo, especialmente desde la NBA?

-Es un tema de tradición, porque España llegó a ese nivel, aunque más tarde. Tanto en los países que pertenecían a la Unión Soviética como en los que nacieron desde la partición de Yugoslavia hay una tradición tan grande de básquetbol, y una formación tan intensa desde la preadolescencia hasta la primera división, que los hace mejores y diferentes: es así de simple. En esa tradición se juntan la pasión que sienten por el deporte con modelos de gestión que tienen objetivos claros y que derivan en ese éxito. Si, por ejemplo, salen tiradores, es porque planifican, porque tienen una escuela de tiradores y porque los forman. Fijate que Nikola Jokic mejoró sensiblemente su condición física, aunque no perdió ni por un segundo su capacidad técnica para pasar la pelota.

 

-Justamente: un pívot como Jokic arma y pasa, y al mismo tiempo un base como Luka Donkic tiene movimientos interiores excepcionales.

-Algo parecido pasó en una época en Cuba, donde la formación deportiva que tenían los atletas era muy completa. Probablemente el mejor extranjero con el que jugué en mi vida haya sido Richard Matienzo, con quien compartí plantel en Unión Atlética cuando yo recién estaba empezando. Matienzo fue un fantástico jugador de básquetbol, pero antes de eso también hizo atletismo y karate. Tenía una capacidad atlética impresionante, y eso que no era un tipo muy profesional en cuanto a sus cuidados y a su idea del entrenamiento (risas). Pero era un fuera de serie físicamente, saltaba como nadie, era el más rápido y el más ágil de todos, y entre los 10 y los 20 años había practicado cuatro o cinco disciplinas distintas con un gran nivel de exigencia. De la misma manera, vos ves a Donkic con esa cara de niño bueno, pero es muy duro, como buen balcánico, y se formó con un enorme nivel de exigencia. En Estados Unidos tienden a subvalorar a los jugadores de Europa del Este. Lo mismo pasa con Stephen Curry, porque tuvo un buen nivel de educación, porque de repente parece flaquito, porque su padre jugó en la NBA o porque no creció en un barrio de contexto vulnerable. Pero esos jugadores, para poder destacarse, tuvieron que enfrentar situaciones sumamente complejas, por más que no tengan la ventaja física con que cuentan otros en la NBA.

 

-Otra de las maravillas del básquetbol: no es necesario tener un solo tipo de físico para ser un gran jugador.

-Y cada vez más. Nosotros nunca imaginábamos que iba a venir un base de 85 kilos u otro base de Eslovenia a dominar la NBA, sino un hombre alto o un súper atleta. Porque incluso Kevin Durant, que tiene una altura que lo favorece, se apoya en sus fundamentos y en su capacidad de anotación para sobresalir. Esa diversificación en las posibilidades de ser un jugador dominante es un factor positivo para el deporte. Pero detrás de esos basquetbolistas que se hicieron a sí mismos y que siempre estuvieron acompañados de una aparente fragilidad, hay una fortaleza impresionante. Capaz con “Tato” López o con “Fefo” Ruiz pasaba, pero hoy es muy difícil, sin un concepto colectivo de defensa -en lugar de en el 1 contra 1-, parar a hombres de tanta capacidad técnica como LeBron James, Durant o Curry, a quien hace pocos días le vi hacer 42 puntos contra un base que lo marcó bien, arriba y agresivamente.

 

-Steve Nash, Magic Johnson, Isaiah Thomas, John Stockton, Chris Paul, Jamal Murray, Damian Lillard, Doncic o el propio Curry: ¿qué bases armadores lo han impulsado a ser mejor?

-Lillard me encanta, pero no puedo aplicar casi nada de lo que hace, ya sea por su capacidad atlética o porque está casi todo el tiempo con la pelota en la mano. Si tengo que quedarme con un jugador, incluso por encima de Jordan, que es el mejor de todos los tiempos, me quedo con Curry, mi preferido históricamente. Sin embargo, el primer base que me marcó fue el argentino Marcelo Milanesio. Cuando era adolescente, elegí un cable que tuviera un canal específico que me permitía ver la Liga Argentina. Recuerdo con cariño aquellos años de Milanesio y Campana, aquel Atenas de Córdoba, aquel Olimpia de Venado Tuerto con Victoriano, Racca y Montecchia, y aquel Independiente de General Pico. Eso me permitió ver bases y jugadores diferentes. En la NBA, durante la era Jordan, uno de mis bases favoritos fue Tim Hardaway. Uno empezaba a ver modelos de jugador y a copiar ciertas cosas. Después mirás a una innumerable cantidad de jugadores y te quedás con determinadas características, no ya solo de tu puesto, sino de otros.

 

-¿Por ejemplo?

