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Miguel Volcan, exclusivo: “El entrenador ve, pero el jugador siente”

El timonel de la última Liga de Aguada, instructor FIBA y director técnico de extensa y notable trayectoria internacional, habló con Tenfield.com acerca de su carrera y de su actualidad en Argentina.




Volcan en acción, cuando aún dirigía a Aguada; hoy, se dedica a dictar clínicas de baloncesto en todo el mundo, con las restricciones propias de la pandemia.


5 julio, 2020
Básquetbol

Cuando Aguada ganó la séptima de las finales que tuvo que disputar para salir campeón de la última Liga Uruguaya de Básquetbol, Roberto Matosas, el ídolo eterno que con su sello de elegancia y efectividad obtuviera el Campeonato Uruguayo, la Copa Libertadores, la Copa Intercontinental y la Supercopa de Campeones Intercontinentales con el Club Atlético Peñarol, escribió, refiriéndose a Miguel Volcan y con la emoción que los amigos no saben esconder: “Esta es una satisfacción para todos aquellos que hemos seguido tu trayectoria, apuntando siempre a la excelencia, aportando más que conocimientos, también una manera de expresarse a través del básquetbol, esa que tiene en cuenta la entrega, la generosidad y, por si esto no alcanzara, una permanente disposición a trascender con la búsqueda de todo aquello que sume y haga a los dirigidos sentirse orgullosos de lo que están haciendo”.

Naturalmente, las palabras de Matosas no estaban solamente dirigidas al circunstancial capitán de mando de Aguada, club que Volcan dejaría poco tiempo después, sino al excepcional entrenador que se formó en Estados Unidos con Bobby Knight, que se desempeña hasta hoy como instructor FIBA, y que ha trabajado en Italia, México, Perú, Brasil -país en el que protagonizó un Juego de las Estrellas- y Argentina, donde dirigió a equipos como Obras Sanitarias y Peñarol de Mar del Plata, y donde fue elegido mejor técnico del año al frente del Atlético Echagüe.

Desde Paraná, y en medio de un presente donde las circunstancias no han impedido que su actividad se multiplicara, obsesivo y adicto como es al básquetbol, a sus aspectos lúdicos, a sus marañas tácticas, a la inteligencia que obliga a desarrollar y a los niveles permanentes de actualización que exige mantener, Miguel Arcángel Volcan Sánchez (Montevideo, 1956) habló con Tenfield.com sobre su carrera.

Y lo hizo con la lucidez, la capacidad reflexiva y la disciplina que también exhibe cuando, adrenalina y Dios mediante, trabaja en el deporte más entretenido que la humanidad se ha dado.

 

-Tras dejar la dirección técnica de Aguada, usted aprovechó su experiencia como instructor FIBA y como entrenador que pasó por ligas muy disímiles para dar una enorme cantidad de charlas. ¿Cómo describiría lo que ha hecho durante este parate inédito?

-Como una actividad de aprendizaje y enseñanza: las dos a la vez. Eso implica un poco de reflexión personal y hacer lo que he hecho siempre que no he entrenado, es decir seguir estudiando el juego, ver entrenadores y equipos, pero también sumar las habilidades blandas de comunicación, de gestión y de negociación, que no solo abarcan al director técnico de básquet, sino a la persona. Y a eso también le vengo añadiendo en los últimos años cosas de Mindfulness, lo cual me ha permitido tener un mejor desarrollo personal. Y, por supuesto, he dado muchísimas clinics, algo importante porque me gusta compartir conocimiento. Con la infomanía que hay en todos los niveles, he hecho algunas con España, con Italia, con Argentina, con Perú, con República Dominicana y con Puerto Rico. Una de las más interesantes fue con el psicólogo de la selección nacional argentina, Carlos Saggio, sobre la diferencia entre la mente fija y la mente del crecimiento. Este sábado 20 estuve hablando un poco sobre el uso del tiempo, mientras que en otras charlas hablé más de ataque, de defensa, técnica y táctica pero, sobre todo, de metodología, es decir cómo aprender, cómo enseñar y cómo convertir la información en conocimiento.

