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Entre la emoción y la medianía

Nacional y Rentistas llegan a una final que espera el Uruguay entero, pero el éxito de quienes disputan el Apertura no puede hacernos olvidar ni las falencias ni la irregularidad que han mostrado.




Ni ángel ni demonio. Con defectos y virtudes, el entrenador albo intentará llevar a su equipo a lo más alto, en un encuentro clave contra un rival que no tiene nada que perder.


14 octubre, 2020
Fútbol Uruguayo Primera

Escribe: Juan Carlos Scelza

 

Una rueda después volverán a enfrentarse. Catorce partidos pasaron desde aquel inicio, cuando todavía se ponían localidades a la venta, las tribunas cantaban y empujaban a su estilo, no había desinfectantes a la entrada ni un termómetro que permitiera el paso a los escasos concurrentes habilitados. Tampoco existía la expectativa del inicio de una temporada, así como era inimaginable que el mundo se transformara al compás del devastador paso del virus. Nadie suponía que aquella noche del Centenario sería el primer paso para el más flaco e inexpresivo Torneo Apertura de los últimos tiempos. Y gane quien gane la final del miércoles, esto no cambiará.

 

El tan merecido como sorprendente triunfo rojo suponía un llamado de atención para un Nacional que debía recuperarse a la brevedad. Si bien el final de enero ya le había proporcionado un revolcón inusitado, cuando Liverpool en alargue le ganó la final de la Supercopa, y los amistosos mostraban dos claras facetas: nutrida llegada a la red adversaria, pero flaquezas preocupantes en una defensa que recibía muchos goles. Era difícil pensar que fuera recién luego del inicio de la pandemia que comenzara, de la quinta fecha en adelante, la recuperación del equipo de Munúa.

 

Como contrapartida, y por aquello que al equipo chico se le exige menos pero se le menosprecia más, consciente o inconscientemente vaticinábamos que, más allá del conocimiento que el técnico tenía de jugadores con los que había ascendido la temporada anterior, el equipo se caería con el correr de las fechas, lo que finalmente ocurrió ante Cerro en la antepenúltima jornada, cuando Nacional perdió 1 a 0 de visitante.

 

El transcurso del torneo mantuvo a Rentistas en base a demasiados empates. Pero, ¿quién puede restarle mérito a la gran campaña de un equipo cuyo difícil objetivo es salvarse del descenso y que, no contento con haberlo logrado, jugará la final del Apertura?

 

El tricolor, de pobre comienzo, tuvo un gran aliado en la Libertadores, que fue la contracara de la moneda del lado local. Una contracara en la que en cuatro partidos -tres de ellos fuera del Uruguay- logró la clasificación en forma anticipada y con puntaje ideal.

 

Mientras tanto, Nacional dejaba dudas en la reanudación del Uruguayo, en un inexpresivo clásico que empató con escaso mérito. Munúa hizo equilibrio durante una semana y durante un tiempo del partido ante River, en una cuerda floja que lo condenaba: si ganaba como ganó en el Saroldi, continuaba y, si no, seguramente terminaba su ciclo.

 

La última fecha a dos pantallas, en la que lo de Jardines repercutía en el Parque y viceversa, impactó mucho más en el albo que en Rentistas, puesto que la responsabilidad siempre será mayor para el de historia más pesada. En situaciones que fueron muy similares a los rojos, les quedará la interna bronca momentánea de haber desaprovechado la ventaja que llevaba en el marcador y la numérica de tener un hombre más durante una hora. Pero no existirá reproche alguno ni de propios ni de extraños: fueron diferentes las preocupadas caras de dirigentes y allegados, y hasta el humor demostrado por los hinchas de Nacional en los días posteriores. Después del empate y estando once contra diez, toda la obligación era de un club al que empujaba aún más el empate de Danubio, que bajaba del pedestal a Rentistas y que le daba con un gol la chance de ser campeón en su casa. Nervios, apurado, sin ideas, y apenas con algunos jugadores que mostraron la rebeldía de buscar hasta el final, terminó con un empate que fue castigo y no premio, y que coincide con lo que unos días antes le ocurrió ante Boston River en el Paladino, cuando perdió el liderazgo solitario.

 

Sería demasiado facilista resumir la final del Centenario expresando que juegan los menos malos. Aunque mirándolo desde el punto de vista estrictamente matemático, no es un análisis demasiado alejado de la realidad.

 

Después de todo, estamos hablando de dos equipos a los que le alcanzaron 28 puntos de 45 para terminar primeros, es decir que solo lograron el 62% de unidades. Entonces, ¿qué dejar para los demás, que en la mayoría de los casos perdieron más de la mitad de los puntos en disputa? Será por el COVID 19, por las tribunas desiertas, por las circunstancias que obligaron al parate primero y al regreso forzado después, pero para nada por el volumen futbolístico de un torneo que se devoró unos cuantos técnicos y que puso contra las cuerdas a la mayoría de los planteles que exhibieron un juego intermitente, irregular y de escaso brillo. Parejo, que lo fue, no quiere decir bueno, y emotivo, que terminó siéndolo por la definición en dos canchas y la final que propone, no significa buen nivel.

 

La final marcará el mismo grado de presión que siempre existe para el chico y el grande. La responsabilidad será de Nacional. ¿Acaso no recordamos todos la enorme campaña del Rentistas, dirigido por Martín Lasarte en 1998, aunque no pudo coronarlo con el título, porque también, como en este 2020, se le cruzó Danubio para frenarlo?

 

Esta vez, si gana Nacional será un título más que ni siquiera es el objetivo principal, el cual recién culminará en enero, con el Campeonato Uruguayo. No habrá títulos rimbombantes, porque se tratará de cumplir con la exigencia del mandato de ganar todo lo que se juega. Si el triunfo es de Rentistas, en cambio, Alejandro Cappuccio pasará a la historia, la oncena que pose para la foto será seguro mural privilegiado de la sede, y los diarios hablarán con razón de una hazaña trabajosamente conseguida por el bicho colorado. Como contrapartida, si no alcanza el objetivo, no habrá drama ni acusaciones.

 

Por el contrario, si Nacional, después de alcanzar la punta en solitario a dos fechas del final, pierde este desempate, arreciarán los cuestionamientos, se apuntará a algunos jugadores y habrá impaciencia, esa que traen en los equipos grandes los resultados negativos y las metas no alcanzadas. Sea como sea, solo las próximas horas develarán la incógnita.