Home   »   Peñarol

Leo Fernández, números sin brillo

Leonardo Fernández cerró un año con números incuestionables, pero que no tuvieron el mismo impacto que en 2024, y dejó una deuda que el hincha de Peñarol ansiaba ver en 2025: los tiros libres.




Leo Fernández, con los ojos cerrados en evidente gesto de desazón, se toma la cabeza con las dos manos. No fue un buen año para el "10" aurinegro.


9 diciembre, 2025
Peñarol

En enero de 2024, Leonardo Fernández llegó a Peñarol en condición de préstamo, luego de tener pocos minutos en el Fluminense y de no ser tenido en cuenta en el Toluca de México. Fue una apuesta fuerte del club por un jugador que cumplió su sueño de vestir la camiseta amarilla y negra, y que prometía dar de qué hablar. Vaya si lo hizo.

 

Con el número 8 en su espalda, Leo jugó una temporada de ensueño, enamorando a todos los hinchas y recibiendo nada más que elogios de todas partes.

 

Tanto fue el amor que el jugador generó que Peñarol desembolsó siete millones de dólares para adquirir su ficha y continuar disfrutando de sus servicios en una compra récord y que marcó un hito para la institución mirasol, ya que se impuso en el mercado ante grandes potencias económicas que querían llevarse al futbolista.

 

Llegó el 2025 y la expectativa estaba por las nubes. Peñarol no solo venía de consagrarse campeón uruguayo de principio a fin, con una campaña histórica, sino que también venía de superar una fase de grupos de Copa Libertadores luego de 13 años, llegando nada menos que hasta la semifinal. Por lo tanto, los hinchas se ilusionaron con lo que la nueva temporada deparaba y Leo Fernández se convirtió en la insignia del equipo, pero ahora con el dorsal número 10.

 

Sin embargo, el 10 no fue el mismo que el 8.

 

DESEQUILIBRANTE, PERO NO DECISIVO

 

Leo Fernández no repitió su versión de 2024. Mientras el 8 fue un generador constante de peligro, abocado al trabajo ofensivo, con una verticalidad punzante, remates exquisitos, conducciones letales y asociaciones eficaces, el 10 fue un jugador que retrocedió más de lo que avanzó, buscando hacerse con la pelota desde la zona baja o media y cumpliendo una función de organizador, articulador y asistidor, la cual, por momentos, no desempeñó con la mejor nota.

 

En cuanto a las estadísticas en todas las competencias —Campeonato Uruguayo, Copa Uruguay, Supercopa y Copa Libertadores—, los números de Fernández serían consagratorios para cualquier otro jugador del medio local: en 2025 convirtió 13 goles y repartió 18 asistencias en 48 partidos. No se aleja mucho de lo registrado en la temporada anterior: 22 goles y 17 asistencias en 47 encuentros. Lo que cambió de forma drástica de un año a otro fue su factor diferencial, algo que los números no son capaces de reflejar: la capacidad de cambiar un partido por sí solo.

 

Más que cifras, el 10 de Peñarol siempre se caracterizó por ser una sensación de peligro constante, como si su nombre fuera sinónimo de la palabra “gol”. Los datos pueden decir una cosa, pero la cancha es la que verdaderamente habla. Y este año, Fernández no desapareció, pero no fue decisivo cuando el equipo más lo necesitó.

 

El equipo no lo acompañó de la misma manera, con un plantel que pasó por grandes altibajos y al que le costó tener efectividad en ataque, así como en defensa. Los rivales también hicieron su trabajo para mantener al volante ofensivo de Peñarol controlado. Pero Leo no aportó el mismo desequilibrio y en muchos pasajes se lo vio desconectado, frustrado y desconfiado. Por momentos, incluso, no justificó su titularidad, la cual siempre fue indiscutida para el entrenador, Diego Aguirre.

 

Por lo tanto, la temporada de Leonardo Fernández no cumplió con las expectativas que se le atribuyeron después de aquel año consagratorio, pero que ya es parte del pasado. Su incidencia en los partidos se mantuvo en el volumen, siendo el eje principal del equipo y el principal receptor cuando un jugador aurinegro levantó la cabeza, pero se redujo en el peso y en el impacto de sus incidencias.

 

Pero lo que más se le reclama al 10, y en eso sí que la estadística marca un gran contraste respecto con lo hecho por el 8, es la pelota quieta.

 

LA DEUDA DE LOS TIROS LIBRES

 

Uno de los aspectos por los que Fernández hizo valer cada dólar de los 7.000.000 que se invirtieron en él fue por su excelente pegada, la cual Aguirre llegó a ubicar entre las mejores del mundo. No en vano se despachó con ocho goles de tiros libres en 2024, uno mejor que el otro. Cada falta cerca —o lejos— del área provocaba una sumatoria infinita de cámaras en la tribuna, esperando capturar un nuevo golazo. Cada paso con el que el jugador tomaba carrera, sumaba exponencialmente las probabilidades de festejo y reducía las chances del arquero. Y cuando finalmente remataba, las leyes de la física parecían torcerse con el movimiento de la pelota.

 

Pero en 2025, todo eso brilló por su ausencia.

 

Los goles no faltaron, de hecho Fernández fue el segundo máximo goleador mirasol en el campeonato, con 11 goles —solo uno por debajo de Maximiliano Silvera— y las oportunidades de pelota quieta tampoco faltaron: Leo las ejecutó todas. Entonces, ¿cómo se explica su pérdida de eficacia desde la pelota quieta?

 

Hay una certeza y es que el hincha carbonero se malacostumbró. Al igual que el año pasado, en este los celulares volvieron a encenderse y las expectativas volaron con cada tiro libre, pero la pelota nunca terminó en la red. Y con el paso de los partidos, y de los remates, la presión del hincha por querer gritar un golazo de ese calibre le colgó una pesada mochila a Fernández, quien no supo manejarla. En varias ocasiones, obsesionado por responder ante la demanda y ante el dinero que el club invirtió en él, tomó riesgos o llevó a cabo remates que no se acercaron a lo que ya ha demostrado que es capaz de hacer.

 

Ahora, con la temporada finalizada, con un trago amargo para Peñarol por caer en las finales ante Nacional, la misión para 2026 será recuperar el nivel de su jugador estrella.

 

En definitiva, la caída en el rendimiento del 10 no puede desligarse de la caída del nivel colectivo que mostró Peñarol. El equipo que en 2024 lo potenciaba, lo lanzaba y lo rodeaba, en 2025 lo obligó a bajar metros, a conectarse más atrás y a asumir tareas que lo alejaron de su zona de influencia. Dejó de ser el jugador que resolvía partidos y se convirtió en el que sostenía ataques. Tuvo la pelota, tuvo los minutos, tuvo las faltas, pero no tuvo el impacto. Y en un jugador de su jerarquía, eso no alcanza.


Finales Campeonato Uruguayo 2025

 

Ver Tablas completas y goleadores