 

-¿Qué diferencia hay?

-Existe una gran confusión en este momento, porque una cosa es estar informado, otra es saber, otra es saber hacer, y la cuarta es saber ser y comunicar. Muchos nos creemos que, por el hecho de estar informados, sabemos o sabemos hacer. Así que tenés que refinar las ideas, ver cuándo y cómo las vas a poner en práctica, y evaluar su eficiencia.

 

-Espiritualmente, usted ha evolucionado en los últimos años. ¿Se sintió traicionado por alguien en Aguada, equipo del que se alejó en un mal momento deportivo, pero con el que había salido campeón de la Liga Uruguaya pocos meses antes de ese paso al costado?

-Para nada. Sucedieron cosas que no estaban dentro de mi área de influencia y resolución, por más que el técnico sea siempre el responsable, y se tomaron decisiones en conjunto entre los dirigentes y yo. Pero si he aprendido algo es a no tomarme estas cosas personalmente. Con la experiencia que he acumulado, y sabiendo dónde estoy y cómo es este trabajo, más allá de que tengas o no razones, vos estás expuesto permanentemente. Yo he intentado evolucionar espiritualmente, pero, así como me fascina el básquet y creo que cada día soy mejor entrenador, también he tratado de desarrollarme personalmente, lo cual me ha ayudado a ver con más agudeza lo que me rodea y, por supuesto, a aprender.

 

-Apelando de nuevo a su experiencia, ¿qué particularidad tiene el ambiente uruguayo en relación a otros en los que usted ha dirigido? ¿El jugador acepta el rol predominante que el director técnico naturalmente tiene tanto en el básquetbol FIBA como en la NBA?

-Son dos preguntas en una. En primer lugar, al ser un ambiente tan cerrado, o sea un circuito que permanentemente maneja los mismos entrenadores y los mismos jugadores, salvo los extranjeros, hay ciertos hábitos que se repiten en Uruguay. Así que es fácil anticiparlos pero difícil cambiarlos, incluso si a veces se plantean propuestas que apuntan a mejorar. No solo porque están arraigados hace años, sino porque la gente cambia cuando quiere. Respecto al rol del entrenador, te diría que lo aceptan. No como en Europa, donde “el míster” tiene muchísima más influencia, pero en líneas generales, sí. Eso tiene mucho que ver con el carácter de los jugadores que tengas.

 

-¿En qué sentido?

-A mayor cantidad de años, van adquiriendo ciertas costumbres conscientes o inconscientes, que se repiten. Y un cambio de hábito los lleva a incomodidades.

 

-Comprendido perfectamente. ¿Quiénes son los jugadores más talentosos y los más aplicados tácticamente que usted ha dirigido?

-Uh, ¡tengo muchísimos! De Italia, de Argentina, de Brasil… Pero hablando del pasado inmediato, se me viene a la mente Fede Pereiras, por lo aplicado que es y por todo lo que da de tangible e intangible al equipo. Es uno de esos jugadores que te equilibran todo dentro y fuera del campo. Para mí, el talento no solo tiene que ver con la habilidad.

 

-¿Cómo es eso?

-Ser hábil no necesariamente significa ser talentoso. Tener talento implica un componente de habilidad, pero también de compromiso. El verdadero jugador de talento realiza esfuerzo. Hay jugadores que son hábiles, pero que dejan las mejores acciones para el día del partido, mientras otros desarrollan una mente de crecimiento y, con una habilidad mayor o menor, siempre están dispuestos a aprender, a esforzarse y a mejorar cada día. Entonces, no dejan lo extraordinario para el día del partido, sino que hacen lo ordinario todos los días, de manera tal de no necesitar llegar a ese nivel excepcional en el juego. Ese esfuerzo y ese compromiso lo tienen también basquetbolistas quizás con menos habilidad que Fede, pero que le dan muchísimas cosas al equipo y que lo ayudan a ganar, como Leandro Taboada y Sebastián Izaguirre. En un grupo con jugadores nacionales y extranjeros, es clave la definición de roles. Pero sin jugadores con esas características, es muy difícil armar un equipo.

