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Eduardo ‘Peje’ Larrosa se recupera del Covid-19: “Que en Uruguay lo tomen en serio, este virus mata”

Luis Eduardo “Peje” Larrosa, pilar de una época gloriosa del básquetbol uruguayo, habló con Tenfield de su presente y de su carrera.





9 abril, 2020
Básquetbol

“¿De dónde surje el apodo de ‘Peje’? Fue en el Sudamericano de mayores del año 77 en Valdivia. Me pusieron ‘Pejerrey’ porque yo era finito y largo (mide 2.02 mts) como el pescado que está en las costas del Uruguay. Por eso me quedó de diminutivo ‘Peje’”.

 

Luis Eduardo Larrosa tiene 62 años recién cumplidos, y dejó su marca con la selección en una época gloriosa para nuestro básquetbol: la década de 1980.

 

Luego de retirarse del básquetbol como profesional, se radicó en Ecuador para dedicarse a transmitir sus conocimientos a los más chicos en el deporte de la naranja. Tras estar 15 años en Guayaquil, emigró a España. La oportunidad se dio al jugar en Italia un torneo de maxibasket con la selección de Ecuador, categoría 55 años.

 

Hoy, el popular “Peje”, acaba de ser dado de alta del hospital tras haber dado positivo de Covid-19. Se encuentra en un hotel y deberá hacer la cuarentena por dos semanas. En diálogo con Tenfield, el ex Campeón Sudamericano narró el momento especial por el que atraviesa, mandó un mensaje contundente a los uruguayos y repasó parte de su extensa e inolvidable carrera en la selección y en los clubes que defendió con su entereza y su capacidad goleadora: Aguada, Olimpia, Nacional, Atenas, Hebraica Macabi, Peñarol, Neptuno, Biguá y Lanús de Argentina.

 

-¿Cómo estás de salud y cómo se da la situación de que te internan y luego contraés el Covid-19?

-Fui internado por una apendicitis aguda de forma urgente, me operaron el 1 de abril de madrugada y, cuando estaba en recuperación, a los dos días, me aislaron porque me hicieron una placa de tórax, el test, y tenía coronavirus. Es por eso que ahora estoy en recuperación en un hotel, más aliviado, y la verdad es que me siento mucho mejor. Pero tengo que estar dos semanas aquí. Estoy por la Costa Brava, que forma parte de Cataluña. Me quedan dos semanas de cuarentena, encerrado sin tener contacto con nadie.

 

-El hecho de haber sido deportista, ¿te da un plus para recuperarte mejor?

-Creo que sí. Hay una ventaja entre un deportista y una persona que fue sedentaria toda su vida. Ese plus gracias a Dios lo tengo. Y lo tuve que poner en práctica.

 

-¿Cómo está ahora la ciudad donde vivís y cómo ha cambiado la rutina habitual del país?

-Esto pasó de ser un país con mucho movimiento y muchísima gente a ser un país con ciudades fantasma. Me asomo aquí al balcón del hotel y no veo a nadie caminando por la calle. Pasa algún coche de vez en cuando, que tendrá algún permiso para circular, o aparece alguien a quien le pueden dar un permiso para pasear al perro en un área cercana a los 100 metros de su casa. La cosa es triste, muy triste, se está llevando mucha gente. De hecho, se ha llevado amigos míos de España y de Ecuador, donde estuve viviendo 15 años. Entre ellos, ex compañeros de trabajo de los que me llevé un recuerdo hermoso, pero lamentablemente no pudieron superar este virus. Los que quedamos acá nos estamos lamentando. Por eso yo pido y hago un llamado especial a que en Uruguay se tomen en serio las cosas, porque esto no es ninguna broma: es un virus que mata. Si tenés bajas las defensas, con más razón todavía. Es un mensaje no solo para mis amigos, sino también para todos los uruguayos.

 

-Si tuvieras que destacar cuál fue el mejor momento de tu extensa carrera con la selección uruguaya y a nivel de clubes, ¿cuál elegirías?

-Por supuesto, para todo deportista jugar en los Juegos Olímpicos (Los Ángeles 1984) es lo máximo que puede llegar a lograr. Pero también hubo momentos con la selección en que logramos triunfos importantísimos. Uno de ellos fue salir Campeón Sudamericano en el año 81 con Uruguay. Eso me marcó, es un hermoso recuerdo, lo disfrutamos en ese momento y lo seguiremos disfrutando de por vida.

 

-¿Quién fue el entrenador del que más aprendiste?

-El entrenador de mi formación fue Carlos Cuezzo, un ícono de Colón y de Olimpia. Él fue quien me marcó el camino para ser basquetbolista. Siempre le voy a estar agradecido, porque es una persona que me enseñó no solamente la parte deportiva, sino la humana, los valores. Le debo lo que fui.

 

-En Olimpia, donde llegaste a debutar en primera división, ¿pensabas convertirte en el jugador que luego lograrías ser?

-Es lógico que con 16 años sea muy difícil creerte o pensar que podés llegar a ser bueno. Pero sí: a medida que iba pasando el tiempo, veía que me destacaba, que jugaba contra gente mucho mayor que yo, con mayor experiencia. Vi que no desentonaba. Y en algún momento empecé a pensar que el básquetbol era mi vida, mi pasión. Y ese sentimiento me llevó a ser profesional.

 

-Para la gente más joven que no te vio jugar, contanos cuáles eran tus principales características y virtudes en el juego.

-Mis características de juego fueron el salto, el gancho de derecha a izquierda y la lucha debajo de las tablas. Siempre buscando rebotes ofensivos y de ataque.

 

-Si tuvieras que formar el quinteto ideal de compañeros con los que has jugado, ¿a quiénes elegirías y por qué?

-Siempre estuve rodeado de muy buenos jugadores. El quinteto ideal que tuvimos en el Sudamericano estaba conformado con el Tato (López), el Fefo (Ruiz), Carlos Peinado, Núñez (Hebert) y yo. Éramos los cinco titulares y los que salimos campeones sudamericanos ganándole a Brasil en el Cilindro Municipal, sin que el técnico “Pirulo” Etchamendi hiciera ningún cambio en todo el partido. Fue una hazaña. Con ese equipo nos entendíamos muy bien en la cancha. Sin olvidar que los que estaban en el banco eran muy buenos y, cuando entraban en el partido, no desentonaban para nada. Eran los jugadores en ese momento de Uruguay. Me puedo olvidar de alguno, pero estaban Horacio Perdomo, Walter Pagani, Germán Haller, Víctor Frattini, Daniel Wenzel y Álvaro Belén. Teníamos un plantel importantísimo.