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Los 100 años del Profe De León

Habla la Historia.




El inolvidable profesor José Ricardo De León.


23 septiembre, 2023
Columnistas Habla la historia

Escribe Atilio Garrido

 

En el mes de julio de 2003, en ciento sesenta y dos páginas escribí la más completa biografía del Prof. José Ricardo de León. El texto formó parte del libro de trescientas noventa y una hojas, que elaboramos con Joselo González. “Mi revolución ¿antifútbol o fútbol completo?”, que fue el título de la obra, se estampó en la portada sobre una fotografía de su rostro en primer plano captada por Fernando González, reflejo fiel de aquella cara curtida por el paso de los años, con sus ojos brillantes que parecen escaparse de la imagen.

 

            El “mamotreto”, como denominé a las doscientas veintinueve páginas repletas de diagramas dibujados sobre canchas de fútbol, con flechas que teorizan idas y venidas, coberturas y formas de avanzar en bloque, había sido el sueño que el Profe persiguió durante décadas. Un sueño que no podía alcanzar. Un sueño que no se hacía realidad… Un sueño que permanecía encerrado en más un centenar de carpetas repletas de originales con diagramas, recortes de diarios de diversas partes de las tres Américas, notas, reportajes y fotografías.

 

            -“Dale para adelante. Hacelo con lo mejor, como vos sabes hacer las cosas”, concluyó Paco Casal cuando le transmitimos con Joselo, que el Profe andaba como Rubén Darío: “yo persigo una forma que no encuentra su estilo / botón de pensamiento que busca ser la rosa”.

 

El Profe tenía setenta y nueve años, vivía en un apartamento en la calle Sarmiento n.º 2527 bis sexto piso a metros de la esquina con la calle Franzini, y sustentaba su tránsito mundano con un sobre que cada mes, y desde muchos años atrás, llegaba de parte de Paco…

 

            En julio de 2003, dos meses antes de cumplir los ochenta años, organizamos el lanzamiento del libro en “Locos por el fútbol”, aquel restaurante deportivo que funcionaba en el shopping Montevideo. Emocionaba ver la felicidad del Profe. Como en Ariel de Rodó “aquella tarde, el viejo y venerado maestro, a quien solían llamar Próspero, por alusión al sabio mago de La Tempestad shakesperiana”, volvía a encontrarse con sus discípulos, transcurridos muchos años de aquel tiempo pasado, en que sus enseñanzas convirtieron a sus alumnos en los artífices de aquel histórico Defensor de 1976, que él llevó a conquistar la gloria eterna.

 

            El libro que tanto anheló se convirtió en una especie de legado inmortal. Agotado rápidamente, transcurridos veinte años de su aparición, con frecuencia poco común cada tanto surge el interés de diversas personas por adquirirlo. Valen dos últimos ejemplos para ratificar lo afirmado. El primero personal. Pocos meses atrás llegó un periodista brasileño que encaraba una realización cinematográfica relacionada con los comienzos de la Copa Libertadores y la Intercontinental desde su puesta en escena en Tokio. Citado para la grabación eligió el ambiente del local de Bonhomía Libros en la calle Chucarro metros antes de la esquina con Ramón Masini. Al ingresar, mientras el entrevistador arreglaba las cámaras, el propietario del local inició los prolegómenos con una pregunta.

 

-“¿Cuándo van a sacar una nueva edición del libro del Profesor De León? Cada tanto vienen clientes que lo piden y no lo encuentran por ningún lado. Normalmente esto se produce cuando empiezan los cursos para entrenadores”.

 

La explicación de mi parte fue la misma que repito cuando se planta esa interrogante.

 

            La última situación similar ocurrió días pasados. Nuestro compañero de tareas en Tenfield, Eduardo Zeballos planteó la misma interrogante.

 

            -“Juan Manuel Lillo quién fue ayudante y es una especie de mentor de Pep Guardiola, con quien estuvo en Dorados de Sinaloa, en el fútbol mexicano, quiere el libro del Profe De León”.

 

            En este caso la fotocopiadora solucionó el tema y el destinatario tuvo la gentileza de comunicarse telefónicamente a los efectos de agradecer la solución que se encontró.