 

-¿Hay algún técnico extranjero que usted admire hoy?

-Hay varios a los que escucho y sigo. Por ejemplo, Brad Stevens, que es muy bueno, Fred Hoiberg, que está bien, y también Mike Budenholzer, de Milwaukee, Xavi Pascual, que tiene una identidad personal, o “Jota” Cuspinera, un amigo al que aprecio muchísimo y cuya creatividad admiro. Y ni que hablar de Obradovic y Ettore Messina, cuyo perfil está muy definido. Por lo tanto, los dos saben qué hacer con el equipo, saben recorrer el camino, saben comunicar y siempre están innovando. Otro que me gusta mucho, que es una combinación entre el básquetbol de Europa y de la NBA, y que dirigió muy bien a Luka Doncic, es Igor Kokoškov.

 

-¿Por qué en Europa del Este surgen constantemente jugadores con tanta calidad técnica y versatilidad?

-Es muy simple: porque piensan primero en desarrollar jugadores y después en armar equipos, mientras que el resto del mundo razona al revés. Es difícil que encuentres a un basquetbolista de Lituania, Serbia, Eslovenia o Croacia que no sepa tirar, que no sepa pasar, que no entienda el juego o que no defienda varias posiciones. Ellos tienen una formación de técnica individual no solo exigente en el trabajo, sino con mucha atención al detalle, y con la persistencia de todos los días. Tienen un método, y han decidido que hasta los 14 o 15 años forman jugadores, y después van más a los conceptos y a los juegos de equipo.

 

-Impresionante. ¿De qué manera el triple como mecanismo recurrente ha cambiado el básquetbol, y qué entraña de negativo esta tendencia que, por otro lado, parece entretener tanto a la audiencia?

-El crecimiento del básquetbol siempre ha sido así: se desarrollan las ofensivas, los entrenadores se encargan de desarrollar defensivas para frenarlas, y luego se crean nuevas reglas para que haya más opciones de final incierto y de cambio de puntuación (risas). No hay otro deporte con tantos cambios de puntuación. Tres segundos en el básquetbol puede ser una eternidad. La sensación oscilante entre la posibilidad de que un partido esté ganado o perdido es inigualable. Y el hecho de que el básquet tenga una base estadounidense hace que muchas veces se modifiquen las reglas para que el juego se vuelva más atractivo. Fijate nada más en el factor tiempo: antes no había reloj, luego se pasó de 30 a 24 segundos de posesión, de 10 a 8 segundos para cruzar la línea media, o a 14 una vez que agarrás el rebote de ataque. En ese sentido, el tiro de tres puntos les otorgó más posibilidades a los jugadores. Hay una nueva tendencia a la versatilidad, y los basquetbolistas clásicos de área, que se desempeñaban sobre todo abajo del aro, han ido desapareciendo.

 

-Imagino que a usted no debe darle lo mismo un triple que llegue como resultado de una jugada o de la búsqueda del hombre que está solo, que otro en el que a los pocos segundos de posesión el base tira un triple marcado y sin rebote…

-Exactamente. Porque el básquetbol sigue siendo un juego colectivo, en el que el fundamento más importante en ataque es el pase, y donde a su vez, si no tenés tiro al cesto, no podés jugar. La nueva tendencia no es nada más ni nada menos que el correr y tirar, quizá con alguna diferencia de espaciamiento. Por ejemplo, los triples de las esquinas en las prácticas yo los hago valer cuatro puntos, no solo porque están más cerca y tienen un alto porcentaje de efectividad, sino porque abren el campo. Los jugadores cada vez llegan con mejor condición física y con más versatilidad: estamos hablamos de basquetbolistas de 2,05 metros, que tienen condición atlética y saben tirar de larga distancia. Entonces, vos intentás hacer profundo el campo usando la línea final, y lo más ancho posible usando las líneas laterales. Y concibiendo el spacing no solo sobre la línea.

