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Uruguay, las potencias y la historia circular

Partiendo de la hazaña de Colombes, el autor repasa en el primer capítulo de esta sección una historia que, con variantes entre países y planteles, no se repite por casualidad.





9 junio, 2020
Recuerdos

Escribe: Juan Carlos Scelza

 

Lo de cada cobertura mundialista. Llegar unos cuantos días antes, visitar ciudades, realizar notas especiales, algunos entrenamientos. Terminaba una larga jornada, de esas que se dan muy de vez en cuando. La multinacional más poderosa del planeta cambiaba de presidente. El suizo Joseph Blatter, hasta ese entonces secretario general y mano derecha de Havelange, sustituía al brasileño, que había sostenido su mandato durante veinticuatro años. Aunque mantenía los lineamientos de ampliar fronteras y llevar el fútbol a cada rincón, dándole cada vez más importancia a los contratos televisivos y a los sponsors, no dejaba de ser cierto que el poder regresaba a Europa. Ya se había enviado el informe para “Subrayado” con la palabra del nuevo jerarca de la FIFA, y era momento de abandonar el Centro de Prensa, que estaba a unos quince minutos en automóvil de la emblemática Tour Eiffel.

 

Al otro día nos esperaba una jornada distinta, quizás las más emotiva de aquella Copa ganada por el local en la final ante Brasil, el día en el que Ronaldo no fue el mismo, víctima de un pico de estrés que lo hizo abandonar la concentración en plena madrugada. “Sentí mucho miedo, quise jugar y perdí la Copa, pero gané la vida”, declaró el entonces joven astro barcelonista, del que todos pretendían le diera a Brasil el pentacampeonato en Saint-Denis, cargándolo de una presión para la que en ese momento no estaba preparado.

 

Un desayuno rápido, 14 kilómetros de recorrido, y llegamos con la puntualidad requerida por los convocantes. Eran las 9 y media, y ahí estábamos en la Rue François Faber, apenas a unas cuadras de la orilla del río Sena. Éramos un puñado de periodistas uruguayos que habían concurrido a un nuevo Mundial sin Uruguay, tal como había ocurrido en Estados Unidos en 1994. La eliminatoria había sido tan mala que, entre nueve selecciones y sin Brasil -que como campeón ya estaba clasificado-, los celestes apenas fueron séptimos, solo por encima de bolivianos y venezolanos. En el camino, la desorganización hizo pedazos a una muy buena generación, pero claro: si en dos años de competencia se cambia tres veces de técnico (comenzó Héctor Núñez, continuó Juan Ahunchain y terminó Roque Máspoli) y otras tantas de gobierno en la AUF, no hay capacidad futbolística que resista.

 

De los autos oficiales bajaron las máximas autoridades de la Conmebol. A Nicolás Leoz le seguía el argentino Julio Grondona, y unos pasos más atrás Romer Osuna, el boliviano que estuvo durante 27 años ligado al fútbol continental. Eugenio Figueredo saludó y presentó a los diplomáticos uruguayos, que esperaban en el pequeño palco del estadio.

 

Hacía 57 años que la Confederación Sudamericana de Fútbol, presidida por el chileno Luis Valenzuela Hermosilla, había instaurado el 9 de junio como “El día del fútbol sudamericano” en homenaje al primer título internacional conseguido por un representante del continente. El escenario demostraba un mantenimiento que no alteraba demasiado su estructura de 1924. Mucha madera, columnas de hierro de la época y bajas tribunas.

 

La cámara de José Correia, uno de esos grandes compañeros al que un accidente de tránsito le cortó la vida cuando tenía mucho para ofrecer, registraba cada rincón y cada momento. Caminábamos por la pista, volaba la imaginación. Conversábamos con los colegas y, para quienes somos tan enamorados como respetuosos de la historia, aquella mañana se transformaba en formidable. Yo bajaba la mirada y suponía que ahí estaba uno de los cientos de sombreros arrojados por los aficionados en reconocimiento al espectáculo brindado por los celestes.