 

            Al Profe lo conocí en el verano de 1965 en las clases de natación que se impartían en las piscinas de Trouville. Muy pocos deben recordar que allí, en el espacio que se extiende desde el destacamento de la Prefectura Naval hasta el emprendimiento gastronómico de Che Montevideo, existían dos piscinas a cielo abierto. Una donde se enseñaba a nadar a los niños durante el verano y la otra, con saltómetro, de medidas reglamentarias recibía las competencias oficiales de natación. Estuvieron durante décadas sin funcionar, hasta que un loco fue designado en junio de 1959 vicepresidente de la Comisión Nacional de Educación Física. Era mi padre… Entre varias de las lindas locuras que caracterizaron su gestión, una de ellas fue poner en marcha, cada verano, las archivadas piletas de natación de Trouville. A miles de niños los profesores de Educación Física les enseñaron a nadar.

 

            En 1965 uno de ellas era el Profe. Entre las clases que impartía a los niños, desplegaba su atención a José Francisco Sanfilippo. El Profe estaba a cargo de la recuperación del famoso goleador, de la fractura de tibia y peroné que había sufrido el año anterior. Fui uno de sus alumnos.

 

            A pesar de las diferencias políticas ideológicas, mi padre había intercedido a favor del Profe en uno de esos problemas que entonces surgían con los profesores de educación física, que comenzaban a trabajar en los clubes de fútbol. Buscaban compatibilizar la función pública impartiendo clases en las plazas de deportes, con las tareas en los clubes.

 

            La vida fue trenzando los destinos… Saltando por encima de los veintiséis años de diferencia que nos separaban, la empatía con las locuras del Profe, fueron construyendo una afinidad especial que se mantuvo hasta el final de su existencia.

 

Cuando asumí en diciembre de 1998 la dirección de la página deportiva de Últimas Noticias, lo fui buscar para incorporarlo en calidad de columnista. Aceptó encantado. Viajó con nosotros a cubrir la Copa del Mundo de 1990 en Italia y 1994 en los Estados Unidos. Cada jornada después de terminar la tarea, las tertulias que se estiraban durante la cena hasta horas altas de la madrugada, resultaban imperdibles. Los fotógrafos Pipí García, Fernando Di Lorenzo y los periodistas José Víctor García y Marcelo Cozza, fueron testigos de aquellas jornadas. En Roma, durante la última semana del torneo llevé a mi padre, once años mayor que El Profe. ¡Qué noches, aquellas noches italianas repletas de anécdotas y episodios del pasado que ambos compartieron como protagonistas, comentarios y predicciones del futuro, rociadas con diversas variedades de botellas de chianti…

 

Quienes participamos de esa experiencia en esos dos mundiales, quedamos sorprendidos. El Profe siempre vestía de traje con chaleco, camisa y corbata. En la sala de prensa de los estadios, durante las extensas horas previas al comienzo de los partidos, advertidos de su presencia, el Profe se convertía en primer actor. Colombianos, mexicanos y periodistas de Rosario de Argentina, venían a buscar sus opiniones sobre el fútbol del presente y sus vivencias del pasado. Su afinidad con Pacho Maturana quién declaraba ser su discípulo. Kempes que reconocía que el Profe lo descubrió lanzándolo a la fama en Rosario Central. Dos ejemplos que valen como muestra…

 

¿Qué puedo aportar a estos recuerdos? Uno sólo…

 

Consideré a Roberto Matosas un ser humano especial y un futbolista diferente. No sólo porque en las extensas jornadas de concentraciones y viajes con la selección de Uruguay que participó en la Copa del Mundo de 1970, tocaba música clásica en la guitarra. Tampoco porque aprendió alemán para poder leer los libros de fútbol que en los años setenta se publicaban en ese idioma. Cuando le pregunté su opinión sobre el Profe la contundencia de su pensamiento la resumió en una frase:

 

-“Fue el único entrenador que tuve, que cuando los jugadores salíamos a la cancha, cada uno sabía perfectamente lo que tenía que hacer…”

 

¡Palabra de Matosas!

 

Hoy el Profe cumplía 100 años. Seguramente en la cancha del cielo andará diagramando algún esquema nuevo, moviendo el bloque mientras asiste a la práctica de fútbol, sentado en la silla colocada en la línea del arco sin golero del equipo titular…

 

¡Feliz cumple Profe! Es el deseo de aquel alumno al que Vd. enseñó a nadar en la piscina de Trouville…

El profesor José Ricardo De León, junto al autor de la nota, en la presentación del libro “Mi revolución ¿antifútbol o fútbol completo?”, su imperecedero legado al fútbol mundial.