 

-¿De qué manera?

-Con jugadores que, cuando no están sobre los costados ni tienen la pelota, arrancan en una especie de línea imaginaria de cuatro puntos, bastante por detrás de la línea tradicional de tres, de manera tal de acercarse cuando el balón les llega a las manos. Así que, como los interiores hoy tiran con eficacia, las ayudas defensivas tienen más recorrido, con lo cual la ocupación de los córners y de la línea final es clave, igual que no jugar tan pegado sobre la línea de tres, sino uno o dos metros más atrás. Así será mientras las canchas tengan estas medidas. Además, las ejecuciones cada vez son más rápidas, y las defensas son muy exigentes. Entonces, son pocos los basquetbolistas que tiran y meten un triple después del dribbling. Pero saliendo del bloqueo o a pie firme, son muchísimos. Algunos pesan 100 kilos, miden 2 metros y entrenan mucho, pero juegan con una pelota que conserva la misma dimensión.

 

-¿Y si pensamos en un jugador bajo que tira un triple largo?

-Primero, si un jugador bajo en el perímetro no sabe tirar… Lo que cambió el básquet más allá de las reglas fue, por un lado, el Alley-oop, que es muy difícil de defender, y, por otro, el Pick directo. Y dentro de éste, después del Pick and Roll, la caída al centro del área para que el grande pase a ser el distribuidor. Las tres formas de anotar que se buscan actualmente son los tres puntos, el tiro libre o el tiro cerca del aro. Lo que ocurre es que el uso de tres puntos en exceso hace que pierdas juego interior y posibilidades de llegar a la línea de libres. Y en la concepción del tiro de tres puntos existen algunos intangibles.

 

-¿Por ejemplo?

-Hay un jugador que lleva la pelota a un perimetral por el lado derecho, y hay un grande que corre aro a aro. Y la carrera del grande se lleva un defensor. Si el alero que va del lado derecho le pasa la pelota a otro alero que se colocó en la esquina del lado opuesto, y el triple viene desde allí, en el intangible el que generó el triple fue el grande. Ese es un punto. El otro es que los triples de alto porcentaje son aquellos no en los que llegás jugando desde atrás, sino en los que la pelota va desde adentro hacia afuera.

 

-Por eso parece tan antiestético darle la pelota a un jugador estrella que tira un triple largo y frontal sin rebote en el 1 contra 1.

-Es que se pierde la esencia del juego.

 

-Más allá de esto, ¿un triple largo es inmarcable?

-No, porque con el avance del scouting, la defensa, que en algunos casos se extiende, lo va a terminar absorbiendo.

 

-Vayamos a un tema más general. ¿Qué importancia tiene hoy para un entrenador la preparación del equipo en la semana y, por otro lado, la intuición y la velocidad mental para efectuar ajustes en cancha?

-Hablando en porcentajes, con el nivel de planificación de los entrenadores y de inteligencia de los jugadores que hay, para la libertad y la creatividad en cancha tenés entre un 20 y un 30 por ciento. El 70 por ciento restante está en la planificación. Y en esos terrenos entran las jugadas por concepto o por sistema, las salidas de costado, las salidas de fondo faltando tres segundos, las jugadas después del tiempo muerto y la rotación de jugadores. Hay un estudio muy profundo. Y la improvisación individual o la toma de decisiones bajo presión surge a partir de un esquema, tanto de parte del entrenador como del jugador. Aunque si tenés cracks, podés decir, como Phil Jackson: “En los últimos dos minutos dale la pelota a Kobe Bryant” (risas).