 

La historia comenzó en marzo, en la inusual y extensa expedición marítima que unas semanas después depositó al primer equipo de fútbol sudamericano en territorio europeo. El 10 de abril en Vigo, Uruguay le ganaba 3 a 0 al Celta en el comienzo de la gira previa a los Juegos. Fueron nueve triunfos consecutivos, en lo que el periodista local Manuel de Castro inmortalizó con la frase: “Por los Campos de Coia pasó una ráfaga olímpica”. Ni más ni menos que un claro presagio de lo que ocurriría un mes después en Francia.

 

Dos triunfos ante Celta, otros dos ante Athletic de Bilbao y Deportivo La Coruña, y uno frente a Real Sociedad, Atlético de Madrid y el extinto Racing Club de Madrid, completaron el suceso previo a los Juegos Olímpicos, con 25 goles a favor y 8 en contra.

 

El clima contribuía, la temperatura era tan agradable como el entorno. Las autoridades, con atinadas palabras, rindieron merecido tributo a aquella gesta celeste que deslumbró al mundo y que estableció para siempre la denominada “vuelta olímpica”, algo que para aquellos jugadores simbolizó solo una serena caminata para retribuir los interminables aplausos, mezcla de respeto y admiración de miles de franceses que jamás habían presenciado tanta destreza.

 

Los suizos acababan de perder 3 a 0. Estaban muy frescos los goles de Petrone, Cea y Romano. Y sin embargo se plegaron al saludo de los orientales, siguiendo sus pasos unos metros más atrás, por el perímetro de la cancha.

 

La reciente Guerra Mundial no solo había cambiado la política, la economía internacional y la geografía universal. Quienes hemos recolectado abundante material filmográfico tenemos grabadas las imágenes de cientos de mujeres en las tribunas, saludando emocionadas, y quizás sin entenderlo demasiado, la victoria uruguaya. Sombreros cloché de copa hemisférica, faldas apenas por debajo de las rodillas, guantes largos e innovadores corsets formaban parte de la nueva moda tras el conflicto bélico, impuesta por entonces por las “flappers”, algo así la nueva versión sociológica de un universo femenino que se volvía más audaz. Ellas aplaudían, entre collares y corte de pelo “shingle bob”, y hasta cometían la osadía de lanzar algunas flores a la pista de atletismo al paso de los jugadores.

 

El debut con goleada 7 a 0 ante Yugoslavia, la tranquila victoria frente a Estados Unidos, fueron solo el camino para el decisivo partido ante el local y candidato al oro. El resultado con que los celestes despedazaron las ilusiones francesas fue 5 a 1. El desgaste mayor lo provocó el buen combinado holandés, al que Uruguay debió sobreponerse tras ir perdiendo desde el inicio.

 

Sacábamos fotos para el archivo personal, nos detuvimos sobre el sector en el que se izó la bandera por encima de un marcador que ya no existe, y les confieso que como buenos uruguayos futboleros, la piel se nos erizó por un instante. Una rara sensación. En el rincón contra el banderín del córner, no estaba Andrade tirándose a los pies cuando pasamos detrás del arco, no salió Mazali a cortar el centro ni Petrone le pegó de afuera el área. Tampoco, y aunque pisamos la gramilla por largo rato, apareció Scarone para apilar rivales y marcar sus goles, pero créanme que en el corazón, la memoria y la imaginación, en algunos instantes estuvieron y se hicieron sentir en aquella mañana que comenzaba a transformarse en mediodía. Nunca la escuchamos y no existe registro alguno, pero cuando detuvimos nuestro paso frente a la tribuna principal, entre tanto recuerdo pareció escucharse la voz de José Nasazzi arengando a los Mazali, Arispe, Vidal, Ghierra, Urdinarán, Scarone, Petrone, Cea y Romano. Los héroes de aquella tarde de 1924.

 

Subimos al auto. Al otro día comenzaba la Copa del Mundo, con Brasil enfrentando a Escocia. Atrás había quedado el estadio de Colombes. Emprendimos la rutinaria senda rumbo al centro de prensa. Difícilmente el informe, cargado de notas y excelentes imágenes, haya podido plasmar una vivencia única e intransferible. Acabábamos de estar en el lugar en el que Uruguay y los maestros de aquella generación dorada no solo habían instaurado para siempre la Vuelta Olímpica alcanzando el primer oro de la historia, sino donde se habían transformado en los grandes embajadores de una tierra que, desde entonces y a través del fútbol, no ha cesado de deslumbrar al mundo con hazañas increíbles.