-Manu Ginóbili, que no fue un típico base pero sí un armador del juego, un 2 con la pelota en la mano. Por suerte, estamos en un momento en el que podemos ver, copiar y analizar a jugadores de todos lados, de todo tipo de estilo, de contextura física y de capacidad atlética. En la reiteración está la única forma de poder llegar a hacer algo parecido a lo que queremos.

 

-Es muy difícil racionalizarlo pero, ¿qué parte de su liderazgo está hecha de optimismo?

-Una gran parte. Siempre he sido una persona muy optimista. Soy así por naturaleza, por suerte en mi vida no he tenido grandes golpes para cambiar esa postura, para dejar de ver lo positivo en algo negativo, o para encontrar una vuelta que me deje una enseñanza. Entonces, si bien respeto todos los tipos de liderazgos, el mío viene por ahí y, cuando me toca exponerme, hablar o estar al frente del grupo, intento transmitirlo. De esa manera me es más fácil conseguir logros individuales y ayudar a conseguir logros grupales.

 

-Federico, ¿qué cosas no le pueden faltar a un base y a un capitán?

-A un base no le puede faltar un sentido colectivo del juego. Me refiero a tener la capacidad de dar un paso atrás. En mi caso pienso en que a lo mejor no hacer puntos y no tener un destaque estadístico puede ser útil para ganar. Si durante algunos partidos el equipo no necesita que yo brille estadísticamente -porque en Uruguay creemos que alguien jugó bien si hizo 25 puntos y mal si hizo 8-, perfecto. Esa capacidad de lectura del juego y de ponerse en un segundo plano es fundamental para un base, porque por encima de todo está el equipo. Y con un capitán pasa algo parecido, pero además tiene que saber escuchar a los compañeros, sobre todo cuando hay derrotas y debe empujar al grupo para manejar situaciones difíciles.

 

-¿Qué atributo psicológico le ha permitido destacarse tanto en los momentos definitorios?

-La concentración y la visualización previa a los partidos. Yo hago terapia hace muchísimos años, y he trabajado profundamente el tema mental, porque creo que es la parte más importante del juego. Sin eso no existe el entrenamiento, no existe la parte física, no existe nada. Teniendo en cuenta que todos somos diferentes y funcionamos de acuerdo a nuestra propia lógica, lo que es indudable es que tenés que estar despejado. Para poder llegar bien preparado, así como hay un trabajo de descanso, otro físico y otro nutricional, la preparación mental empieza por una visualización de lo que yo quiero conseguir o corregir. Mentalmente, los partidos se juegan con anticipación. Después podés meter un triple importante, hacer la mejor defensa, ejecutar un buen pick and roll o que nada de eso te salga: el deporte es dinámico. Pero vos tenés que estar pronto. Yo trabajo la cabeza tanto como el tiro o el pique. Y bueno: si la pelota entra, soy una persona muy feliz y, si no, me voy re caliente y no duermo en toda la noche (risas).

 

-¿Y qué importancia tienen los afectos en su vida?

-Una importancia crucial. Soy una persona con un lazo muy cercano con mi familia desde siempre, tanto con mis viejos como con mis hermanos, que ahora están en España. Por esa cercanía, y como mi viejo jugó en las formativas de Unión Atlética -donde ha estado muy vinculado y donde mi hermano jugó profesionalmente-, mi carrera siempre fue mía pero también de todos nosotros. Me pasa lo mismo con Daniela, mi pareja, que es la mamá de Manuel y de Paz. Cuando juego yo, jugamos todos. Además, ella es deportóloga, con lo cual conoce esto desde adentro. Por lo tanto, entiende mucho y me apoya, cuando me tiene que aconsejar, me aconseja, cuando me tiene que contener, me contiene, y cuando me tiene que recuperar, con todas sus capacidades y conocimientos, lo hace. Encima, tengo la suerte de vivir con ella (risas). Y después está lo más importante de mi vida: mis hijos, los chicos y el mayor, que vive en España, a 12 mil kilómetros de distancia, con su mamá, y a quien durante los últimos 15 meses, a causa de la pandemia, solo pude ver seis días. Entonces, yo noto eso, es algo que me condiciona, y extraño un montón a Iago, quien antes de que hubiera Covid venía un mes y medio cada año a Uruguay. Así que el trabajo mental no solo tiene que ver con lo que pasa en la cancha, sino con todas estas circunstancias que les suceden a los deportistas profesionales. En mi caso, soy consciente de que tener a mi hijo tan lejos y haberlo visto tan poco es una situación que me afecta, que me duele y que me hace sufrir. Pero intento llevarlo lo mejor posible, y sé que es un chico que está muy bien, muy feliz y muy alegre. Eso me deja tranquilo.