 

-Jackson, además, siempre transmitía una calma y un apoyo muy especiales a sus dirigidos…

-Él manejaba muy bien todo, también fuera del campo y en las prácticas. Y era zen, ¡pero cuando abría la boca lo escuchaban! (risas). A veces, tenés tanta química con un equipo que no necesitás ni mirar a sus integrantes para anticipar lo que va a suceder.

 

-Miguel, ¿cuánta versatilidad en el conocimiento de las sutilezas del básquetbol le dio el haber contado con un mentor como Bobby Knight?

-Aprendí muchísimo de método, de técnica y de táctica. Y estuve horas enteras estudiando jugadores y haciendo scouting. Pero de las sutilezas del juego aprendí muchísimo de los jugadores, porque ellos tienen la experiencia. Y es tan rico este juego que te pueden contradecir respecto a cuestiones muy específicas, como cambiar el ángulo de una cortina, con razón, porque el entrenador ve pero el jugador siente. Así que si un basquetbolista está más cómodo o tiene más confianza en determinado movimiento, yo lo que debo procurar es la eficiencia y el bien del equipo, y que ese deportista haga lo mejor que pueda dentro de lo que yo creo. Son cosas que hay que incorporar. Pero por principio, independientemente de lo que decidas, al jugador siempre tenés que escucharlo. En todas las acciones debés contar con un plan A y con un plan B. Puede suceder que, por ejemplo, un tirador que te guste mucho no esté en su noche, y que otro tenga la mano caliente.

 

-¿Está pensando en algún caso en particular?

-Bueno, dentro del arte del juego, a vos que te gusta mucho Steve Kerr, ¿viste cuando Jordan le dijo que estuviera pronto en la esquina porque todos iban a ir sobre él? Son sutilezas tácticas del momento.

 

-Una de las cosas notables de Kerr como técnico de Golden State es que, a diferencia de muchos de sus colegas, no siempre le da a su mejor jugador la definición de la última jugada…

-Es que las estrellas tienen que justificar el dinero que reciben asumiendo semejante presión. Entonces, si la última jugada sale mal y le erró LeBron, la tiró LeBron James, hermano, ¡no Pablito Cohen ni Miguel Volcan! De lo contrario, ¿por qué los dejaron a ellos? (risas).

 

-Dígame una cosa. ¿Por qué el básquetbol sigue siendo un juego tan adictivo para usted?

-Primero, porque me apasiona. Y después, porque es una forma de medirme todo el tiempo. La adicción de repente está ahí, en esa necesidad de sentir adrenalina y de ponerme a prueba permanentemente, de ver hasta dónde puedo llegar con un grupo. Esa parte te la puedo contestar. Sin embargo, hay una parte inconsciente que no tengo clara. Pero ponerte a prueba a vos mismo incide mucho. Y si le agregás sentimiento, si le ponés cerebro y buscás ser mejor cada día, bueno: para mí la pasión es el motor de todo. Del mismo modo en que cada posesión vale, cada minuto cuenta. Es un estilo de vida que tiene que ver con algo que repetí mucho en Uruguay: la mentalidad de la próxima jugada, es decir el estar consciente de que tenés el presente y el futuro, y de que el básquetbol reproduce eso al máximo, porque el ahora es esta posesión, y el futuro, la próxima. Del pasado, que ya fue, traerás lo mejor o lo peor, pero para aprender y pensar en lo que viene. Yo considero que la vida es un proceso en el que siempre estás aprendiendo, haciendo cosas y buscando ser mejor. Así que el éxito y el fracaso son relativos. Si estás en crecimiento continuo, realmente disfrutás ese proceso, y entendés el resultado como una consecuencia del trabajo, no como un fin en sí mismo.

 

-¿Y quién es hoy Miguel Arcángel Volcan Sánchez?

-Una persona que pretende vivir con la mayor espiritualidad posible, que intenta tener buenos pensamientos y buenas acciones, y que busca estar a pleno en todo lo que hace.